Charlotte miraba distraída a Lee, mientras éste ayudaba a colocar grandes volúmenes a la señora Pince como castigo. Habían pasado días, semanas, desde la pelea y todavía seguía en boca de todos, pero eso a Charlotte no le importaba. Lo que le hacía estar más apagada que de costumbre era que Lee a penas le dirigía la palabra.
La luz dorada entraba por los amplios ventanales e iluminaba el lugar, se acercaba el verano.
—Y, este—Emma dejó caer pesadamente otro libro de pociones sobre mis brazos tendidos. Charlotte pestañeó volviendo con nosotras por unos segundos, justo antes de volver a seguir con la mirada los rizos de Jordan—.Creo que toda la información que quieras sobre la poción de aliento de fuego la vas a encontrar aquí.
Asentí y sonreí agradecida.
—Gracias, Emms.
—¿Me piensas decir ahora que vas a hacer?—alzó las cejas inquisitivamente.
—No—sonreí sacando una sonrisa de derrota entre los labios de mi amiga.
—¿Cómo va la competición?—intervino Charlotte con sus ojos todavía fijos en el chico.
Emma y yo nos miramos de reojo. Estábamos preocupadas, a penas hablaba últimamente. Forcé una sonrisa.
—Genial, he vuelto al primer puesto. Al parecer los Bludgers le están haciendo la vida imposible a los Serpents y no están consiguiendo muchos puntos desde hace semanas.
La chica rubia seguía mirando hacia otro lado, pero escuché el orgullo en su voz cuando habló.
—Me alegro, esos idiotas se lo merecen.
Los ojos azules de Emma me miraron fugazmente.
—Oye, Charlotte, ya sé que no quieres hablar del tema...¿pero estás bien?
Los rizos de rubios de Charlotte se sacudieron cuando nos miró. El único color que le quedaba en el rostro era el rosa fucsia de las puntas.
—Estoy perfectamente.
Suspiré.
—No lo estás, Charlotte, por favor. ¿Qué pasó? No nos has contado lo de Cayden, y, bueno, lo de Cedric...Emma y yo ni siquiera sabíamos que lo conocías.
La mandíbula de la chica de ojos verdes se tensó como una cuerda.
—Si sabéis que no quiero hablar del tema, no sé porqué lo sacáis—la chica se giró bruscamente dispuesta a irse como un torbellino.
La agarré del brazo.
—De acuerdo, cuando quieras hablarlo que sepas que nos tienes aquí. Pero mírame y escucha, déjate la teatralidad Campbelliana un segundo— esto sacó una leve sonrisa en los labios de mi amiga—. Si quieres solucionar eso—susurré señalando a Jordan que estaba unos estantes más adelante—. Ayúdalo a terminar los turnos todas las tardes, y no esperes a que venga él a hablar contigo. Lo siento mucho pero te toca arrastrarte, se lo ha ganado.
Emma asintió.
—Es verdad. Quien lo iba a decir, me parecerá un idiota, pero fue el único que saltó a defenderte y no le has dado ni las gracias.
Charlotte frunció sus anchas cejas y miró hacia el suelo avergonzada, después de coger aire y cerrar los ojos unos segundos, suspiró justo antes de desaparecer entre los estantes.
—Bueno, hemos conseguido algo— susurré mirando entre los libros.
Charlotte se acercó a hablar con Lee, éste respondió poniendo los ojos en blanco y dejando caer un pilón de pergaminos en las manos de la chica, y luego, furtivamente, se dio la vuelta con una gran sonrisa en la cara. Alcé las cejas.
—Al parecer Myers tenía razón, Jordan está por Charlotte.
Emma río.
—No sé porqué, pero tengo la sensación de que ni él mismo se ha dado cuenta—reí ante la ocurrencia de Emma—. Bueno, ¿no me vas a dar ninguna pista de lo que quieres hacer con todo esto?
Mi sonrisa se extendió por mi cara.
—Voy a hacer una de las mayores locuras de mi vida, Emms.
Pero iba a necesitar ayuda, pensé. Sola no podría hacerlo, y en el caso de que lo consiguiera, me pillarían. Un ruido se escuchó en la entrada de la Biblioteca.
Emma y yo miramos extrañadas, la señora Pince regañaba a Fred y a George Weasley. George me devolvió la mirada desde el otro lado de la estancia y Fred me sonrió con malicia. La idea se trazó en mi mente.
Definitivamente iba a ser una locura.***
—Me da igual, Claire—respondió Fred sin mirarme mientras seguía su partida de Snap explosivo con Lee—. Ya nos hemos deshecho prácticamente de los Serpents. Nuestro trato ha acabado.
Bufé frustrada.
—Sería de las mejores bromas que se han hecho en la historia. Solo necesito un poco de ayuda, una distracción. Además, ganaríais muchos puntos también, os podría ayudar a hacer...
Fred se giró.
—No. No somos un equipo, no somos amigos. Cada uno vamos por nuestra parte. ¿Tienes una buena idea y no puedes hacerla? Lo siento, pasas a algo más... asequible para tu condición.
—Es mi broma final, por favor. Ganaría la competición si...
Fred rió con ironía mientras miraba de reojo a Lee como si no dejara de decir tonterías.
—Claire, nosotros también queremos ganar—murmuró Lee tirando una carta.
—Vamos a ganar—corrigió Fred.
Puse los ojos en blanco y miré a George quien estaba pensativo.
—¿Tú no dices nada?—gruñí.
George suspiró.
—Tienen razón, Claire. Esto es una competición y cada uno quiere ganar, lo siento.
—Os podría ayudar a vosotros. Suministros, distracciones, estrategias, vigilancia... cualquier cosa.
George pareció considerar la oferta y miró a su gemelo, quien negó con la cabeza.
—Fred, los suministros no nos vendrían nada mal ahora mismo.
Lee también levantó la cabeza interesado, pero no dijo nada.
—He dicho que no—respondió Fred.
—Fred, somos un equipo, aquí no eliges solo tú, ¿qué dices, Lee?
Lee se rascó la nuca.
—Estamos pelados, Fred.
Fred bufó molesto y tiró sus cartas al suelo. Después miró a sus amigos.
—No me lo puedo creer...
—Por favor, Fred, deja tus espectáculos de reina del drama y dile lo que queremos—lo cortó George.
Fred entrecerró los ojos. Nunca los había visto enfrentados.
—Últimamente estás muy servicial con la dama dorada... Primero le dices lo del anillo, después la cubres, luego das la idea de la alianza y ahora esto—Fred miró la cara sorprendida de su hermano—. Venga, hermanito, que no soy idiota. Odias la tarta de frutas del bosque, ¿no se te ocurría una excusa mejor para levantarte?
Las orejas y las mejillas de George se pusieron del mismo rojo que las paredes de la sala común.
—Fred, que no sea tu perrito faldero no significa que sea el de ella.
—Puffffff, eso ha dolido—murmuró entre risas Lee.
Fred lo fulminó con una mirada.
—De acuerdo. Te ayudaremos, Claire, pero no somos una organización caritativa, necesitamos algo grande a cambio.
—Lo que digáis—dije seriamente.
La sonrisa que surcó el rostro del pelirrojo no me gustó nada.
—Queremos 50 galeones...por cabeza.
Era una suma considerable pero podría hacer algo.
—De acuerdo, 150 galeones.
Fred levantó un dedo como si no hubiera terminado.
—También quiero ese pergamino tan chulo con el que te veo todas las noches cuando sales—la sonrisa inocente de Fred se me hizo más insoportable que si me hubiera escupido.
Quería el mapa.
Fruncí el ceño.
—¿Cómo...
—Soy muy observador, quiero la contraseña para abrirlo y para cerrarlo, además de que me enseñes cómo funciona.
Los otros dos chicos me miraron extrañados.
—Te pediría la pulsera esa, pero te pega más a ti y no la podemos utilizar todos—se encogió de hombros.
Abrí la boca sin saber que decir.
Iba a necesitar su ayuda si quería ganar. Suspiré.
—De acuerdo, pero bajaré a 30 galeones por cabeza.
Fred sonrió mientras extendía su mano y sellábamos el pacto con un apretón.
—Un placer, hacer tratos con usted.
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La Dama Dorada
Fiksi PenggemarClaire es la legítima heredera del ministerio español y el francés, perteneciendo a dos de las familias más poderosas del mundo mágico. Así, se encontrará en un mundo que ella no ha elegido, rodeada de lujos, de humillaciones, de abusos y corrupción...