58. El Nuevo Fichaje

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Charlotte cerró con un golpe seco el ventanal que acababa de abrirse por una nueva ráfaga de viento.
—Sigo sin creerme que hayan castigado a los Serpents echándolos del equipo. Nunca pensé que iba a decir esto, pero odio menos a Snape.
—No creo que eso nos vaya a beneficiar—dije metiendo la cabeza en mi equipación de Quidditch—. Quizás nos dé algo de ventaja en los partidos pero el tiempo que no pierdan entrenando, lo gastarán en buscar formas de hacernos la vida imposible.
La chica rubia se acercó para subir la cremallera a mi espalda.
—Creo que Villin y todos estos hablan mucho pero luego no hacen nada. La verdad no me extrañaría que no volvieran a hacer de las suyas en mucho tiempo—una sonrisa fugaz se trazó en su rostro—. Lee los puso en su sitio.
Alcé las cejas.
—Ojalá y tengas razón.
—De todas formas ahora tenemos cosas más importantes en las que centrarnos, cómo Angelina y su estupido séquito—respondió casi escupiendo.
Era cierto.
Desde el día en el que habían dejado a Katie fuera del equipo por Harry, las chicas nos seguían como buitres hambrientos. Algunos apuntes de Emma habían aparecido llenos de tinta misteriosamente, y el champú de Charlotte lleno de pis de mofeta. Incluso, el día anterior, Regiah, había llegado al comedor haciendo ruidos muy extraños, como si tosiera, y casualmente Angelina llegó a clase ese mismo día con tres arañazos en el dorso de la mano.
Además, sus comentarios, chismorreos y risitas se habían convertido en la banda sonora de nuestro día a día.

Emma se unió a nosotras en la escalinata cuando íbamos hacia el campo para el entrenamiento de aquella tarde. El día estaba de un gris perla y el viento sacudía las ramas y los banderines de las casas.
Sería una tarde dura.
Emma y Charlotte discutían sobre si poner cortinas nuevas en la habitación con la tela que le había llegado a la chica aquel día, mientras yo miraba a un punto fijo a unos metros de distancia donde dos figuras esperaban de pie.
Fred y George.
Sonreí casi de inmediato al ver ese pelo anaranjado a lo lejos. Sin embargo, mi sonrisa se deshizo en el momento en el que se escucharon los gritos.
Aceleré el paso sin esperar a mis amigas y llegué hasta los hermanos. Desde allí se veía como Wood discutía con un chico mayor de Slytherin. El capitán.
Un círculo de personas se había formado a su alrededor.
Marcus Flint, un chico de quinto con un cierto parecido a un trol se acercaba peligrosamente a Wood. El capitán de Gryffindor parecía furioso y fruncía el ceño mientras hacía grandes aspavientos con los brazos, sin ningún tipo de temor a pesar de que el otro chico le sacaba casi dos cabezas.
—Sabía que los Slytherin erais imbeciles pero pensaba que os enseñaban a leer. Como veo que no es así, te haré el favor de hacerlo por ti—dijo Wood enseñándole un papel—. CAM-PO RE-SER-VA-DO PA-RA GRYFFINDOR EL LU-NES A LAS CIN-CO—leyó lentamente y en voz alta. Casi como si se lo dijera a un bebé.
Marcus, lejos de ofenderse por el sarcasmo, se rió de forma burlona.
—Sé leer, Wood, y por lo que veo bastante mejor que tú—las risas de Slytherins se propagaron, el chico continuó—porque si no, habrías visto tan bien como yo, que tu reserva del campo no está firmada y la mía si.
El chico se cruzó de brazos con una sonrisa arrogante tras tenderle el papel.
Wood comparó ambos permisos con cara de incredulidad.
—Al final parar tantas Bludgers con la cabeza tiene sus consecuencias—rió un chico de cuarto que no había visto nunca.
Uno de los nuevos fichajes.
El chico tenía el pelo oscuro rapado y la piel de un color casi blanco, sus ojos eran de un color tan verde como el de su equipación.
Fred y George se acercaron para sujetar a Oliver que parecía estar a punto de lanzarse como un león sobre él. Mientras, Harry miraba de un lado para otro con sus ojos verdes ampliados por las gafas. Angelina y Katie para mi sorpresa, aquel día no parecían con ganas de pelea.
Unos aplausos lentos se abrieron paso hasta el centro del círculo.
Charlotte apareció golpeando las palmas de sus manos con gesto serio, con Emma a la espalda.
—De verdad, chicos. Ha sido increíble, todo este espectáculo que habéis montado por dos papeles garabateados y un trozo de césped. Ahora espero que me deis el entrenamiento que he venido a ver—se cruzó de brazos y alzó una ceja como si el campo fuera suyo y hubiera pagado por ver el partido de su equipo favorito.
—No vas a ver ningún entrenamiento, por lo menos de Wood, que esos ya sabemos que son los que te gustan a ti—respondió Flint.
Fred y George sujetaron al capitán de nuevo.
—Ah, ¿y eso por qué?
—Porque su reserva no está firmada.
—¿Puedo verla?
El chico miró a sus compañeros riéndose mientras le tendía el permiso como si no supiera si tomarla en serio. Charlotte lo cogió y sin mirarlo lo partió en pedacitos.
—Bueno pues ahora la vuestra tampoco—respondió con una sonrisa.
Todos nos quedamos petrificados.
El silencio se hizo en el campo unos segundos. Solo se escuchaba el viento.
El nuevo fichaje de Slytherin sonrío y miró a Charlotte de arriba a abajo.
—Tiene razón. ¿Quieres un entrenamiento? Pues vamos a dároslo.
Charlotte fue hacia él.
—Lo estoy deseando.
Y continuó su camino hacia las gradas mientras el resto de Slytherins se daban codazos con sonrisas pícaras y miraban como la chica se alejaba.

