Tres

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 Han pasados dos días mas, ese hotel es genial y las vistas impresionantes, en primera línea de playa y con su habitación en un décimo piso, pero tiene que conseguir un sitio donde quedarse. Y un trabajo, lo más importante. Pronto se le acabará el dinero que había ido ahorrando y no quiere tocar demasiado lo poco que le queda de su tío y de su madre.

Se viste, recoge las cosas que había puesto la noche anterior al volver de la cena improvisada con Jerry y sale con la toalla y las llaves en la mano para irse a la piscina. No va a hacer nada más en todo el día, se lo ha prometido a si misma. Una de las condiciones que se ha puesto para volver ha sido sacar tiempo para su bienestar – que es lo principal – y para las cosas que más le gustan. Correr, ir a la piscina, caminar por la playa al atardecer... Hawaii tiene muchas posibilidades y ella no ha querido darse cuenta de ninguna en todo este tiempo. Se tumba en una de las hamacas y piensa en lo que le dijo Sor Leonor antes de irse y en que tiene que llamar a esa psicóloga, eso también es bueno para su salud mental y así podrá hablar con alguien ajeno a ella y su entorno para encontrarse mejor.

No sabe cuanto tiempo ha pasado cuando vuelve a la habitación, pero se encuentra un revuelo por los pasillos y las escaleras que no es normal. Hay muchísima gente en ese hotel, pero en esos cinco días no ha visto tanto jaleo. Es hija de policía y sobrina de policía, sabe de sobras que ha pasado algo. Sube por las escaleras para encontrarse con la cuarta planta llena de agentes y una puerta, casi al final del pasillo, abierta. El cinco-cero también está allí:

- ¡Eh, Danno!

El hombre se gira de pronto y la mira de arriba abajo con el ceño fruncido.

- ¿Qué haces tu aquí?

- Me alojo aquí, por el momento. Y, antes de que puedas decir nada, estoy bien, no te preocupes. – se fija en los policías entrando y saliendo - ¿Qué ha pasado?

- El asesinato de una pareja que acababa de casarse, no tendrá más de cuarenta.

- Vaya...

Se queda en silencio unos segundos tratando de descubrir en su mente si ha visto o percibido algo raro estos días, pero nada. Ni alguien que le pareciera sospechoso ni gente intranquila o haciendo cosas fuera de lo normal.

- Es raro que nadie haya visto nada... - comenta Kono acercándose a ellos.

- Ya, bueno. Pero hay cámaras.

Los tres miran hacia el final del pasillo, en la esquina superior derecha, y después a Margo, que acaba de salvarles la vida. No habían caído en eso, ni por un momento.

- Sigues teniendo alma de policía, ¿eh?

- Eso siempre. – se encoge de hombros y se despide para volver a su habitación.

Que tenga alma de policía no significa que vaya a volver a serlo y no quiere estar relacionada nuevamente con la escena de un crimen. Además, necesita cambiarse o el bikini se le acabará quedando pegado a la piel.

No se encuentra a Steve por ningún lado, y así lo prefiere. No quiere que todo el mundo sepa donde se está alojando porque sabe que intentarán hacerla cambiar de opinión o acogerla en sus casas, algo que no quiere. No. Porque si ha vuelto es para hacerlo todo a su manera y a su ritmo, no al de los demás. Ya no es una cría, aunque solo tenga 20 años.

Se pone la ropa interior, unos tejanos cortos deshilachados y una blusa azul cielo. Se mira al espejo y sonríe, como ha echado de menos poder ir así vestida todo el tiempo, sin pasar frío. Su piel bronceada, su pelo algo más brillante... Todo es perfecto en ese sentido.

Alguien pica de repente a la puerta, sobresaltándola:

- ¿Margo? Soy Steve, no te asustes.

Se pone aún mas nerviosa, siente cómo le tiemblan las piernas y se toquetea el pelo un momento antes de andar hasta la puerta – respirando un par de veces para tranquilizarse -. Abre y se lo encuentra allí, parado frente a ella con su típica camiseta negra de manga corta y sus pantalones militares. Y está guapísimo, joder.

- ¿Qué pasa? ¿Qué haces aquí?

- ¿Y tú? No sabía que te hospedabas aquí...

- Eh... Sí. – se encoge de hombros y le invita a pasar.

La habitación está muy ordenada, es lo bueno de vivir en un hotel, y Steve no se sienta en ningún sitio mientras ella mete en el baño su bikini para que se seque encima de la bañera y no moje el suelo.

- ¿Qué haces aquí? ¿No has mirado ningún piso?

- Estoy en ello, no creo que me quede mucho aquí.

- Y mucho menos ahora.

Margo le mira con el ceño levemente fruncido.

- ¿Por qué?

- No te hagas la tonta, te he visto en la cuarta planta, hablando con Danny. ¿Y sabes qué? Acepto tu cita. – sentencia como si nada – Esta noche, en mi casa. A las diez. 

Misión: Infiltración.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora