12. El Sombrero Seleccionador

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Tras un cuarto de hora, Charlotte volvió a su estado original, más o menos, todavía tenía algunos mechones de pelo que iban cambiando de color y sus manos estaban cubiertas por pinceladas de distintos colores, como si acabara de pintar un cuadro.
—Ese Lee Jordan me las va a pagar—dijo Charlotte por vigésima vez mientras se ponía la túnica— ¿Claire, te importaría que tomara prestada a Regiah para hacerle creer que le va a sacar los ojos? No le hará nada serio, alguna cicatriz que le cruce la cara por el resto de su vida...—continuó mientras miraba a Regiah.
—Charlotte, creo que la violencia no es la mejor solución...—murmuró Emma bajo su túnica.
—Estoy con Emma, una broma se paga con otra broma. Y resulta que soy bastante buena con eso—miré a Charlotte con una sonrisa maliciosa.
—¿Eso significa que me vas a ayudar con mi venganza?—preguntó Charlotte emocionada.
—Claro, ¿quién dice que no a gastar una broma?—respondí divertida—. ¿Qué dices, Emma, te apuntas?
—¿Por qué no?—contestó encogiéndose de hombros mientras sonreía.
—¡Va a ser genial!—aplaudió Charlotte.
De repente una voz retumbó en el tren.
—Llegaremos a Hogwarts dentro de cinco minutos. Por favor, dejen su equipaje en el tren, se lo llevarán por separado al colegio.
Nos miramos entre nosotras con una sonrisa nerviosa, estábamos aterradas y a la vez impacientes por llegar.
El tren aminoró la marcha, hasta que finalmente se detuvo. Todos se empujaban para salir al pequeño y oscuro andén. Entonces apareció una lámpara moviéndose sobre las cabezas de los alumnos.
—¡Primer año! ¡Los de primer año por aquí!
Un hombre inmenso rebosaba alegría sobre el mar de cabezas, tenía el pelo largo y oscuro al igual que su barba mal cuidada, y en sus ojos relucía un brillo casi infantil.
Debía de ser Hagrid, el guardián de las llaves de Hogwarts.
—Venid, seguidme... ¿Hay más de primer año? Mirad bien dónde pisáis. ¡Los de primer año, seguidme!
Resbalando y a tientas, Emma, Charlotte y yo seguimos a Hagrid entre el resto de estudiantes, por lo que parecía un estrecho sendero. Todos los alumnos murmuraban ilusionados entre las sombras.
—En un segundo tendréis la primera visión de Hogwarts —exclamó Hagrid por encima del hombro—, justo al doblar esta curva.
Los estudiantes de primero se deshicieron en un estridente sonido de sorpresa.
—¿Habéis visto que pasada?—escuché que murmuraba Lee Jordan cerca de nosotras.
El sendero estrecho se abría súbitamente al borde de un gran lago negro. En la punta de una alta montaña, al otro lado, con sus ventanas brillando bajo el cielo estrellado, había un impresionante castillo con muchas torres y torrecillas.
—¡No más de cuatro por bote! —gritó Hagrid, señalando a una flota de botecitos alineados en el agua, al lado de la orilla. Charlotte, Emma y yo nos subimos a un bote que se mecía sobre el agua que parecía tinta.
—¿Todos habéis subido? —continuó Hagrid, que tenía un bote para él solo—. ¡Venga! ¡ADELANTE!
Y la pequeña flota de botes se movió al mismo tiempo, deslizándose por el lago, que se ondulaba suavemente. Todos estábamos en silencio, contemplando el gran castillo que se elevaba sobre nuestras cabezas.
—¡Bajad las cabezas! —exclamó Hagrid, mientras los primeros botes alcanzaban el peñasco. Todos agacharon la cabeza y los botecitos los llevaron a través de una cortina de hiedra, que escondía una ancha abertura en la parte delantera del peñasco. Fuimos por un túnel oscuro que parecía conducirnos justo por debajo del castillo, hasta que llegamos a una especie de muelle subterráneo, donde trepamos por entre las rocas y los guijarros.
—¡Eh, tú, el de allí! Weasley, ¿verdad? Deja de intentar empujar a tus compañeros al lago—regañó Hagrid a uno de los gemelos, mientras vigilaba los botes y la gente que bajaba de ellos.
Luego subimos por un pasadizo en la roca, detrás de la lámpara de Hagrid, saliendo finalmente a un césped suave y húmedo, a la sombra del castillo.
Nos dirigimos a unos escalones de piedra y terminamos reunidos ante la gran puerta de roble.
Hagrid levantó un gigantesco puño y llamó tres veces a la puerta del castillo.
La puerta se abrió de inmediato. Una bruja alta, de cabello negro y rostro severo esperaba tras ella.
—Los de primer año, profesora McGonagall —la presentó Hagrid.
—Muchas gracias, Hagrid. Yo los llevaré desde aquí.
Seguimos a la profesora McGonagall a través de un camino señalado en el suelo de piedra. Se escuchaba el ruido de cientos de voces, que salían de un portal situado a la derecha, donde deberían de estar el resto de alumnos, pero la profesora McGonagall nos llevó a una pequeña habitación vacía.
—Bienvenidos a Hogwarts —dijo la profesora McGonagall—. El banquete de comienzo de año se celebrará dentro de poco, pero antes de que ocupéis vuestro lugares en el Gran Comedor deberéis ser seleccionados para vuestras casas. La Selección es una ceremonia muy importante porque, mientras estéis aquí, vuestras casas serán como vuestra familia en Hogwarts. Tendréis clases con el resto de la casa que os toque, dormiréis en los dormitorios de vuestras casas y pasaréis el tiempo libre en la sala común de la casa. Las cuatro casas se llaman Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin. Cada casa tiene su propia noble historia y cada una ha producido notables brujas y magos. Mientras estéis en Hogwarts, vuestros triunfos conseguirán que las casas ganen puntos, mientras que cualquier infracción de las reglas hará que los pierdan. Al finalizar el año, la casa que obtenga más puntos será premiada con la copa de la casa, un gran honor. Espero que todos vosotros seréis un orgullo para la casa que os toque. La Ceremonia de Selección tendrá lugar dentro de pocos minutos, frente al resto del colegio. Os sugiero que, mientras esperáis, os arregléis lo mejor posible.
Los ojos de la profesora se detuvieron un momento en la capa un chico que estaba manchada de lodo, y en las manos de Charlotte que seguían teniendo pequeñas manchas. La chica rubia se frotó las manos nerviosa y pude escuchar una leve risita detrás nuestro que provenía de Lee Jordan, Charlotte lo fulminó con la mirada.
—Te vas a enterar—dijo la chica moviendo los labios.
Lee alzó sus manos en un gesto de inocencia.
—Volveré cuando lo tengamos todo listo para la ceremonia —dijo la profesora McGonagall—. Por favor, esperad tranquilos.
—¿Qué es lo que hacen exactamente para seleccionarnos? —preguntó Charlotte preocupada.
—Te sacan el cerebro con un pincho y después de observar tus secretos más oscuros deciden—respondió el Weasley mellado que había escuchado la pregunta.
Algunos niños susurraron asustados.
—No os preocupéis, eso lo decide el Sombrero Seleccionador, no duele, ni os sacan el cerebro—contestó un chico de ojos grises y pelo castaño.
Miré al chico que me dirigió una mirada amable y una sonrisa.
Parecía simpático.
—Serás aguafiestas, Diggory-susurró Fred por lo bajo.
—Bueno, por lo visto no son todos unos idiotas—murmuró Charlotte cruzándose de brazos.
En ese momento unos veinte fantasmas pasaban a través de la pared de atrás. Eran de un color blanco perla y ligeramente transparentes, se deslizaban por la habitación, hablando unos con otros, casi sin mirarnos.
—¡Alumnos nuevos! —exclamó uno que parecía un fraile, sonriéndonos—. Estáis esperando la selección, ¿no?
Algunos asintieron.
—¡Espero veros en Hufflepuff—continuó el Fraile.
—En marcha —dijo una voz aguda—. La Ceremonia de Selección va a comenzar.
La profesora McGonagall había vuelto. Uno a uno, los fantasmas flotaron a través de la pared opuesta.
—Ahora formad una fila y seguidme.
Salimos de la habitación,cruzando el vestíbulo, después pasamos por unas puertas dobles y entramos en el Gran Comedor.
El lugar era, nunca mejor dicho, mágico. Estaba iluminado por miles y miles de velas, que flotaban en el aire sobre cuatro grandes mesas, donde los demás estudiantes ya estaban sentados. En las mesas había platos, cubiertos y copas de oro. En una tarima, en la cabecera del comedor, había otra gran mesa, donde se sentaban los profesores. La profesora McGonagall nos condujo allí, deteniéndonos para formar una fila delante de los otros alumnos, con los profesores a nuestras espaldas. Sentí la mirada de varios estudiantes que comenzaron a murmurar, quería evitar todas las miradas.
Miré hacia arriba desde donde el cielo estrellado me observaba.
Bajé la vista rápidamente, mientras la profesora McGonagall ponía en silencio un taburete de cuatro patas frente a nosotros. Encima del taburete puso un sombrero puntiagudo de mago. El sombrero estaba remendado, raído y muy sucio, tenía varias arrugas que daban la sensación de que tenía rostro.
Era sin duda el Sombrero Seleccionador.
Entonces el sombrero se movió. Una rasgadura cerca del borde se abrió, ancha como una boca, y el sombrero comenzó a cantar:
Las apariencias engañan,
quizás yo parezca un trapo viejo,
una tela raída y decaída,
un trapo sucio sin función,
pero yo soy el Gran Sombrero Seleccionador.
Aquel capaz de ver hasta vuestro más oscuro secreto,
aquel capaz de ver si seréis capaces de superar el reto,
el único capaz de situaros en vuestro verdadero lugar,
donde por seguro vais a triunfar.
Gryffindor, lugar para aquellos que no tienen miedo a la adversidad,
aquellos que cumplen su deber sin temer a lo que pueda suceder.
Hufflepuff lugar para los leales,
para los amigos de verdad,
para aquellos a los que no les da miedo trabajar.
Ravenclaw lugar para los inteligentes,
aquellos que buscan el saber
es a dónde van a pertenecer.
Slytherin, ambición, astucia,
está casa será un buen camino para conseguir vuestros fines.
Todas diferentes, grandes casas...
Pero¿ con cuál de ellas crees que te defines?
¡Gryffindor o Slytherin!
¡Hufflepuff o Ravenclaw!
¿A qué casa perteneceréis?
Subir aquí y lo veréis.
Todo el comedor estalló en aplausos cuando el sombrero terminó su canción. Este se inclinó hacia las cuatro mesas y luego se quedó rígido otra vez.
—Espero que acabemos las tres en la misma casa—susurró Emma.
—Sí, y ojalá Jordan y sus amiguitos los pelirrojos acaben bien lejos—murmuró Charlotte mirando a los chicos con una expresión de desagrado—.¿Creéis que esto va a tardar mucho?Tengo un hambre que me muero...
No puede evitar sonreír y negar con la cabeza, esta chica era un caso aparte. Entonces, la profesora McGonagall se adelantó con un gran rollo de pergamino.
—Cuando yo os llame, debéis poneros el sombrero y sentaros en el taburete para que os seleccionen.
Yo ya sabía cuál iba a ser el primer nombre que anunciaría.
— ¡Alma,Claire!
Suspiré nerviosa mientras me acercaba al lugar donde descansaba el sombrero.
Los susurros se fueron extendiendo como la pólvora, vi como los prefectos de algunas casas cruzaban los dedos.
—¡La dama dorada! Los rumores eran ciertos...
—Ojalá entre en nuestra casa ¡Imagínate, Claire Alma en nuestra casa!
Sentía cada apuesta por debajo de las mesas, el chasquido de las monedas, los susurros de estupor.
Me sentía como un caballo de carreras.
Quería desaparecer.
Miré a ambos lados de la sala buscando una salida, buscando una cara conocida, me encontré con el rostro confundido de Charlotte.
Ya no iba a poder ser una chica normal.
Pensé que Hogwarts sería mi refugio, pero me habían descubierto.
No podía mirar a nadie, devolví la mirada al frente y me choqué con los ojos de Charlie Weasley, quien me sonreía animándome.
—¡Vamos!—decía moviendo los labios mientras alzaba los pulgares.
Respiré hondo y corrí hacia el sombrero.
Lo último que vi antes de que el sombrero se resbalará sobre mis ojos fue a Charlie Weasley asentir, dándome fuerzas.
—¿Que tenemos aquí?, nieta de Gabriel Stump, interesante...muy interesante...—murmuró una voz grave en mi cabeza—. Veo una cabeza amueblada y ansiosa por aprender, también amabilidad, ganas de trabajar y ayudar a los demás, sí, además veo grandes planes para ti, muchos proyectos que deseas cumplir, cuanta ambición. ¡Oh! Y un corazón valiente, descarado,dispuesto a superar cualquier adversidad... Mmmm...mmmm— escuché como rumiaba la solución—. Difícil elección...
Mi abuelo había sido un gran Gryffindor, delegado y prefecto, y mi padre había pertenecido a una casa con unos valores muy parecidos a los de Hufflepuff en Ilvermorny.
Solo tenía una cosa clara, no iría a Slytherin, ahí es donde solían estar las personas como mi abuela y mi madre, ahí solían estar las víboras aunque también hubiera gente buena.
Pero no podía permitirme hacerle sentir orgullo a mi abuela.
—Slytherin no, por favor—pensé.
El sombrero pareció escuchar mis pensamientos.
—¿No? Desde luego sería una gran candidata para llevarte a donde esperas. Encajarías perfectamente con todas las casas, sobretodo con dos, con Hufflepuff y con Gryffindor—hizo una pausa—. Recuerdo que tu abuelo pensaba lo mismo cuando estuvo en este mismo taburete, recuerdo como susurraba "Slytherin no" sin parar. Tu abuelo y tú sois muy parecidos ¿sabes? Y por eso ya he tomado mi decisión...
—¡GRYFFINDOR!—gritó.
Con esas palabras la mesa de los leones estalló en rugidos.
—¡Tenemos a la dama dorada!—gritaban algunos compañeros de casa que se levantaron eufóricos.
Vi como varios miembros de Slytherin estampaban sus servilletas contra la mesa, algunos Ravenclaw pusieron los ojos en blanco como si fuera evidente que iba a acabar en Gryffindor.
Sonreí mientras me dirigí a la mesa de Gryffindor, donde Charlie me hacia un sitio a su lado con una mirada llena de orgullo como si fuera mi hermano mayor.
—Sabía perfectamente que ibas a acabar aquí—me susurró.
El resto de la ceremonia pasó rápidamente, casi no me di cuenta de lo que sucedía a mi alrededor, estaba en una especie de neblina como si se tratara de un sueño.
Estaba en Hogwarts, había entrado en Gryffindor y estaba sentada al lado de Charlie Weasley, que aplaudía con entusiasmo cada vez que el Sombrero gritaba el nombre de nuestra casa.
—¡Campbell, Charlotte!
Ese nombre me despegó de mis pensamientos.
—GRYFFINDOR
Charlotte vino emocionada hacia nosotros y se sentó junto a mí.
Tras varios estudiantes, anunciaron el nombre del chico de ojos grises.
—¡ Diggory, Cedric!
—HUFFLEPUFF
Los alumnos seguían pasando por el Sombrero y llegó el momento de Lee Jordan. Charlotte cruzó los dedos por debajo de la mesa:—Por favor, aquí no...
Pero el ala del sombrero rozó uno de los rizos del chico y gritó casi al instante:—GRYFFINDOR.
—Mierda—susurró Charlotte.
Lee pasó junto a Charlotte y le guiñó un ojo mientras se sentaba entre varios chicos mayores que estaban enfrente de nosotras y armaban mucho jaleo.
—Volvemos a vernos, Campbell.
Charlotte puso los ojos en blanco y le dio la espalda. Pasó alrededor de media hora cuando anunciaron el nombre de Emma.
—¡Robinson, Emma!
Escuché algún murmullo que otro al escuchar su nombre, seguramente era porque la gente estaba impaciente por comer.
Charlotte susurró: —Espero que venga con nosotras.
—Ya verás como si—dije dándole ánimos.
Por favor.
Por favor.
Pasaron unos segundos que parecieron una eternidad y finalmente el Sombrero gritó:—GRYFFINDOR.
Charlotte y yo gritamos ilusionadas y abrazamos a Emma cuando llegó.
El estómago me empezaba rugir cuando solo quedaban George y Fred en la tarima.
—¡Venga, que tenemos hambre! ¡Si son Weasley, no hace falta el Sombrero, se pueden sentar ya aquí! ¡si todos sabemos que van a ser Gryffindor!—se quejó un chico de Gryffindor levantándose.
—Siéntate, anda, si son cinco minutos—le dijo Charlie.
Efectivamente, los gemelos acabaron en Gryffindor.
Miré a Emma y a Charlotte que comenzaban a comer mientras reían, después observé como Lee y los gemelos lanzaban guisantes a los demás estudiantes mientras Charlie les regañaba con una sonrisa.
Sonreí.
Después de todo estaba bien.
Estaba bien me dije mientras miré al cielo.
Y estaría mejor.
Habíamos acabado todos juntos, por eso las cosas saldrían bien.

La Dama DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora