14. La Cuentacuentos

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La noche anterior aparecía en mi memoria como un bonito sueño, cuando me desperté miré hacia el techo de terciopelo granate con un gran leon bordado con hilo dorado, ese iba a ser mi primer día en Hogwarts.
Emma, Charlotte y yo nos vestimos rápidamente y bajamos por las escaleras de mármol hasta llegar al comedor.
Nos sentamos en un hueco que había cerca de otros estudiantes de primer año, todavía no había mucha gente pero el sonido de los cubiertos y los murmullos cubría el aire. Mientras me servía el zumo de naranja unos cuantos estudiantes que pasaban por nuestro lado se giraban y me saludaron:
—¿Qué tal, Claire?—saludó un niño de voz aguda con ojos azules y pecas.
—¡Claire! ¿Cuando vas a contar otro cuento?¡El de ayer fue genial!—dijo Rose a su lado.
—¡Sí! ¿Cuando?—preguntó una chica que estaba sentada junto a mí.
—La verdad es que no lo sé—respondí encogiéndome de hombros—.Solo fue para tranquilizar los ánimos en la primera noche...
Varios estudiantes se inclinaron hacia mí sorprendidos.
—¿Entonces no vas a contar más cuentos?—preguntó Rose con los ojos abiertos.
—Lo siento, me encantaría pero no sé si podemos hacerlo...
—Weasley es tu amiguito, convéncelo y que hable con McGonagall—propuso Charlotte a mi lado—.Venga, Claire...
Charlotte y Emma se unieron a la conversación inclinando la cabeza para mirarme.
—Además, he oído que en las otras casas hay niños que lo han pasado fatal esta noche, ellos también deberían de tener la oportunidad de oír tus historias,—añadió Emma—podríamos hacer como una reunión semanal en la biblioteca para que Claire lea un cuento.
Casi me entraron ganas de reír cuando Emma se refirió a los cuentos de Bastian como mis historias.
No eran mías eran de él.
Bastian me había dejado retazos de su alma para que las compartiera con los demás cómo él quería.
Los alumnos de primer año comenzaron a asentir emocionados, parecía que en cualquier momento iban a explotar como si fueran cohetes.
—Sí, eso sería genial—exclamó alguien.
—Vamos a hacerlo.
El círculo que habíamos formado se convirtió en una masa que no dejaba de murmurar, todo el mundo iba intercambiando ideas, iban corriendo a decírselo a sus compañeros y la noticia comenzó a volar por la mesa de Gryffindor.
—¡Mirar ahí viene Charlie Weasley!—gritó alguien.
—¿Qué pasa aquí?—preguntó Charlie mientras miraba a la multitud con curiosidad.
—¡Queremos que Claire cuente más cuentos!—exclamó Rose con alegría.
Charlie abrió la boca levemente comprendiendo lo que sucedía, se metió las manos en los bolsillos tranquilamente y dijo con una gran sonrisa:
—Estoy totalmente de acuerdo, pero ¿qué dice ella?
Los ojos azules de Charlie caieron sobre mí.
Quería contar aquellos cuentos, era el sueño de Bastian y además también adoraba compartir sus historias.
Asentí mirando a Charlie.
—Queremos hacer una reunión semanal nocturna en la biblioteca, para que los estudiantes de las demás casas puedan venir—respondí con decisión.
—¿Algún día en especial?—inquirió ladeando la cabeza haciendo que su pequeña coleta se moviese.
—El sábado sería perfecto.
Charlie asintió mirándome con orgullo.
—Vale, ya me encargo yo.
Los estudiantes comenzaron a gritar emocionadas, el círculo se dispersó por el resto del comedor esparciendo la noticia. Charlie parecía que se iba a marchar pero se volvió mirándome.
—Por cierto, muchas gracias por echarnos una mano ayer, hiciste un trabajo estupendo, de verdad—dijo con sinceridad.
—Gracias—murmuré agachando mi rostro enrojecido.
—Bueno, desayunar rápido que ya queda poco para que empiece vuestra primera clase—se despidió guiñándonos un ojo.
Charlotte y Emma rieron escondiéndose tras sus copas llenas de zumo.
—¿Qué?—pregunté sabiendo perfectamente de que se reían.
—Te has puesto roja como un tomate—se rió Emma.
Charlotte se rió todavía más y yo le di con la servilleta en la cabeza mientras sonreía.
***
Ya era casi la hora de comer pero nos quedaba una clase antes.
Vuelo.
Adoraba volar, el Quidditch era mi deporte favorito, aunque no tenía muchas oportunidades para practicar, ya que mi abuela y mi madre decían que no era un deporte para señoritas.
El día estaba siendo perfecto para Emma y para mí, ambas fuimos capaces de conseguir algunos puntos en las clases anteriores, sin embargo, Charlotte era un desastre.
Al venir de una familia de muggles todo era nuevo para ella, incluso las cosas del día a día, y ya si hablábamos de conceptos que eran nuevos, incluso para mí, Charlotte se convertía en un huracán. A lo largo del día habíamos tenido varios accidentes, en pociones su caldero había explotado, causando una gran cantidad de hollín que nos cubrió a todos y que desprendía mal olor, el profesor Snape hizo desaparecer rápidamente el humo negro con un hechizo, parecía bastante sorprendido de que Charlotte hubiera causado esa explosión.
—Diría que eres una inútil, pero hay que tener ciertas... habilidades para conseguir esta reacción con los ingredientes que tienes—murmuró sin mirarla mientras caminaba entre las mesas—.Cinco puntos menos para Gryffindor.
En la clase de encantamientos la suerte de Charlotte no cambió, no lograba hacer levitar la pluma que había frente a ella, por lo que frustrada agitó violentamente su varita y en vez de apuntar a la pluma, apuntó sin querer al pequeño profesor Flitwick, que comenzó a flotar por encima de los alumnos mientras exclamaba sorprendido.
Afortunadamente habíamos tenido Historia de la Magia, por lo que Charlotte no pudo causar otro desastre, sin embargo no sabía que podría pasar en vuelo.
Charlotte agobiada había recogido su abundante cabello en un desordenado moño del cual salían disparados rizos rubios por todas partes.
—Espero que vuelo se me de mejor...—suspiró.
—Ya verás como si—la tranquilizó Emma con una sonrisa.
—¡Paso!—dijeron unas voces detrás de nosotras al unísono.
Eran los gemelos con Jordan, quienes corrían emocionados hacia el campo de quidditch.
—¿Qué vas ha hacer ahora, Campbell? ¿Vas a desaparecer con tu escoba entre las nubes?—gritó Lee girándose para mirarla.
Charlotte puso los ojos en blanco.
—Ojalá y te tropieces, Jordan—gritó enfurecida mientras miraba como el chico se reía mientras corría—.Imbecil—susurró.
Los Slytherins ya estaban allí, y también las veinte escobas, cuidadosamente alineadas sobre la verde hierba. Entonces llegó la profesora, la señora Hooch. Era baja, de pelo canoso  y puntiagudo disparado en todas las direcciones, lo que realmente me llamó la atención de ella fueron sus ojos amarillos como los de un halcón, que me recordaron a los míos.
—Bueno ¿qué estáis esperando? —bramó—. Cada uno al lado de una escoba. Vamos, rápido.
Miré mi escoba, era vieja y algunas de las ramitas de paja sobresalían formando ángulos extraños.
—Extended la mano derecha sobre la escoba —nos indicó la señora Hooch— y decid «arriba».
—¡ARRIBA! —gritamos todos.
La escoba de Charlotte voló hacia su rostro dándole un fuerte golpe en la mejilla.
—Empezamos bien...—murmuró mientras se palpaba la mejilla.
Lee que estaba frente a nosotras comenzó a reírse, pero esto hizo que su escoba cambiara de trayectoria y le diera fuertemente en la entrepierna. El chico de rizos negros se dobló en dos mientras aullaba de dolor, varios Slytherin se rieron con Charlotte. Emma parecía bastante asustada por alguna razón, y miraba a la escoba como si esta le fuera a atacar.
Cuando todos conseguimos coger nuestra escoba, la señora Hooch nos enseñó cómo montarnos en ella, recorrió la fila, corrigiéndonos la forma de sujetarla.
—Ahora, cuando haga sonar mi silbato, dais una fuerte patada —dijo la señora Hooch—. Mantened las escobas firmes, elevaos un metro o dos y luego bajad inclinándoos suavemente. Preparados... tres... dos...
Unas chicas de Slytherin de varios cursos superiores aparecieron cortando la cuenta atrás de la señora Hooch, sin embargo, Charlotte nerviosa dio una patada antes de tiempo propulsándose en el aire, la chica comenzó a ascender a gran velocidad mientras gritaba.
—¡Vuelve, Campbell!—gritó la profesora.
Charlotte miró atemorizada a la señora Hooch y por alguna extraña razón la escoba de Charlotte giró hacia nosotros descendiendo, eso sí, a una velocidad altísima.
—¡A CUBIERTO!—gritó la señora Hooch.
Pero ya era demasiado tarde y Charlotte chocó con dureza contra la chica que lideraba el pequeño grupo de Slytherins que se dirigían hacia el campo. Ambas salieron disparadas en distintas direcciones, mientras que la escoba prosiguió su camino hasta que chocó fuertemente con los muros de piedra del castillo, partiéndose en dos con un ruido seco. Aunque estaban bastante lejos pudimos ver cómo la chica de Slytherin se levantaba con ayuda de sus amigas, mientras que Charlotte intentaba levantarse con torpeza, la chica al estar de pie comenzó a andar furiosa y empujó a Charlotte contra el suelo, al ver esto salí corriendo.
—¿Se puede saber quién te has creído que eres?—gritó la Slytherin.
—Lo siento, ha sido un accidente—dijo Charlotte.
La chica de pelo castaño volvió a empujarla.
—¿Qué pasa que creías que podías meterte conmigo, mocosa?
Charlotte se levantó y la miró con odio, su mirada podría haber partido un árbol en dos.
—Mira, yo no iba a por ti, ya he dicho que ha sido un maldito accidente—respondió Charlotte dejando atrás su tono de disculpa—.Pero como vuelvas a tocarme, quizás la próxima vez no lo sea.
Aceleré el paso al ver la situación y pude oír cómo la profesora Hooch se acercaba detrás de mí.
La chica abrió los ojos divertida y después echó la cabeza hacia atrás en un una cruel y sonora carcajada.
—¿Lo habéis oído? Me está amenazando, a mí—exclamó dirigiéndose al grupo de chicas que la rodeaban, se acercó amenazadoramente a Charlotte—. Escúchame, te has metido con quien no debías...y te vas a arrepentir, me encargaré de ello.
—Déjala en paz ahora mismo—ordené poniéndome junto a Charlotte—. Tócala y te las verás conmigo—amenacé cruzándome de brazos frente a la chica que era mucho más alta que yo.
—Con que escondiéndote detrás de la realeza, ¿eh?—dijo ignorándome—.Nos volveremos a ver rubita.
—Vuelve a amenazarme y me dará igual quién esté delante, te voy a destrozar, no necesito que nadie me defienda—Charlotte me miró de reojo y se puso delante de mí.
Entonces la Slytherin sacó en un movimiento rápido su varita y la acercó al cuello de Charlotte.Unos pasos se apresuraron sobre la hierba.
—Alexandra, suelte esa varita ahora mismo.
La profesora Hooch apareció a nuestro lado y se interpuso entre las alumnas de Slytherin y nosotras, protegiéndonos.
—No se le ocurra volver a tocar a uno de mis alumnos de nuevo, queda avisada, y para que lo recuerde cincuenta puntos menos para Slytherin.
—¿Estará de broma? Profesora Hooch, si yo solamente le apartaba una hoja del pelo con la varita—se quejó con voz inocente.
—Me da lo mismo lo que hiciera, el caso es que la ha empujado y no está en la clase en la que debería de estar, si en vez de dedicarse a merodear por los pasillos e ir amenazando se pusiera a estudiar, le aseguro que llegaría a ser tan lista como se cree. ¡Vamos, vayan a clase!
Las alumnas se dieron la vuelta y corrieron hacia el castillo, Alexandra a medio camino se giró y moviendo los labios dijo: —Me las vas a pagar.
***
Tras el incidente en clase de vuelo la señora Hooch nos hizo acompañar a Charlotte a enfermería para que le curaran el pequeño corte que de alguna manera se había hecho en la cabeza.
Cuando la herida ya estaba curada y nos disponíamos a recoger las cosas para ir a comer, alguien entraba en la enfermería, era la profesora McGonagall.
—Aquí están, las estaba buscando, me gustaría hacerle una propuesta Alma. Nuestro delegado, Charles Weasley, ha hablado conmigo esta mañana y me ha informado de lo que sucedió ayer por la noche, visto el éxito que tuvo la labor que realizó, hemos decidido crear una noche de cuentos a la semana, serían los sábados después de la cena en la biblioteca, y usted será nuestra cuentacuentos, si quiere.
Abrí los ojos sorprendida todo había pasado más rápido de lo que pensaba.
—Claro, sería un placer—asentí sonriendo.
La profesora McGonagall sonrió levemente.
—De acuerdo, en agradecimiento a su labor le daré cincuenta puntos a Gryffindor por ayudar a sus compañeros la otra noche, y por ofrecerse voluntariamente a ser nuestra cuentacuentos le concederé otros cincuenta puntos.
Nos miramos entre nosotras sorprendidas y a la vez emocionadas, cien puntos para Gryffindor en un parpadeo.
—Muchísimas gracias, profesora, prometo no defraudarla.
—Sé que no lo hará—sostuvo asintiendo con gesto serio mientas en sus ojos refulgía un brillo cálido, parecía estar sonriendo sin necesidad de alzar sus labios—.Por cierto, señorita Campbell, me gustaría hablar sobre un asunto con usted a solas.
Charlotte abrió los ojos asustada, y nos dirigió una rápida mirada nerviosa.
—Por supuesto.
Emma y yo nos alejamos mientras observábamos a Charlotte.
—¿Crees que le van a echar la bronca?—preguntó Emma preocupada.
—No lo sé—dije mirando el suelo—.Pero no le pueden echar la bronca por un accidente, además es nuestro primer día... y viniendo de una familia de muggles, esto es completamente nuevo para ella.
—Eso espero.
Entonces nos alejamos por el oscuro pasillo, mezclándonos con las sombras.

La Dama DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora