Dieciocho

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 El sol entra por las ventanas, hace calor. Es casi asfixiante el calor que hace  y el poco aire que corre. Nada, en realidad. Margo ni siquiera puede oler el mar porque no le llega ni un ápice de viento. 

- ¿Estás bien? 

- Me asfixio -se queja mientras resopla- Te juro que me asfixio. 

- Que poco acostumbrada pareces estar al calor de la isla... Y mira que llevas un tiempo. 

Margo mira a Steve, sentado en el sofá con una pierna hacia arriba y el torso al desnudo. Solo lleva pantalones cortos de chándal. Un mar de papeles lo inunda todo a su alrededor, lleva así desde que llegó del hospital y se encontró algo mejor. No puede evitarlo y Margo ha dejado de insistir. Mientras lo único laboral que haga sea investigar mediante internet y distintos documentos... Anoche cenaron con ellos Danny, Jerry y algunos más. Nada del otro mundo, pero estuvo bien. Consiguieron animarse bastante y olvidarse de lo que los atormentaba estas últimas semanas. De, prácticamente, todo. 

Tienes que decírselo, tienes que decírselo..,. no puede parar de pensar en ello. Van pasando los días, el tiempo nunca se detiene, y si Margo no se lo dice ahora su cuerpo acabará delatándola. La barriga crecerá y no podrá ocultar las náuseas, por que a duras penas lo hace ahora. Puede moverse tranquilamente -por el momento- por que Steve sigue convaleciente y tiene que ser ella la que lo ayude en casi todo. Por eso puede moverse a su gusto, sin preocuparse demasiado, pero en cuanto Steve se recupere... 

Tienes que decírselo. 

Sale a la terraza, camina un rato por la arena y vuelve a entrar. No puede quedarse quieta. El calor sofocante la golpea con fuerza y está mareada, pero no deja que Steve la vea. No quiere que sé ponga nervioso, no en el estado en el que estaba. Tirado en el sofá... Con los papeles de distintos casos por el medio... Margo no pudo evitar sonreír, aunque él no la viese. 

¿Serían buenos padres? ¿Sabrían como cuidar a un bebé? Una persona totalmente dependiente de ellos, que les necesitase por y para todo. Una persona diminuta que lloraría por las noches, pediría comida y querría cariño, atención y mimos a todas horas. Margo sería madre. Joder... MADRE. Palabras mayores, ¿eh? Había sido hija, nieta, sobrina, amiga, policía, trabajadora, novia... Pero, joder. Madre no era lo mismo, nada que ver. Solo de pensarlo le temblaba todo el cuerpo y se veía a si misma desmayándose otra vez, como en el hospital. 

- Cariño... ¿Estás bien? 

Lo oye a lo lejos, indefinidamente. 

- Cariño... -Steve la vuelve a llamar, pero le cuesta contestar- Margo. 

Le mira, ahora sí, e intenta ubicarse. Parpadea y sonríe de medio lado, aturdida. No tiene que mirarse a un espejo para saber qué no tenía buena cara. Lo mejor para el estado en el que está Steve, qué bien. 

- ¿Eh? -se lleva las manos instintivamente a la barriga- Eh... Sí, sí. Estoy bien. 

Steve frunce el ceño y ladea la cabeza hacia la derecha, como si no acabara de entender lo que pasa. Luego le pide a Margo que se siente junto a él y recoge algunos papeles para dejarlos a un lado. 

Es ahora, se dice. Ahora o nunca. 

Margo camina hasta el sofá, se sienta al lado de Steve y le coge la mano. 

- Vale, es ahora. 

- ¿Qué dices? 

- Que sí, que tengo que contarte una cosa. Y es muy importante. 




Misión: Infiltración.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora