29. Canuto

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La luz plateada de la luna entraba por la ventana, haciendo que los doseles de Charlotte relucieran en respuesta. Un extraño zumbido bajo la almohada me despertó. Tomé el objeto con cuidado y encendí una tenue luz con la varita para ver lo que ocurría.
—Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas—susurré al cromo.
Mi firma de bromista apareció en lo alto junto con mi puntuación 200 puntos.
Solo me quedaban cincuenta para entrar en la siguiente fase.
Un nuevo reto apareció en blanco sobre el fondo azul.
"Canuto.
Como solo unos pocos sabemos,
Canuto adoraba su casa.
Así que si muchos puntos queréis ganar,
orgullo hacia vuestra casa debéis mostrar."
Fruncí el ceño confundida mientras leía de nuevo las instrucciones. Tenía que hacer una broma que mostrara orgullo de Gryffindor, ¿pero que podía hacer?
Algo que hiciera a mi casa mejor que el resto.
Entonces un objeto me saludó desde la pared, mi escoba. Ahí estaba la respuesta.
El partido de Quidditch, eso reuniría a todo el colegio.
Una idea se hizo en mi mente.
"¿Qué mejor para mostrar mi orgullo hacia la casa de Gryffindor que hacer que todo el colegio lo animara en el partido?"
Al día siguiente haría un pedido en  La casa de las risas en España, necesitaba el paquete más grande de pócimas tiñe pieles de color rojo del mundo.
***
Aquella mañana fui a la lechucería temprano. Regiah movió las plumas emocionada al verme, toqué su afilado pico con dulzura. Ojalá pudiera tenerla en mi habitación.
Le di el sobre.
—Pequeña, necesito que lleves esto a La casa de las risas—murmuré en español—. Es un vuelo largo, lo sé, pero las necesito pronto. Cuando vuelvas descansa un par de días en casa de papá y saluda a Yara de mi parte. Te estaré esperando.
El ave asintió como comprendiendo mis palabras, rozó su cabeza con mi hombro en una caricia justo antes de salir volando.
Tras despedirme de Regiah fui al comedor para desayunar, recorrí las mesas en busca de mis amigas, hasta que el pelo dorado de Charlotte me llamó desde el otro lado. Un chico hablaba animadamente con ella, era Wood.
La chica estaba sentada hacia fuera mientras que él, se encontraba de pie apoyando un brazo en la mesa junto a Charlotte. Busqué a Emma con la mirada, suspiré aliviada, estaba hablando con una chica y un chico de Ravenclaw.
No me quedaba otra, debía interrumpir la conversación entre Charlotte y el capitán de Quidditch, sin embargo, unos susurros me atraparon en el sitio.
Angelina, Alicia, Rachel y un par de chicas más de Gryffindor de nuestro curso miraban hacia la pareja con envidia.
—Ahora ya entiendo porque Alma ha entrado en el equipo. Wood solo quería tener cerca a la rubita—dijo Angelina con una voz impregnada de odio.
—Esas tres siempre consiguen lo que quieren—murmuró otra chica.
—¿Verdad? No es justo—contestó Rachel mientras continuaba mirando a Charlotte.
—Si yo fuera tú, hablaría con McGonagall y con la señorita Hooch, que decidan ellas quien debe estar en el equipo, también le contaría cómo Wood elige jugadores según le conviene—continuó una chica rubia.
—Ojalá y le quitaran el puesto de capitán como castigo—prosiguió Angelina—.Todos los chicos les van bailando el agua. Primero Charlie, luego Wood, ¿visteis como Jackson Myers defendió a Charlotte el primer día?
Las demás chicas asintieron con ganas.
—Menos mal que Fred y George no hacen lo mismo, son geniales—suspiró Angelina.
Sonreí divertida, con que eso pasaba, estaba loquita por los Weasley. Decidí continuar con mi camino justo cuando Wood volvía a su sitio y pasaba por mi lado con una gran sonrisa.
—Claire, te veo bien—saludó.
—No tanto como tú—respondí con una sonrisa extrañada.
El chico rió a carcajadas a modo de respuesta.
Llegué al lado de Charlotte.
—¿Qué ha sido eso?—le pregunté señalando al chico castaño.
—Nada, solo es simpático—murmuró Charlotte encogiéndose de hombros.
—Sí, y también es de cuarto.
—¿Qué más da? Tú te ibas con Charlie todos los días cuando me iba con mi tutor, y él iba a séptimo.
Abrí la boca, tenía razón.
Pero había algo en la mirada de Wood, algo extraño, Charlie no me miraba a mí así. Wood miraba a Charlotte como si fuera una nueva jugada de quidditch, con curiosidad y admiración.
Charlotte era una chica guapa, de cara redonda y con una nariz respingona y cubierta de pecas que sólo se apreciaban de cerca, con unos ojos verdes increíblemente grandes y su siempre salvaje pelo rubio. Además, era un completo torbellino, llamaba la atención, y no me extrañaba que los chicos mayores se fijaran en ella. Era inevitable. Su cuerpo ya empezaba a tener tímidas curvas, mientras que Emma y yo seguíamos teniendo un cuerpo bastante infantil.
Aún así no podía evitar que me pareciera extraño.
—No importa, pero creo que deberías de saber que el grupo de Angelina están hablando genial sobre nosotras.
Charlotte puso los ojos en blanco.
—Son unas víboras—respondió—. De verdad, no entiendo como Angelina no está en Slytherin.
Emma apareció a nuestro lado al momento que dos lechuzas cruzaron el cielo del comedor. Parecían dirigirse hacia aquí.
Ambas aterrizaron frente a mi plato, ansiosas por darme lo que llevaban.
Un sobre con el sello de Beauxbatons me saludó, mientras que el otro mostraba una caligrafía que conocía casi tan bien como la mía. Daniel y Charlie me habían escrito.
Primero abrí la carta de Daniel, en la que se disculpaba por el retraso, al parecer tercero era más complicado y tenía que hacer montones de deberes, me contó un poco sobre su vida, sus nuevas amistades y un problema con un profesor de herbología. Pero algo hizo que mis ojos se abrieran, mi abuela les había hecho una visita a los Niebla la semana pasada. Extraño. Más tarde respondería a su carta.
Abrí el otro sobre con ganas, la letra de Charlie me saludó desde el fondo blanco. Era una carta bastante breve en la que me preguntaba si había entrado en el equipo de quidditch y me contaba que al día siguiente volvería a Rumania.
Justo cuando terminaba de leer la carta alguien pasó a mi lado.
—Con que hablando con Charlie—murmuró un chico a mis espaldas.
Me giré encontrando la cara pecosa de George Weasley.
—Dile a mi hermano el desaparecido que a nosotros también nos podría honrar con alguna carta suya—el chico se echó hacia delante mientras cogía una manzana del cuenco, la lanzó al aire y la volvió a coger—. Perfecta—dijo para sí mirando la manzana—.Nos vemos—se despidió moviendo una mano vagamente mientras se alejaba.
Emma levantó una ceja.
—Simpático—murmuró extrañada mientras las tres lo mirábamos alejarse.

La Dama DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora