Dos.

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 Entra a la mansión subida en sus tacones de aguja y embutida en un vestido hasta las rodillas de cuero negro. Está incómoda y tiene miedo, pero a la vez tan emocionada que casi puede sentir como su sonrisa es sincera cuando se desliza entre la multitud. Es la primera vez que hace algo así , por fin, y va a demostrar lo mucho que vale para ser agente de misiones especiales. Incluso puede que acabe en el ejercito, si se lo propone. Su tío se lo ha dicho siempre:

- Si en cualquier momento quieres largarte puedes hacerlo, ¿vale?

La voz de su tío Jack se escucha por el pinganillo que le han colocado en la oreja y en el escote, escondido bajo el pelo y el sujetador para que nadie pueda verlo. Hay agentes por todos lados de incognito, como ella, y eso la relaja lo suficiente para seguir sin titubear.

 - Tranquilo, Jacky. Vamos a hacerlo bien.

Acepta una copa de champán y habla con algunos de los invitados de la fiesta, actuando con normalidad. Fingiendo que lo pasa bien siendo una chica pija de familia rica que ha venido a hacer amigos.

- ¿Entonces no eres de aquí?

- Oh.. No. - sonríe – He vivido unos años en Europa y me apetecía un poco el clima tropical y caribeño de Hawaii.

- Esta isla es de lo mejor. Yo vengo todos los años de vacaciones unos meses, ya sabes.. A conocer chicas guapas y simpáticas como tu.

Margo sonríe intentando no vomitar, odia a los tíos como esos. Chulos, con aires de superioridad y pinta de guaperas. Seguro que pasa más tiempo en el gimnasio y mirándose al espejo que leyendo un libro. Al final consigue quitárselo de encima con destreza y educación y se mete unos minutos en el baño para disimular.

Al salir ve al objetivo justo frente a ella, al otro lado de la pista, hablando con un par de hombres más mientras beben champán y ríen a carcajadas. Es alto, con barba de tres o cuatro días, peinado perfecto y traje igual.

- ¿Lo ves?

Margo asiente mirando de reojo a su tío, que acaba de pasar por su lado y se aleja despistado con uno de los hombres del cinco-cero. El único que ha conocido esta mañana, antes de la infiltración. Los demás sabe quiénes son por qué la miran mucho y su tío se los enseñó en fotos la noche anterior, pero nadie los ha presentado.

- Voy a por ello.

- Ten cuidado. - dice una voz masculina de pronto que le eriza la piel – Podría ser peligroso.

Se hace la despistada mientras localiza a alguno de los camareros y se dirige hacia el que está más cerca de su objetivo; uno alto, rubio y delgado. Está a un par de metros - como mucho - de Patrick Rodríguez, uno de los narcotraficantes más importantes de la isla. Y ella acaba de chocarse torpemente con él para que le tire las copas y, accidentalmente, se corte la mano. Para llevar a cabo las misiones hay que sufrir de vez en cuando, se dice con orgullo. 

- ¡Ay, dios! - murmura dolorida – Que daño..

- ¿Está bien señorita? Lo siento mucho, no la había visto.

- Em.. Esto..

- Yo no quería, en serio. Lo siento.

Deja la bandeja mientras un grupo de personas ya se ha reunido alrededor para ver lo que está pasando. Son curiosos, cuchichean y se sorprenden por que Margo, en vez de gritar y volverse loca – como hubiesen echo todos los demás – sonríe por que ha conseguido lo que quería. Su objetivo se acerca con cariño:

- ¿Está bien, señorita? - la coge de la muñeca y observa la palma de su mano – Uf.. No tiene buena pinta. Venga, la ayudaré con eso.

- Gracias.. Muy amable. - susurra con coquetería. - Y no se preocupe, no es nada. - le dice al camarero con una sonrisa amable.

Misión: Infiltración.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora