Dieciséis

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 Ha conseguido salir a un pasillo secundario y recorrerlo hasta otra habitación con una ventana que da a una especie de patio interior. Cierra la puerta y empuja un armario medio roto de madera para ganar tiempo. Aunque parece que, quien quiera que le haya hecho esto, aún no la ha encontrado. Eso es bueno.

Abre la ventana con la mano buena y mira hacia abajo. Des de allí deben ser un par de plantas, a lo sumo. Puede saltar sin problema a un trozo de pared que sobresale y hacia el suelo después. Des de la primera planta tiene que ser más fácil salir de allí, sin duda. Y si todos han subido ha buscarla...

Saca las piernas, observa su muñeca magullada y retorcida, y piensa en la de veces que se ha visto en situaciones similares des de que llegó a Hawaii. Nadie en la academia te prepara para algo así. Absolutamente nadie.

- ¡Tiene que estar por alguna parte, joder!

- ¡Seguid buscando!

Llega a la planta baja y se esconde entre unos cubos llenos de basura, intentando ver a alguno de los tíos que la han traído hasta aquí. Tiene que ser alguien que la conozca, alguien que sepa quién es o con quien se junta... Cualquier cosa.

Espera más de cinco minutos a que el espacio esté libre de amenazas y sale de su escondrijo para toparse de lleno con la salida. Una puerta entreabierta que da a un enorme bosque frondoso que no parece de la isla. Sale corriendo tan rápido como sus piernas le permiten, olvidando que pueden haberla visto, olvidando que – quizá – haya bombas, o francotiradores... Olvidándolo todo.

Solo quiere volver a casa. Volver para coger un avión y abandonar la isla. Irse de allí. Dejarlo todo atrás.

- Corre, joder, corre... - se dice una y otra vez, sintiendo como a cada segundo se aleja un poco más de sus secuestradores.

Salta troncos y esquiva ramas, olvidando también su muñeca rota y que empieza a ahogarse. Se ha pasado corriendo más de diez minutos, sin dudar. Sin sobresaltos, sin que nadie la haya seguido, gritado o disparado. No hay trampas y parece poder ver algo a lo lejos. Una casa, quizá. Una escapatoria.

Se detiene un momento para coger aire, mirar un momento al cielo y soltar todo lo que sus pulmones han podido retener. Se gira un segundo para ver como de lejos está del sitio del que ha conseguido salir y sonríe, agotada. Ni siquiera logra verlo des de allí, es imposible que alguien haya podido verla o seguirla. Pero tiene que darse prisa, no se pasarán mucho más tiempo buscándola por los alrededores.

Vuelve a echar a correr con fuerza hacia la estructura que se ve entre la vegetación hasta estar a escasos pasos de la puerta de madera roída que la separa de lo que parece un granero. La empuja con cuidado y pregunta si hay alguien ahí, pero no tiene suerte. Es un pequeño sitio vacío, lleno de paja y sin mucha pinta de que lo hayan pisado des de hace algún tiempo.

Está a punto de darse la vuelta cuando alguien la coge por detrás, en volandas, y la entra rápidamente para cerrar la puerta. La pone contra la pared, le tapa la boca y sonríe, ante su gran suerte y la cara atemorizada de Margo.

Su peor pesadilla ha vuelto.

Patrick.

- Hola, guapa... - susurra muy cerca de su rostro – Veo que has conseguido salir de la prueba que te han preparado mis chicos.

Se despega un momento para mirarle la muñeca vendada con la mordaza y sonríe, orgulloso.

- Y con buena nota, además. – vuelve a acercarse, sin quitarle la mano de la boca, y añade – Pero ahora vas a venirte conmigo, Margo. Porque tengo algo que hacer y tu vas a ser la excusa y el pasaporte perfectos.

Misión: Infiltración.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora