31. Farsantes

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Corrí por los pasillos dejando atrás mi firma, una corona de tres puntas resplandecía sobre el suelo de las mazmorras cubierto de chicle. Aquel día los alumnos de tercero y de segundo no podrían hacer su examen de pociones, una lástima.
Aquella era mi décima broma desde que había pasado de fase, de los más de doscientos bromistas que entramos en las pruebas, solo los Bludgers, los Serpents y yo quedábamos en pie.
Pero solo un nombre pasaba de boca en boca en Hogwarts.
La Corona de tres puntas.
Todo el mundo me adoraba, todo el mundo decía conocer mi identidad secretamente, aunque las únicas que lo sabían eran Emma y Charlotte. Bueno, y los Weasley y Jordan para mi desgracia.
Subí las escaleras del castillo para hacerme visible tras una columna, miré esa pulsera plateada que tanto adoraba. Los ojos de Daniel aparecieron en mi mente, echaba de menos al chico, hablaba con él regularmente pero no era lo mismo, quería verlo. Necesitaba verlo.
Abrí la gran puerta de madera de la biblioteca, Emma leía un libro mientras que Charlotte hacía tirabuzones en su pelo con la varita.
—Misión cumplida—susurré sentándome junto a ellas.
Charlotte me miró con alivio.
—No sé que haría sin ti—contestó.
—Si estudiaras, Claire no tendría que estar gastando bromas para que cancelen las clases—Emma miró a Charlotte, ésta le saco la lengua haciendo que la chica de ojos azules sonriera—.Bueno, un repaso extra nunca está de más—murmuró encogiéndose de hombros.
Charlotte miró a Emma con complicidad.
—Y ahora te viene mucho mejor, porque Davies te tiene un poco... entretenida—rió Charlotte.
Emma levantó la cabeza del libro con la cara sonrojada y después golpeó a la chica con él en el brazo.
—Solo estudiamos juntos—Emma puso los ojos en blanco pero una sonrisa apareció en sus labios.
—Solo estudias su cara bonita—continué.
—Cuando tú estudiabas la cara bonita de Charlie nadie te decía nada—respondió Emma leyendo su libro.
—Uffffff, eso ha tenido que doler—rió Charlotte dándome en el hombro y chocando puños con Emma.
—No te rías tanto que todas sabemos que cuando vienes a los entrenamientos no es para aprender jugadas—dije riendo.
Charlotte sonrió curvando un lado de su boca de manera orgullosa.
—No lo voy a negar—se encogió de hombros—. A Wood le queda muy bien la equipación.
Emma y yo pusimos los ojos en blanco.
—De verdad, Claire, no sé como tienes tiempo para todo. Los entrenamientos, estudiar, las bromas y además las sesiones de cuentos. A mí me daría un ataque—Emma me miró.
—Aprovecho mejor el tiempo si tengo mucho que hacer—me encogí de hombros.
En ese momento el profesor Snape entró en la biblioteca, sus ojos oscuros mostraban rabia y sus movimientos eran bruscos y rápidos.
Acercó su varita a su rostro.
—Una vez más la conocida Corona de tres puntas ha hecho de las suyas—el encantamiento de sonido hizo que la voz del profesor de pociones resonara por toda la estancia asustando a los alumnos que no habían reparado en su entrada—.Las mazmorras han sido cubiertas de arenas movedizas de chicle, por lo que han sido desalojadas hasta próximo aviso, los exámenes y las clases en esa zona serán suspendidas y se retomarán cuando el problema se resuelva. Cómo ya sabéis, si alguien conoce la identidad de esta persona o grupo de personas seréis bien recibidos en mi despacho y generosamente recompensados.
Snape se marchó dejando a los alumnos sorprendidos y emocionados, los susurros recorrieron la biblioteca.
—Has vuelto a formar un caos—murmuró Emma mirando a su alrededor.
—Parece que sí—dije con una sonrisa mientras me levantaba para buscar unos libros para mis deberes.
Recorrí los estantes mientras los susurros tropezaban en mi camino. Todos ellos sobre La Corona de tres puntas, mi sonrisa creció con orgullo, pero uno de los comentarios me ató al suelo.
—Está claro que La Corona de tres puntas son los Weasley y Jordan—susurró una chica de Ravenclaw de tercero.
El resto de alumnos de esa mesa alzaron la cabeza, un chico de Slytherin que pasaba por allí se giró con interés.
—Eso es imposible, La Corona de tres puntas es una persona, no un grupo—respondió como si fuera lo más estupido que había escuchado en su vida.
—¿Y si eso es lo que nos quieren hacer creer?—contestó la chica alzando las cejas—. Pensadlo, todo cuadra. Tres puntas, una por George, otra por Fred y la última por Jordan.
"Una punta por ti, otra por Emma y otra por mí" el recuerdo atravesó mi mente con ironía.
La gente de alrededor dejó escapar un suspiro de asombro, la chica de Ravenclaw asintió y se inclinó más sobre la mesa como para contar un secreto, mientras dibujaba algo en un papel.
Una corona de tres puntas.
—Además, las tres puntas tienen una forma curiosa ¿no? Parece que forman una letra—continuó dejando al resto observar el dibujo.
Una chica rubia de Hufflepuff abrió los ojos.
—Una W mayúscula...—murmuró incrédula.
La chica de Ravenclaw la apuntó con su pluma mientras sonreía, el chico de Slytherin parecía no creer lo que sucedía.
—Todo encaja, también se sabe que La Corona de tres puntas es un Gryffindor y probablemente de segundo o de tercer año, porque casualmente las bromas siempre las hace cuando hay exámenes de esos cursos.
Todos los alumnos de aquella mesa miraban a la chica con la boca abierta.
—Más de medio colegio sabe que ellos son La Corona de tres puntas—se encogió la chica de Ravenclaw.
—Es verdad, yo también lo he oído—dijo una chica de Gryffindor de tercero que acababa de aparecer—. Y por lo visto es cierto, el otro día escuché a los gemelos hablando con varias chicas de segundo en la sala común, y les preguntaron que si era verdad lo que decían y no lo negaron, es más, George dijo "¿Vosotras que creéis?" y después se fueron riéndose.
—Son ellos está claro—murmuró la chica de Hufflepuff.
Miré la escena boquiabierta y corrí a esconderme tras un estante, la furia corroía mi interior. Todo el mundo creía que eran ellos.
Ellos mismos no lo negaban.
Se estaban apropiando de mis bromas.
Pero había algo que me molestaba más, odiaba a Fred, pero yo me había fiado de George. Nuestra conversación en los vestuarios pasó por mi cabeza. Había sido una estupida.
Había creído que podía ser amiga suya.
Había creído que él era diferente a su hermano.
Todo había sido una trampa y yo había caído en ella como un tonta.
Golpeé un libro con enfado.
Un ruido se escuchó tras de mí.
Una sombra me sacó de mis pensamientos.
Cedric Diggory me observaba con curiosidad a través de los estantes, me había visto. Le devolví la mirada por un segundo, justo antes de salir como un torbellino en busca de aquellos idiotas pelirrojos.

La Dama DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora