61. Regalices

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–Espera, ¿entonces dices que Emma os llevó a vosotros otra caja de bombones? –preguntó Lee.

–Sí, es lo que llevamos diciéndote una hora, Jordan–dijo Jackson mientras sus ojos se ponían rojos.

–¿Y cuando os habéis dado cuenta de que no podíais hacer magia? –miré al resto de Hufflepuffs ignorando la discusión de los otros.

–Estudiando para el examen de Flitwick. Al principio, los hechizos funcionaban, después su efecto se volvió más débil...–empezó James.

–Y entonces las varitas se apagaron–dijo Cedric sentándose a mi lado para enseñarme su varita.

Fred y George se arrastraron rápidamente sobre la hierba para verla.

–¿Tú habías visto algo así antes? ­–dijo Fred sin dejar de mirarla maravillado.

–En mi vida, es...brillante.

Los gemelos sacaron sus varitas y empezaron a revisarlas.

–Solo hay algo que no me cuadra–dijo Fred levantándose y tomando la varita de Charlotte sin permiso.

–¡EH!

Fred y George revisaron la varita de Charlotte que dejó de emitir una luz rosácea. Apagada.

–Charlotte, prueba la mía–dijo George.

La chica cogió la varita con el ceño fruncido, como si fuera la primera vez que viera una. Después, alzó la vista y, tras encoger los hombros, lanzó un hechizo congelante. La margarita frente a ella se volvió de hielo. Fred y George empezaron a reírse.

–Bombones antimagia...Son unos cabrones, pero unos muy listos.

–¿Qué es lo que pasa? –dijo Isaac con sus cejas blancas fruncidas.

Fred le devolvió la varita a Charlotte: –Lo que pasa es que tenemos una buena noticia. Han utilizado una especie de filtro que repele o bloquea la mágica. Lo que significa que las varitas están perfectamente...

–Pero la mala noticia es que somos nosotros los que estamos inutilizados... ¡Ah! Y lo peor, estamos jodidos para el examen de Encantamientos porque no tenemos ni idea de cómo lo han hecho.

Los gemelos se chocaron con orgullo. Alguien empezó a hiperventilar. Emma.

–¿Me estáis diciendo que no voy a poder hacer el examen?

–Eso parece, Robinson–dijo Lee tumbándose en la hierba.

Negué con la cabeza. Tenía que haber alguna solución. Cedric y Emma me miraron.

–Claire...

–Yo tampoco tengo la menor idea de cómo lo han hecho, lo único que sé es lo mismo que vosotros, han sido los Serpents.

–Charlotte, ¿tú no eras amiguita de Villin?

Jackson alzó una ceja mientras su cara tomaba la forma del chico y hacía como que intentaba besar a Charlotte.

–Eres idiota, Jackson–la chica lo apartó entre risas.

Los Hufflepuffs rieron. Parecía que no era la primera vez que Charlotte estaba con ellos...Parecía que todos se conocían de siempre. Era de las pocas veces que veía a Charlotte con una sonrisa desde hace semanas. "Y ayer, la vi en la biblioteca hablando con Cedric Diggory mientras colocaban unos libros". No entendía por qué Charlotte no contaba nada. Negué con la cabeza como si pudiera apartar los pensamientos.

–¿Y vosotros desde cuándo sois tan amigos? –preguntó Lee con cara de haberse comido una grajea con sabor a huevo podrido.

–Eso qué más da ahora, ¡tenemos la solución en nuestras narices! –dijo Simon Westbrook ajustándose sus gafas–Emma, no te preocupes, vas a hacer tu examen. Solo tenemos que hablar con Flitwick y utilizar a nuestro metamorfomago de confianza.

La sonrisa de Jackson tomó la forma de la de un lobo.




–Sigo pensando que este plan es una tontería. Ni bromas, ni explosiones, ni venganza... –Lee miraba el suelo esperando a que Jackson, James y Simon salieran del despacho del profesor Flitwick.

–Deja de quejarte, Jordan. Vamos a hacer nuestro examen que es lo importante–dijo Emma.

–Vamos a hacer nuestro examen siendo unos chivatos, eso va contra las normas de bromistas–contestó George.

–Ya entiendo porque los llamó Tonks para vigilar...

Fred también parecía bastante decepcionado por el plan.

–Deberíais dar las gracias, os vamos a ayudar. De hecho, podríamos habernos ido con nuestro "estúpido" plan y habernos salvado el culo porque, por si no os habéis dado cuenta, el plan se puede hacer sin vosotros. No le estáis haciendo ningún favor a nadie–dijo Cedric.

Fred lo miró con odio. Pero no respondió, no podía. Sabía que Cedric tenía razón y eso era lo que más le molestaba. Unos pasos se acercaron a la puerta. La cabeza de James se asomó.

–Emma, dice Flitwick que entres.

La chica asintió nerviosa y pasó. El silencio acompañó al portazo. El ambiente estaba tenso; Lee y Fred miraban al suelo mientras apretaban los labios formando una fina línea, nunca los había visto así; George lanzaba miradas a Cedric e Isaac como si estos fueran un boggart a punto de atacar; Charlotte seguía tan ausente como en los días anteriores; y Cedric...Cedric se sentó a mi lado en el suelo. Sacó un envoltorio y lo abrió. Un olor dulzón llegó a mi nariz. Empezó a mordisquear algo parecido a una pajita.

–¿Qué es eso? –pregunté.

–Regalices muggle –me tendió el sobre lleno de aquella especie de cuerdas rojas.

Negué con la cabeza. No pensaba coger comida de nadie en un tiempo. El chico encogió los hombros.

–¿Nervioso? 

–¿Por el examen?

–No, porque este sábado Ravenclaw os va a machacar según lo que he oído.

Una sonrisa rápida iluminó su cara.

–Bueno, no tendremos a Claire Alma en el equipo, pero igualmente daremos un poco de guerra.

–Roger es muy bueno.

Cedric mordió un regaliz.

–Yo también.

El chico me miró serio. Me sostuvo la mirada unos segundos, antes de que yo la apartara.

George y Charlotte también nos miraban. Apartaron la vista al suelo. Entonces, Flitwick abrió la puerta. James, Emma, Simon y Jackson, convertido en Cayden , salieron en fila.

–Cayden ya me ha informado de la situación y he decidido posponeros el examen a mañana. Además, hablaré con Severus para desbloquear vuestra magia cuanto antes.

Sonreí.

–Muchas gracias, profesor Flitwick.

El hombrecillo agachó la cabeza con una sonrisa amable.

–Esperad aquí, traeré–nos contó—uno, dos, tres, cuatro, ocho...once filtros restauradores.

–Diez, profesor. Yo no comí bombones.

–Perfecto, Charlotte, entonces serán...

Un grito resonó en el pasillo.

–¡FRED!

La voz chillona de Ron se escuchó en todo el castillo. Fred se rascó la cabeza con una sonrisa nerviosa.

–Mejor que sean doce, profesor.

El hombre puso los ojos en blanco y asintió.

La Dama DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora