7.Los Alma

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Mi antepasado me miraba desde lo alto con un gesto serio.
—¿De dónde la has sacado?
—Me la encontré herida... En un arbusto... Le curé y decidí dejarla en el bosque, donde estaba—murmuré inquieta bajo la poderosa mirada del primer Alma—. La dejé donde estaba pero me siguió... Intenté alejarme, pero seguía viniendo y al final conseguí perderla de vista, pero... La oí llorar y decidí volver...
—Un momento, ¿te siguió?
—Sí, no se apartaba de mí, me costó despistarla —dije mirando a la lobezna que se acurrucaba junto a mis pies.
Muchos Almas contuvieron el aliento. Vi como algunos se movían de sus cuadros y se acercaban a susurrarles algo al oído a otros, pero algunos no se contuvieron y susurraron:"Le siguió".
Entonces mi "tatarabuelo" cogió aliento y dijo:—Ha llegado la hora.
Y con esas palabras mi bisabuelo se agarró el bombín y salió corriendo de cuadro en cuadro.
—¿Qué está pasando?¿A dónde va?—pregunté preocupada.
—A llamar a tu padre, es hora de que conozcas nuestra historia.
Fruncí el ceño.
—¿Qué historia?
—La historia más importante. La historia de los Alma de Luna—contestó desde su cuadro.

Mi padre llegó con Nana a su lado, justo cuando mi bisabuelo volvió a aparecer en su cuadro. Cuando mi padre llegó al descanso de la escalera, se quedó mirando al animal con la boca levemente abierta y con ojos ausentes.
—No puede ser, han pasado más de seis generaciones desde la última Elección—masculló mi padre, todavía mirando al cachorro que se acurrucaba junto a mis pies.
—Pues ha sucedido, ya es hora de que Claire conozca su pasado—prosiguió el hombre de ojos castaños.
—Por supuesto—asintió mi padre.
En ese momento se apareció a su lado mi tía, Helena Alma.
—Bueno, ya he llegado—anunció estirándose—. ¿Qué era eso tan importante que tenía que ver?
Al terminar de formular la pregunta mi tía se giró hacia mí y sus ojos se dirigieron solos hacia el animal.
—Ya veo...—murmuró.
Helena Alma Dunas estaba paralizada ante un cachorro, cuando su día a día consistía en tratar con criaturas peligrosas: dragones, hipogrifos, algún basilisco, nada importante. Mi tía dejó de mirar al cachorro y sacudió la cabeza.
—Bueno, ya que estamos todos, comencemos.
—Por supuesto, Claire la tradición establece que la historia de los Alma se debe contar el día anterior al primer día de clase, pero según los hechos acontecidos...Habrá que adelantarlo—contestó mi padre.

—Déjate de rollos, y ve al grano—se quejó mi tia.
—De acuerdo.
Mi padre me tomó la mano, mientras que mi tía bajaba el cuadro de Francisco Alma con un hechizo. El cuadro de mi tatarabuelo flotaba ante mí, éste me dirigió una mirada seria, pero en sus ojos refulgía la llama del orgullo. Entonces mi padre puso la palma de mi mano sobre la frente de mi antepasado y todo desapareció.

