Mi madre continuaba con su rostro serio mientras el carruaje aterrizaba. Estaba muy extraña desde que fuimos a la ópera. Más que extraña, nerviosa. Sus manos temblaban constantemente, bajo sus ojos habían aparecido ojeras que eran la prueba de que no dormía adecuadamente y su mirada repasaba toda la sala como si buscara algo.
Cada vez tenía más claro que algo estaba pasando, sobretodo, por Eugene al que no había visto desde la noche de la ópera.
—Ya hemos llegado—susurró mi madre.
Asentí y me acerqué a la puerta tomando el pomo con cuidado. Cuando iba a abrir la puerta una mano se posó en mi espalda.
—Prométeme que vas a tener cuidado. Por favor, a la mínima cosa extraña que veas escríbeme o mándales una carta a tu abuelo o a tu padre.
Fruncí el ceño.
—¿Qué es lo que pasa, mère?—murmuré.
—Que pases un buen verano—respondió cuando un elfo doméstico abrió la puerta de golpe con Yara saltando de un lado para otro a sus pies.Terminaba de responder a una carta que había llegado de parte de los gemelos esa misma mañana, mientras Regiah dormitaba apoyada en la ventana abierta y Yara mordisqueaba un gran hueso que no sabía de donde había sacado. Iba a poner un punto sobre el pergamino cuando un graznido resonó por toda la habitación, despertando a Regiah y haciendo que una mancha de tinta cayera sobre mis palabras.
Un cuervo se movía de un lado para el otro sobre una rama junto a mi ventana.
—Maldito cuervo—mascullé tomando otro pergamino para repetir mi mensaje.
Al instante un gran revoloteo se escuchó junto a la rama, mientras Regiah comenzaba a graznar de forma amenazante y Yara alzaba la vista de su hueso.
Más cuervos aparecían con cada segundo que pasaba.
Entonces algo sucedió. Todos se abalanzaron sobre el cristal, llevándose a Regiah por delante y entrando una veintena de cuervos a mi cuarto como si fueran una gran masa negra.
No podía ver nada. Sentía cientos de garras y de picos me arrañaban la piel como dagas. Notaba como se enganchaban a mi piel como punzones y tiraban hacia abajo desgarrándome como si fuera una tira de papel. Me estiraban del pelo, como si fueran gusanos que buscaran arrancar de la tierra, mechones de pelo caían a mi lado.
No podía moverme, solo gritaba mientras me arrinconaba bajo la mesa.
Un rugido se escuchó a mi lado. Yara había conseguido llegar hasta mí. Abrí los ojos un segundo para ver como sus ojos dorados me devolvían la mirada, y como aquel día en el bosque, puso su frente sobre la mía.
Una zarpa resbaló por mi mejilla y sentí como la sangre caía sobre ella como si fueran lágrimas. Eso fue lo último que sentí.
Después, todo se volvió blanco.Aspiré aire como si me hubiera ahogado y hubiera vuelto a la vida. Me incorporé sin darme cuenta, hinchando mis pulmones de aire. Mi pecho se sacudía con violencia mientras un sudor frío me empapaba por todos lados.
Los cuervos. Las garras. La sangre.
Mi corazón daba tumbos como si hubiera corrido una maratón.
Pasé enloquecida las manos por todo mi cuerpo y mi rostro. Ni un rasguño.
Estaba sobre mi cama, y la ventana estaba levemente entornada dejando entrar la brisa. A mis pies estaba Yara dormida pero no había ni rastro de Regiah.
Había sido un sueño muy real.
Había sentido como esas garras me cortaban como cuchillas, los tirones de pelo. Todo.
En ese momento alguien entró en mi habitación.
—Buenas noches, bella durmiente. Ya es hora de cenar—anunció mi tía sentándose a mi lado en la cama.
—¿Donde está Regiah?—pregunté preocupada.
Helena frunció sus cejas castañas sin entender mi preocupación.
—Abajo. Estaba robando unas sardinas de la cocina.
Suspiré aliviada.
"Lo ves, no hay de que preocuparse, ha sido una pesadilla nada más".
La jefa del departamento de criaturas fantásticas se levantó para cerrar la ventana.
—Bueno, ¿piensas bajar ya o quieres seguir poniendo esa cara de haber visto a un Boggart?
Me destapé rápidamente, despertando a Yara. Deslicé mis pies dentro de mis zapatillas de estar por casa cuando mi tía rió levemente.
—Mira lo que he encontrado, es preciosa—murmuró a mi espalda.
Me giré a ver que era lo que había encontrado. Entre los dedos de mi tía se encontraba algo de un negro azulado que parecía afilado.
Una pluma de cuervo.***
Pasaba los dedos sobre la pluma, separando los filamentos que la formaban.
Llevaba toda la semana pensando en aquellos cuervos. No entendía que había pasado.
Me sentaba horas sobre las escaleras de la mansión, bajo la mirada de todos mis antepasados buscando respuestas. Pero todas mis conclusiones eran las mismas.
¿Si había sido un sueño que hacía allí esa pluma?
—¿Otra vez con esa pluma?—apareció mi tía sacudiendo su pelo que rozaba su barbilla—. ¿Se puede saber por qué es tan especial?
Dejé la pluma y miré a mi tía.
Los cuervos volvieron a clavarse en mi mente e inconscientemente pasé mi mano por mi rostro, en el mismo lugar donde me habían hecho el último arañazo.
No dejaba de pensar en que mi madre me había advertido de que si pasaba cualquier cosa se lo dijera a alguien, pero por alguna razón sentía que no debía contar eso. Que aquello era mi secreto.
Volví a mirar a la hermana de mi padre, quizás podría ayudarme.
—El otro día soñé que mientras escribía una carta un cuervo se posaba a mi lado y me miraba. Parecerá una tontería, pero sentí que era real y después, me desperté y ahí estaba una pluma de cuervo, cuando aquí no hay cuervos.
Mi tía entrecerró los ojos y después una sonrisa apareció en su rostro.
—¿Has conocido a un Uccello últimamente?
Fruncí el ceño.
—Sí, a Dante, en la ópera. ¿Por qué?
Negó la cabeza con una sonrisa como si fuera lo más evidente del mundo.
—Tus abuelos, Leonardo y Diana eran muy amigos de los Uccello, así que, normalmente pasábamos las vacaciones con ellos. El caso, es que la hermana del padre de Dante, Dianora Uccello, se obsesionó con tu padre —inclinó la cabeza hacia adelante—. Dianora perseguía a tu padre a todos lados, y cuando volvía a Ilvermorny todas las noches soñaba que un cuervo se posaba en su ventana y lo observaba—mi tía sonrió con ternura—. Casualmente, ese era el pájaro de Dianora. Al parecer los Uccello pueden comunicarse a través de su pájaro por medio de los sueños, y si has conocido a Dante...
—Es posible que haya sido él—concluí.
Todo cuadraba. Recordé el tono amenazante del italiano y como los pájaros se me enganchaban en la piel. Definitivamente había sido él.
—Lo único, es que no podemos saber seguro si ha sido él, porque todavía no se ha hecho oficial que pájaro lo ha aceptado. Hay rumores de que podría ser un halcón, otros han dicho que un azor, aves de presa, pero nada de un cuervo... Aunque puede ser que no hayan hecho pública su ave si no se trata de un ave de ese tipo. No me extrañaría la verdad.
Había sido Dante, estaba segura.
—¿Yo puedo hacer eso entonces con Regiah?
Mi tía negó con la cabeza.
—Regiah es un ave Uccello pero, tú, eres una Alma. Así que no, pero tú debes tener alguna habilidad especial con Yara.
Fruncí el ceño.
—¿Una habilidad especial?
—Más bien un don Alma. Cada Alma y su lobo tienen un poder distinto dependiendo de sus personalidades. Por ejemplo, el lobo de Enrique el metamorfomago era capaz de convertirse en cualquier otro animal. Según cuentan durante el alzamiento de los vampiros, en las batallas su lobo se convertía en un dragón, quemando a todos los enemigos.
—Me encantaría poder hacer eso.
Sonrió con dulzura.
—Bueno, también hay dones más... peculiares. El de la tía Hortensia era capaz de hacer aparecer cualquier tipo de comida que le apeteciera. Es bastante útil si vives a la intemperie para sobrevivir, pero cuando vives en una mansión...
—¿Te crees que no te estoy escuchando, jovencita?—gritó meneando sus tirabuzones y acercándose al marco del cuadro.
El grito despertó a otros de mis antepasados que dormían.
—No te pongas así, tía. Helena tiene razón—rió mi bisabuelo.
Al instante mi tía invadió su cuadro con el rostro rojo de rabia.
—Escucha, sobrinito. Te creerás muy mayor con ese bigote blanco y con ese sombrerito rídiculo al que llamas bombín, pero yo, ¡yo! He cambiado tus pañales—clavó su dedo regordete el pecho del asustado exministro—. Así que por mucho ministro que hayas sido sigo mereciendo un respeto, ¿ME HAS OÍDO?
El bombín de mi bisabuelo cayó al suelo.
—Sí, sí, sí. Lo siento, tita. No volverá a suceder—asintió repetidamente.
—Así me gusta, Miguelito—sonrió tomando uno de sus mofletes.
Mi tía y yo nos miramos antes de reír a carcajadas.
Adoraba ser una Alma.
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La Dama Dorada
FanficClaire es la legítima heredera del ministerio español y el francés, perteneciendo a dos de las familias más poderosas del mundo mágico. Así, se encontrará en un mundo que ella no ha elegido, rodeada de lujos, de humillaciones, de abusos y corrupción...