–¿No pensáis desearme suerte?
Cedric nos miraba con su equipación de Quidditch apoyado en la puerta de los vestuarios. Desde el incidente de los bombones cada vez que nos veíamos hablábamos. Al menos, Emma, Charlotte y yo nos habíamos acercado al grupo de Hufflepuffs esa última semana.
–Espero que no os den una paliza, Cedric–Charlotte sonrió–pero va a ser difícil con este viento.
–Qué poca confianza.
El chico me sonrió.
–En fin, mucha suerte, Diggory. Nos vemos–Charlotte me cogió de los hombros y me arrastró hacia la parte baja de las gradas–. ¡Rápido! Tenemos que ir con Emma.
–¿Y eso? ¿Emma va a ver el partido?
La chica me clavaba las uñas en los hombros mientras apartaba a los grupos de estudiantes para llegar la primera. El bufido de Charlotte rozó mi cuello.
–Claro que lo va a ver. Hoy juega Ravenclaw, vamos, los amiguitos de Emma y, bueno...
–Roger–asentí llegando a la parte más alta de las gradas.
–Exacto, parece que vas espabilando.
Emma sujetaba dos banderas azules, mientras Fred y George la animaban.
–No va a pasar nada, Emma, las gradas no se han caído desde que las reforzaron cuando la palmó todo el mundo–Fred acarició su hombro.
Emma se puso blanca.
–¿Y este viento no puede tirarlas?
George negó con la cabeza.
–Que va. Nosotros aquí estamos a salvo, quienes lo tienen más complicado son los jugadores—Davies pasó por delante de nuestros asientos– como Roger Davies, sí. La escoba con la tormenta puede perder estabilidad y ...
Charlotte le tapó los oídos a Emma disimulando una caricia en el pelo.
–YA ESTÁ BIEN–dijo con los labios.
–Solo...–dijeron los gemelos a la vez.
–¡Hola, hola! Mira lo que te hemos traído Emms–Charlotte los ignoró y le tendió unas golosinas que había comprado a un chico de quinto.
Nos sentamos a los lados de Emma. Las mechas rosas de la rubia golpearon la cara de Fred.
La gente empezó a inundar las gradas. Solo se veía una marea de azul y amarillo. Emma, Charlotte y Fred se reían de las nuevas trenzas de Lee, que acababa de sentarse junto a McGonagall. Algo rozó mi mano.
–Hoy, a medianoche, donde siempre–susurró George acercándose a mi oreja haciendo como que escuchaba a los demás.
Sonreí. No nos veíamos desde el fin de semana anterior.
–Ahí estaré.
Apretó mi mano y se apartó.
–¡SEÑORAS Y SEÑORES, A UN LADO DE LA GRADA LOS LÍDERES DE LA LIGA... RAVENCLAW!
El partido empezó con el primer trueno.
–¡Y OTRO PUNTO DE DAVIES! Con este ya van diez para Ravenclaw, señoras y señores.
Roger sobrevoló el campo y sonrió a Emma.
–Por Merlín, solo quiero que acabe esto para que no vuelva a hacer eso–masculló Fred.
Cedric paró delante de nuestra grada.
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La Dama Dorada
أدب الهواةClaire es la legítima heredera del ministerio español y el francés, perteneciendo a dos de las familias más poderosas del mundo mágico. Así, se encontrará en un mundo que ella no ha elegido, rodeada de lujos, de humillaciones, de abusos y corrupción...