Los días se amontonaban uno sobre otro como era costumbre en Hogwarts, y octubre ya estaba casi a la vuelta de la esquina.
—Mierda—masculló Lee tomando su mochila que estaba empapada por el charco de agua que se había formado alrededor de un grifo roto—. Ya basta con la broma o ¿qué ?—gritó al techo del baño de Myrtel.
—Solo es tinta y un poco de agua, Jordan—respondió George que sujetaba la túnica del chico mientras Charlotte restregaba una pastilla de jabón contra ella.
Lee se giró furibundo hacia George.
—Han sido cinco explotaplumas en tres horas de clase. CINCO. Lo peor es que esa panda de... de asquerosos son buenos y le aplican un maleficio para no poder limpiar la tinta con un hechizo. Los voy a pillar y...y...—Emma tomó la mochila del chico y pasó su varita sobre ella haciendo que saliera aire caliente y se secara la tela. Lee miró cansado hacia su cartera—.Gracias, Emms.
—Lee son solo unos explotaplumas—dijo Fred apoyado contra la pared blanca del lavabo.
—Unos muy buenos.
Charlotte levantó su rostro enrojecido por el esfuerzo, mientras apartaba los tirabuzones dorados de su rostro y se acercó al chico.
—Jordan, no seas tan quejica. Para empezar la que está dejándose las huellas dactilares en tu estupida túnica soy yo mientras estás ahí lloriqueando—Charlotte dejó descansar un dedo acusador en el pecho del chico que la miraba aterrado—. Así que hazme un favor, cállate y ponte a pensar en cómo se la piensas devolver o coge tú el jabón y ponte a limpiar la dichosa mancha.
Lee abrió la boca y la cerró en seguida.
—Buen chico—sonrió Charlotte dandole dos golpecitos en la mejilla y dejando un rastro de espuma en la piel oscura del chico.La hora de historia de la Magia estaba siendo tan aburrida que hasta el propio profesor Binns se había quedado dormido.
Algunos alumnos de Ravenclaw adelantaban sus trabajos, mientras otros, como el grupo de los Serpents, que habían sido castigados quedándose con los de tercero y perdiendo su hora libre, jugaban al Snap explosivo.
Miraba como la pelota de papel botaba del lado de la mesa de George al de Fred en segundos, mientras éstos la dirigían con las varitas como si fueran raquetas. Lee quien normalmente comentaba estos partidos improvisados con avidez, miraba con odio al grupo de Slytherins que había unas filas a la derecha. La mirada del chico se iluminó unos segundos antes de abalanzarse sobre su mochila.
—¿Qué buscas?—pregunté.
—Esto—el chico dejó sobre la mesa un objeto circular y anaranjado.
Un yoyo chillón.
—¿Para qué quieres eso?—alzó una ceja Charlotte.
—Ya veréis—dijo enigmaticamente y dirigiendo su mirada a Emma—. Robinson, ¿serías capaz de meter esto en la mochila de Villin cuando yo te diga?
La chica pareció pensarlo unos instantes.
—Con un Leviosa supongo que bastaría, podría intentarlo.
—Brutal.
Lee tomó el yoyo bajo la atenta mirada del grupo y cómo si fuera una pelota, éste empezó a dirigirlo contra el suelo y devolverlo a su mano con rápidos movimientos. Arriba abajo. Arriba abajo.
El yoyo comenzó a girar tan rápido que parecía un bola de fuego que salía de la palma del chico.
Entonces comenzaron los gritos.
Unos aullidos desgarradores como si un grupo de personas estuvieran siendo perseguidas por un dragón inmenso.
Todos los alumnos se sobresaltaron, pero el profesor Binns fue el que se llevó el mayor susto. Se levantó tan deprisa de su asiento que traspasó el techo mintiéndose en el aula de arriba donde un grupo de estudiantes también comenzó a gritar por la sorpresa.
—Ya—dijo Lee mirando a Emma.
La chica tomó el yoyo y susurró el hechizo. El objeto rozó el suelo hasta llegar a la mochila de Villin, quien con el resto de sus amigos miraba al techo riéndose.
El profesor Binns que siempre estaba tan calmado que parecía dormido, apareció en ese instante en el aula con la cara desfigurada por la ira, junto con la profesora McGonagall.
—No solo habéis interrumpido mi clase, lo que es una grandísima falta de respeto hacia mi persona, si no que también habéis hecho que se anule el examen que estaban realizando los alumnos de la profesora McGonagall. ¿De quien era el yoyó?—preguntó mirando a todos los alumnos de arriba a abajo como si tuviera un sensor capaz de detectar al culpable.
Los alumnos se miraban unos a otros, incluso nosotros mirábamos a los lados fingiendo no saber nada. Los únicos que sonreían eran los Serpents.
Parecían estar disfrutando del espectáculo.
—¿Nadie?—dijo la profesora McGonagall cruzada de brazos—. De acuerdo, vosotros os lo habéis buscado. Accio, yoyó.
En ese instante la mochila de Villin comenzó a moverse dando grandes sacudidas de un lado para otro. El yoyó salió despedido hacia la palma de extendida de la profesora de Transformaciones.
El fantasma parecía que fuera a echar fuego por la boca.
—Villin y su panda, no sé qué me sorprende. Tenéis la poca vergüenza de estar castigados y aún encima despistar a vuestros compañeros en su aprendizaje.
Los Serpents fruncieron el ceño.
—Pero, profesor, eso no es mío, se lo juro. Alguien lo ha tenido que meter...
La profesora McGonagall empezó a reírse de forma sarcástica.
—Pobre Cayden, debe de ser muy duro eso de tener más cara que espalda—la mujer se acercó al grupo de chicos de quinto—. Venid conmigo ahora mismo, que vais a explicarle a Severus como habéis conseguido perder 250 puntos de Slytherin en un solo día.
—¿250 puntos?—exclamó un chico asiático—. Profesora si Slytherin lleva 250 puntos...
—Oh, entonces eso si que va a tener mérito, Zhao. Nunca antes nadie había vaciado el contador de un plumazo. Severus va a saltar de la alegría, ya veréis.
Los alumnos de Slytherin se levantaron temerosos y se dirigieron a la puerta.
Villin iba el último y su mirada cayó sobre Lee mientras se iba.
La puerta de cerró mientras sus labios formaban un silencioso:
"Me las vais a pagar, renacuajos".
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La Dama Dorada
FanfictionClaire es la legítima heredera del ministerio español y el francés, perteneciendo a dos de las familias más poderosas del mundo mágico. Así, se encontrará en un mundo que ella no ha elegido, rodeada de lujos, de humillaciones, de abusos y corrupción...