Cuando abrí los ojos no estaba en mi cuerpo, no era más que una brisa, una presencia.
Vi a un joven, un muchacho que sonreía y hablaba con alguien que estaba detrás de un árbol. Estábamos en el bosque. En mi bosque.
Pero en ese momento todavía faltaban siglos para que fuera mi bosque. Nuestro bosque, el de Bastian y el mío.
Me moví de lugar para ver mejor. El chico era apuesto, pelo negro ondulado, moreno y de dientes perfectos. Tenía una constitución fuerte, que se apreciaba a través de esa extraña camisa blanca que tenía un cordón que unía el cuello. Lo reconocí, era mi "tatarabuelo", Francisco Alma. Me encontraba en el siglo XV.
El siglo en el que surgieron los Alma.
Entonces vi a su acompañante, una muchacha de pelo castaño claro decorado con tirabuzones que caían por su espalda, cuando se giró hacia mí me congelé. Tenía los ojos dorados, como los míos, como los de mi padre, como los de todos los Alma.
Todos menos uno.
Todos menos el primero, Francisco Alma, aquel que había sido ese muchacho alegre que sonreía ante mí.
Se miraban de una manera casi eléctrica, cómo si fueran dos obras de arte que solo ellos sabían  apreciar. Entonces, mi tatarabuelo, se levantó del tronco y comenzaron a bailar con los pies descalzos, daban  vueltas y vueltas. Ambos reían sin parar. Estaban enamorados.
Tenía la sensación de que esta historia ya me la habían contado. Y no terminaba en un y comieron perdices.
Los recuerdos pasaron rápido ante mí.
Observé cómo mi tatarabuelo estaba prometido a otra mujer, una muy poderosa. Vi cómo discutía con su padre y cómo mi tatarabuelo lanzaba un anillo al suelo, con furia, con dolor.
La chica de ojos dorados se llamaba Diana, era mestiza.
Aquello era imposible, tanto cómo respirar bajo el agua.
Pero había otro problema, Leonor, la mujer rubia prometida a mi tatarabuelo se había enamorado perdidamente de él. Pero eso solo lo pude ver yo, era como si fuera el escaparate de una tienda, el de dentro no lo podía ver, pero desde fuera era lo primero que se veía.
Y en una noche de luna llena, junto al lago, todo acabó en tragedia.
Francisco y Diana planearon casarse en secreto y fugarse, con lo que no contaban era que Leonor los había descubierto. La pareja estaba ante el lago esperando al mago que los uniría en matrimonio y justo en ese momento, Leonor apareció desecha en lágrimas. Vi como la mujer lloraba y gritaba destrozada, mientras que apuntaba a Diana con su varita.
Escuché como Francisco rogaba por Diana como si de su vida se tratara.
—Leonor, por favor, me casaré contigo. Tus hijos serán míos, pero, te lo pido con toda mi alma, déjala marchar.
—De que me sirve eso si seguirás amándola a ella en vez de a mí.
—Si la matas, acabarás conmigo. Si de verdad me amas, la dejarás marchar.
—Si yo no puedo tenerte, ella tampoco lo hará—gritó.
Y tras esto, Leonor echó la cabeza hacia atrás y comenzó a recitar un torbellino de palabras que liberaron un rayo de luz azul que atravesó el pecho de Diana.
Mi tatarabuelo gritó, mientras la muchacha caía al suelo. Diana quedó tendida en el suelo con su vestido blanco extendido sobre la hierba.
Francisco corrió hacia ella y puso su cabeza en su regazo, mientras pasaba las manos por su pelo. Abrazó a la muchacha, pero ésta dejaba caer su brazos como una muñeca.
—¿Qué has hecho?—murmuró Francisco sin voz—. ¿Qué has hecho?—repitió gritando en un sollozo que rasgó la tierra.
—No la he matado, he hecho algo peor, de esa manera podrás amarla porque seguirá viva, pero ella nunca podrá corresponderte. Así sufrirás como yo he sufrido —su voz tembló—. Cada luna llena volverá a ti.
Unas lágrimas surcaron sus mejillas y con todo el dolor del mundo reflejado en sus ojos murmuró:—Te amo.
Y con un cuchillo se cortó el cuello, cayendo inerte cerca de la otra chica, quedando como espejos opuestos, una muchacha rubia y poderosa con un vestido oscuro. Otra muchacha castaña, mestiza con un vestido tan blanco como la luz de la luna.
Entonces algo sucedió, una luz dorada rodeó a Diana, mi tatarabuelo asustado se apartó levemente y vio cómo se transformaba la mujer que amaba en un lobo blanco con ojos dorados. El muchacho se quedó petrificado ante el animal que le dirigió una larga mirada, como si éste siguiera siendo Diana, y después corrió hacia el bosque.
Observé sin aliento como mi tatarabuelo corría tras la loba intentando alcanzarla, vi como tropezaba y después continuaba corriendo, como gritaba el nombre de una muchacha que ya no estaba, y como solo recibía como respuesta un aullido lejano.
Y eso fue lo que convirtió a mi tatarabuelo en un hombre de mirada triste.
Y eso fue lo que nos dio nuestro actual apellido, los Alma. Los Alma de Luna como llamaban las malas lenguas a mi tatarabuelo.
Y cómo más tarde él convirtió su mayor debilidad en un nombre que reflejaría todo un imperio.
Diana volvería cada luna llena para ver a Francisco. Ambos se reunirían junto al lago, y le dejaría una noche de verano en una cesta a dos bebes envueltos en unas sábanas blancas.
Mellizos, ambos con los ojos dorados de su madre y con el pelo negro de su padre. Una niña y un niño que años más tarde volverían a casa con dos cachorros de lobo como mascotas. Como compañeros, como protectores. De eso se trataba la Elección. Los lobos Alma elegían a un miembro de esta familia para compartir el resto de su vida con ellos, para forjar una conexión.
Los lobos Alma habían luchado por última vez en la Guerra Global Mágica donde desaparecieron, o eso creíamos. Hasta ahora.
Pude ver cómo los lobos luchaban junto algunos miembros de mi familia, codo con codo, era impresionante.
Volví a la realidad.
Los ojos de mi tatarabuelo se clavaban en mí con firmeza.
—Tú, Claire, vas a ser alguien importante. Eres poderosa, por eso ha llegado hasta ti—murmuró mi tatarabuelo—. Algo está en marcha. Los lobos Alma han vuelto y ha sido por algo más poderoso que ellos.
—¿Y qué es?—pregunté asustada.
—No lo sé—contestó aquel hombre que lo sabía todo—.Pero tendremos que estar preparados.
Y con esas últimas palabras se escucharon docenas de lobos aullar a lo lejos.

La Dama DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora