22. Cámaras

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La chica rodeada de periodistas nos buscó entre la multitud, su sonrisa se hizo más grande cuando su mirada chocó con la nuestra.
-¡Claire!¡Charlotte!-corrió hacia nosotras dándonos un gran abrazo-.¡Os he echado tantísimo de menos! Tengo que contaros un montón de cosas-dijo enseñando sus bonitos dientes blancos con una sonrisa.
Los periodistas empezaron a rodearnos como un torbellino, pude ver como mi abuelo se acercaba con su gran gabardina negra ondeando. Las cámaras echaban chispas mientras distintas voces nos perseguían.
-¡Claire, cuánto tiempo! No sabíamos que eras amiga de la señorita Robinson.
-Gerald, apunta eso, emocionante reencuentro entre la dama dorada y Emma Robinson...Sí, claro, que la otra chica no entre en el plano.
-¡Claire! ¿Por qué ya no visitas a tu abuela en Paris? ¿Echas de menos Francia?
Mis amigas y yo dábamos vueltas sobre nosotras mismas mientras las cámaras nos iban arrinconando cada vez más, mi abuelo se hizo paso entre la muchedumbre llegando al interior del círculo junto a nosotras. Alzó su brazo y su varita despidió un gran ruido que hizo que toda la estación se estremeciera, parecía un disparo.
Toda el andén 9 3/4 se giró para mirar al exauror, no se oía ni una mosca.
-Mucho mejor-dijo mi abuelo mientras su potente voz retumbaba contra las paredes del túnel, miró a su alrededor-. Tengo entendido que los periodistas tienen el acceso restringido a este lugar, si no me equivoco-continuó alzando su grave voz y atravesando a los periodistas con su mirada-. Así que márchense ahora mismo y dejen tranquilas a estas niñas. Si quieren saber algo sobre sus padres, les recomiendo que les pregunten a ellos mismos en sus respectivas ruedas de prensa-los periodistas bajaron las cámaras y las vuela plumas con temor-. LARGO-gritó mi abuelo sin que su sombrero negro se moviera.
Unos pasos resonaron.
-Jefe Stump-murmuró una voz varonil con fingida simpatía-. No hace falta ponerse así, son mis invitados.
Un hombre guapo de piel dorada y mandíbula marcada apareció frente a nosotros, su camisa de color turquesa hacía juego con sus ojos, su pelo engominado junto con su traje satinado relucía contra la amarillenta luz de la estación.
Era el padre de Emma.
Mi abuelo lo miró de arriba abajo con una mirada que podría haber atravesado un muro de cemento, su bigote se movió de lado a lado como cuando algo le ponía nervioso.
-Señor Robinson, no esperaba contar hoy con su presencia-respondió mi abuelo con un tono de pocos amigos-. Lamento mostrarme así de brusco, pero no permitiré que utilice la amistad que tiene su hija con mi nieta para sus...-hizo una pausa como para no decir algo que no debía-. Objetivos empresariales, ¿de acuerdo? Si quiere quedar bien con la prensa invítela a su mansión en el centro de Londres y no a una estación llena de niños que no tienen nada que ver con usted.
Aedus Robinson continuaba sonriendo, es más, emitió una pequeña risa cuando mi abuelo terminó de hablar como si acabara de contar un chiste. Le dio a mi abuelo una palmada paternal en el hombro.Como si se creyera más listo que él.
-De acuerdo, ¡ya habéis oído al jefe, fuera de aquí muchachos!-se giró y miró a los periodistas-. Cuando termine de despedirme de mi pequeña, responderé todas las preguntas que tengáis fuera.
Los periodistas comenzaron a mirarse como si les acabaran de prometer el mayor premio de su vida y se desvanecieron en el aire. Poco a poco la gente comenzó a volver a sus cosas.
-No era necesario montar el espectáculo, Gabriel-lo miró con una sonrisa señalando el lugar donde estaban antes las cámaras.
-Admite que no te ha venido nada mal-respondió mi abuelo con tono helado.
Entonces los padres de Charlotte se acercaron y se presentaron con una sonrisa, casi se me había olvidado que para los muggles el padre de Emma era casi como una celebridad.
Más que una celebridad.
Un escándalo.
Y eso contaba más que cualquier cosa en aquellos días.
Desconecté de la conversación.
Miré a mi alrededor y choqué con la mirada de una persona que no esperaba ver allí. Una mirada que no esperaba ver en mucho tiempo.
Charlie Weasley estaba ahí mismo, más alto y musculoso que el año anterior, con la piel de un tono más cálido, el pelo desgreñado y una muñeca vendada. Grité su nombre llena de emoción mientras corría a abrazarlo. El chico me acogió entre sus brazos con una carcajada.
-Renacuaja-murmuró revolviéndome el pelo-. ¡Has crecido!
-¿Qué haces aquí? Pensaba que ya estarías estudiando dragones en Rumania-respondí emocionada.
-Estaba, pero tuve un percance con un Vipertooth Peruano-murmuró mostrándome el vendaje-.Así que, me dieron una semana libre para descansar y poder venir a ayudar a mi madre con los granujas de mis hermanos y de paso he aprovechado para despedirme de ti.
-Es triste lo de despedirnos, pero me alegro por ti. Seguro que serás el mejor dragonologista del mundo, a pesar de que un Vipertooth Peruano te haya atacado nada más empezar-bromeé.
El chico rió.
-En los libros parecía más fácil-murmuró encogiéndose de hombros.
El tren rugió a nuestras espaldas.
Era el momento.
-Me tengo que ir, pero estaremos en contacto.
-Por supuesto. Prometo enviarte una carta al mes como mínimo.
-Las estaré esperando-le di un gran abrazo-Nos veremos, Charlie Weasley.
-Por supuesto, dama dorada. Por cierto, échales un ojo a mis hermanos, y no le prendáis fuego a nada que pueda explotar.
Reí.
Las palabras que me dirigió Tonks el año pasado resonaron en mi cabeza mientras buscaba a mi abuelo en la estación.
"Un último consejo, cuidado con los Weasley, van a ser una competencia feroz.Pero también te aconsejo que los tengas en cuenta como posibles aliados. "
-¡Abuelo!-grité cuando lo vi.
Mi abuelo me abrazó despidiéndose.
-Te echaré de menos, pequeña. Este año también tenía un regalo para ti, pero no he tenido tiempo de dártelo, así que te estará esperando en Hogwarts.
-No hacía falta, abuelo-sonreí.
-Claro que la hacía, ya verás como me lo vas a agradecer. Bueno, ten cuidado, no te lo pases demasiado bien sin mí-me guiñó un ojo-. Y utiliza todo lo que tengas para ganar, un trozo de papel, una pulsera...-murmuró rozando la joya de Niebla-.Cualquier as bajo la manga es bien recibido.
Fruncí el ceño confundida.
-¿De qué hablas?
-Tu abuelo sabe más cosas de lo que parece, y sobre ser el rey de las bromas todavía más. Nymphadora Tonks, una chica prometedora, me informó de que habías entrado en la competencia y eras la que mayor potencial tenía. Esta pulserita que te regaló Daniel y el mapa pueden ser grandes aliados, pequeña.
Asentí.
-Que tu abuelo vea de lo que eres capaz, y, Claire, mantenme informado.
-Por supuesto-lo abracé de nuevo-. Muchas gracias, te quiero.
-Y yo a ti, pequeña. Ahora corre y a por todas.
Corrí hacia el tren mientras que la puerta se cerraba tras de mí.
Y vi como mi abuelo se iba haciendo más pequeño conforme el tren se alejaba.
Este año iban a suceder muchas cosas, lo presentía.

La Dama DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora