Quince

315 24 6
                                    


Parpadea aturdida, con el corazón latiéndole a muy pocas pulsaciones por minuto, intentando fijar la vista en algún punto de la minúscula habitación en negro en la que está. No, joder, otra vez no.. Ladea la cabeza hacia un lado y otro, notando el pelo tirante, sucio, pegado contra la sien, y la mordaza que le rodea la boca. Deja ir un gemido molesto por el dolor que siente en las muñecas y las mueve, notando las esposas más apretadas de lo habitual.

Vuelve a cerrar los ojos y agudiza el oído, intentando no ponerse más nerviosa de lo que ya está, para averiguar cuantos posibles secuestradores hay merodeando por los pasillos. Escucha algunos pasos, pero no demasiado y no cerca. O eso parece.

No, joder, no.. – las ganas de llorar afloran, pero se obliga a no hacerles caso -.

Se remueve, da golpecitos de un lado a otro para caer de la silla y partirla, escapando de ella al menos por las cuerdas que lleva en los tobillos, porque sigue esposada y con una mordaza en la boca. Pero algo mejor, al menos. Ahora solo tiene que.. Salir de allí. Y hacerlo con vida.

El grito cala las nubes que se ciernen sobre toda la isla, y la sangre helada de los allí presentes. Aún no se han quitado los chalecos antibalas y una gran parte de los policías están en mitad del operativo, rebuscando por todas partes y con puestos monitorizados para identificarlos en cuanto aparezcan en cualquier sitio. Aunque, por lo que se ve, eso no ha servido de nada.

- ¿Pero como ha podido pasar? ¡¿Cómo?! – vuelve a bramar con furia - ¡Teníais que protegerla, joder!

Kamekona y su primo mantienen el silencio, han llamado hace más de media hora cuando no daban con Margo y han explicado que no saben nada, que fue a tirar la basura y desapareció como si la tierra se la hubiese tragado. Un misterio, pero a Steve no le vale.

- Joder, joder, joder.. ¡Joder!

Da una patada a una papelera cercana y la envía al otro lado de las mesas del puesto de gambas. Nadie le hace caso, están más concentrados en otra cosa. La desaparición de Margo, por tercera vez. Y el hecho de que Patrick tiene asuntos turbios pendientes con ella, y muchas ganas de matarla. Lo metió entre rejas jodiéndole la gran montaña de riqueza en la que vivía des de hacía años.

- Steve, tranquilízate, si no lo haces no podrás concentrarte lo suficiente.

El moreno mira a su compañero y, tras resoplar varias veces con fuerza, asiente. Es lo que tiene que hacer, justo eso. Serenarse, dejar de gritar como un energúmeno y encontrar a Margo antes de que sea demasiado tarde.

Coge el coche y acelera tanto que, cuando el equipo se da cuenta, ya no pueden seguirle. Pero saben perfectamente donde va. A mirar todos los vídeos de las últimas dos horas para encontrar algo, cualquier cosa, que pueda estar relacionada con Margo.

Llega a las oficinas tan deprisa que ni siquiera recuerda el camino que ha tomado,  sube las escaleras corriendo y se planta en la habitación de las cámaras para pedirle al chico que hay dentro que se vaya. Su turno ha acabado. Con la expresión cabreada que debe llevar no le ha hecho falta ni repetírselo, así que se pone manos a la obra.

Una hora y cuarto más tarde ha dado con algo.

- Una furgoneta robada gris, con matrícula de california y el capó abollado.

- ¿Seguro?

- Segurísimo. Está aparcada a pocos metros de las basuras donde desapareció Margo durante el periodo de tiempo que han señalado Kamekona y su primo y desaparece justo después. Estoy buscándola en otras cámaras. Han tenido que llegar a otro sitio, y una furgoneta así no es invisible.

- Vale, perfecto. – Danny suspira y añade, justo antes de colgar – Todo va a salir bien, ¿vale? Margo sabe protegerse, lo sabes.

Steve da un suspiro al dejar el teléfono sobre la mesa y sigue con las siguientes grabaciones de las cámaras de seguridad de toda la isla en busca de la maldita furgoneta. Han tenido que ir a alguna parte, tienen que salir en las grabaciones de las calles contiguas y las siguientes poco después del secuestro.

Tras la puerta vuelve a poner la oreja para escuchar y enumerar los posibles hombres que hay tras ella. Nadie ha intentado entrar, aún, pero ella sigue maniatada y con dolores en todo el cuerpo. La cabeza le da vueltas por el cloroformo y no puede parar de pensar en que deben haberle hecho, porque no recuerda absolutamente nada del trayecto y el tiempo de debe haber estado allí.

- ¡Cambio de turno! – exclama una voz masculina muy ronca, pero que no reconoce.

Es la primera voz que oye un ruido en esa minúscula habitación oscura en la que ha conseguido detectar un par de cajas de cartón vacías y su silla roñosa. Y... Se fija un poco mejor, arriba a la derecha. Un conducto de ventilación. Es pequeño, pero lo suficientemente amplio para que quepa por él. Ahora solo tiene que deshacerse de las esposas, y va a hacerlo sin problema. Aunque eso signifique partirse la muñeca.

Muerde la mordaza de la boca con fuerza para no gritar y, escuchando por si alguien decide acercarse, mueve las muñecas contra las esposas y siente como una de ellas cede lo suficiente como para crujir varias veces mientras se retuerce de dolor hasta que consigue sacarla.

Vale, vale, ya está.. Joder, vale. – se dice para sí mientras intenta mitigar el dolor -.

Se tambalea de un lado a otro hasta la rejilla de ventilación y aplaca la sensación de desmayo mordiendo con fuerza la mordaza mientras se sube a la silla y consigue sacar la tapa con sumo cuidado para colgarse del hueco y subir con una sola mano. Ya no está como cuando entrenaba cada día para el puesto de agente pero lo hace casi sin problema, accediendo al conducto para recorrerlo lo más rápido posible hasta otra habitación. Igual de vacía.

Se deshace de la mordaza con la mano que conserva al cien por cien y se hace una especie de muñequera para aplacar el dolor y poder encontrar cualquier cosa que le sirva como arma para defenderse.

Y lo va a necesitar, porque acaban de descubrir que no está en la habitación.

Misión: Infiltración.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora