Los dragones movían sus alas mientras acariciaban las nubes. Sus escamas brillaban bajo el suave sol veraniego de París.
Adoraba a esas criaturas.
Alcé el brazo para agarrar al pequeño dragón rojo de cuerda que empezaba a dejar de moverse, mientras que los demás seguían haciendo piruetas en el aire como si fueran de verdad.
Unos pasos rozaron la mullida hierba que había detrás de mí, distrayendo mi atención.
—Mon cheri, es hoga de ig a haseg sus compgas—dijo Bastian mientras se ponía a mi lado.
—Pero, Bastian, quiero seguir jugando con mis dragones...—me quejé mientras liberaba al dragón rojo.
—Venga, tengo una sogpgesa paga usted—susurró en español el sirviente con su marcado acento francés, mientras apoyaba las manos en sus rodillas para ponerse a mi altura.
—¿Una sorpresa?
—Ajá, y una de las gogdas.
—De acuerdo, iré—dije recogiendo mis dragones rápidamente y metiéndolos en una cesta con ayuda de Bastian.
***
Cuando estuvimos lejos de la mansión, Bastian metió sus regordetas manos en la chaqueta, y sacó un fino sobre.
—Bueno, cgeo que ya es hoga de que se la entgegue.
Bastian extendió sus manos y me entregó un sobre amarillento que parecía antiguo, con un gran sello rojo en el centro con el emblema de Hogwarts.
Era mi carta de aceptación.
—¿Cómo?¿De dónde la has sacado? La abuela dijo que no llegaría ninguna carta de Hogwarts...—murmuré confundida rozando con los dedos el sello y recordando el día de mi cumpleaños, cuando solo encontré una triste carta de aceptación de Beauxbatons.
—Ya sé lo que dijo su abuela, pego debeguía de sabeg que no dice nada más que mentigas—los ojos de Bastian estaban nublados de rabia, pero de repente esa furia se convirtió en otra cosa—.Venga, adelante, abguela.
Rompí el sobre con ganas y leí rápidamente la carta varias veces.
—¡No puedo esperar para escribirle al abuelo y a papá!—grité emocionada.
Bastian sonrió con tristeza.
—Señoguita, debe sabeg que nadie puede entegagse de que yo le di la carta.
—¿Por qué? Gracias a ti la tengo.Te quiero muchísimo, Bastian—dije mientras abrazaba al sirviente.
El hombre rió levemente, mientras me devolvía el abrazo con ganas.
—Yo también te quiego, mon cheri, pego ahoga mismo no puedo explicagte pogque tiene que seg un secgeto. Algún día se lo explicagué, se lo pgometo.
—Entonces, será nuestro secreto—asentí.
Bastian me cogió de la mano y seguimos nuestro camino.
Me quedé observando a Bastian de refilón. Miré nuestras manos cogidas, lo quería como si fuera mi hermano.
Él era mi único amigo, aunque fuera un poco más joven que mi madre, seguía teniendo la inocencia de un niño. Era mi compañero de risas, mi más leal confidente, mi protector, mi cuidador, quien besaba mis heridas y hacía desaparecer a los monstruos de debajo de la cama.
Y de verdad le quería como si fuera de mi propia familia.
Él era incluso más para mí que muchas personas que compartían mi sangre.Caminamos rápido por las grises calles de París hasta que llegamos a la Tour de l'Horloge. La torre era tan alta que besaba las nubes. En ella había un impresionante reloj dorado, sobre un fondo azul real que estaba decorado con que parecían pequeñas estrellas. A los lados del reloj había dos figuras de oro de mujeres con largas túnicas de un azul oscuro. Ambas tenían el pelo recogido en un moño, sin embargo, una portaba una tabla y una especie de cetro y la otra sujetaba una balanza con una mano y con la otra sostenía una espada.
El reloj era increíble, digno de ser la entrada para la Place du trône, lugar donde la élite mágica francesa realizaba sus compras y reuniones.
Nos acercamos todavía más a la torre y , vigilando que no había ningún muggle, dimos tres toques al ladrillo correspondiente para abrir el pasadizo. El ladrillo se desplazó levemente y dejó entrever la cara de una mujer dorada que susurró:—Mot de passe?
—Les gargouilles ne mentent pas—respondí.Las gárgolas no mienten.
—Entrez, mademoiselle.
La pared de la torre se abrió y avanzamos hacia la Place du trône.
La plaza estaba a rebosar, había magos y brujas vistiendo elegantes túnicas, vestidos y trajes. Se veían elfos domésticos correteando cargados de bolsas detrás de sus amos, farolas de oro y una gran fuente de cristal en el centro de la plaza. También, había docenas de tiendas y de restaurantes lujosos.
Todo en aquella plaza derrochaba poder, extravagancia y ostentación.
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La Dama Dorada
FanfictionClaire es la legítima heredera del ministerio español y el francés, perteneciendo a dos de las familias más poderosas del mundo mágico. Así, se encontrará en un mundo que ella no ha elegido, rodeada de lujos, de humillaciones, de abusos y corrupción...