El entrenamiento terminó siendo una especie de partido "amistoso", si se podía llamar así, contra Slytherin. Al terminar todos estábamos agotados y tardamos bastante en salir del vestuario.
—¿He sido el único que ha visto que Davies ha venido a recoger a Emma?—preguntó Fred con una sonrisa.
George hizo un giro rápido para mirarlo y contestar con una sonrisa.
Sus dedos rozaron los míos.
—¿Pero qué ven mis ojos?—dijo Fred frenando en seco.
En las gradas, Charlotte esperaba apoyada en un poste mientras hablaba con Adrian Pucey, el nuevo fichaje.
El chico al vernos aparecer se acercó al oído de ella, en lo que desde la distancia pareció un beso, y tras eso se fue, con el cuello estirado con orgullo.
Los gemelos y yo nos miramos sorprendidos, sin haberle prestado atención a los pasos enfadados a nuestra espalda.
Wood nos adelantaba con decisión y con cara de estar a punto de partir su escoba por la mitad en la cabeza de alguien.
Charlotte vino hacia nosotros con su típica sonrisa y en el camino se cruzó con Wood quien la tomó del brazo y la alejó tras las gradas.
La chica parecía confusa pero tras unos minutos comenzó a parecer tan enfadada como el capitán de Gryffindor.
—¿Qué narices le pasa a Wood hoy?—murmuró George.
—¿Eres ciego o qué? Está celoso del nuevo—respondió Fred.
—Me da lo mismo lo que le pase, pero voy a separarlos ya—dije preocupada viendo cómo se acercaban cada vez más.
Parecían como si un tornado se peleara con un volcán en erupción.
Cuando llegamos al lugar donde discutían, Wood estaba rojo de rabia y Charlotte tenía el pelo alborotado.
—Mira, haz lo que te dé la gana. Solo te voy a pedir que si te enrollas con otro idiota más de este colegio, no lo hagas en mis narices y menos me vengas llorando después con que no te avisé, como con Villin.
El rostro de Charlotte perdió toda la emoción con esas palabras. De repente, tenía una mirada totalmente inexpresiva.
—Wood, supéralo, no eres mi hermano, ni mi novio, no eres ni siquiera mi amigo.
De repente la cara del chico se volvió blanca, parecía que su furia había desaparecido, como si le hubieran echado un cubo de agua fría sobre la cabeza.
—Si, al parecer no somos ni amigos y lo prefiero.
Entonces el capitán se alejó.
—¿Qué ha pasado?—preguntamos todos.
La chica no respondió, estaba ocupada siguiendo la figura de Wood que desaparecía entre las puertas del castillo.

La Dama DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora