Regiah continuaba con los ojos posados en mí.
—¿De dónde la has sacado?
—Imagino que conocerás a la familia Uccello.
—Por supuesto, son la familia gobernante en Italia.
—Sí, como bien sabes son famosos por criar pájaros con propiedades mágicas de múltiples especies, y también son conocidos porque cada uno de ellos posee un pájaro distinto dependiendo de su personalidad. Algo así como lo que os sucede con los lobos— prosiguió mirando al águila—. Pero aquí viene el problema, al contrario que los lobos Alma, estos pájaros necesitan crear una conexión con un humano, o, de lo contrario, se sumen en una gran tristeza. Dejan de comer, de volar y al final mueren...—murmuró mi abuelo—. Regiah no quiso establecer una conexión con el joven Dante Uccello que tiene más o menos tú edad, por lo que su abuelo, Arnaldo, un gran amigo mío, me ofreció a Regiah como un regalo para ti. Arnaldo cree que serás la indicada, ya que según él las águilas son los lobos del aire.
Vi cómo Regiah movía sus preciosas alas cubiertas de plumas. No quería que algo así de bello se marchitara.
—Pero, ¿y si no soy la indicada?—pregunté nerviosa.
—Si no lo eres, buscaré a alguien que lo sea. Claire, no te preocupes, ella no morirá.
—De acuerdo. ¿Qué debo hacer?
Mi abuelo se frotó las manos con emoción.
—Así me gusta.Cuando estuvimos fuera, en la pradera donde se encontraba la mansión de mi abuelo, el cielo estaba de un color perla. No sabía muy bien si no había nubes o todo el firmamento estaba cubierto de éstas.
—Veamos, es muy sencillo. Debemos abrir la jaula. Si Regiah después de volar vuelve a ti, ella habrá creado una conexión contigo y estará dispuesta a ser tu compañera, de lo contrario volverá directamente a la jaula.
—Vale, estoy preparada.
Mi abuelo abrió la jaula de finos barrotes dorados, dejando salir al animal.
Vi como Regiah volaba hacia arriba, como extendía sus alas marrones y daba una gran vuelta sobre nosotros.
Era magnífica, impresionante. No había palabras para describirla.
Era casi como observar a un dragón.
Mi corazón aleteó con aquella idea, y entonces supe que si cuando volvía no se posaba sobre mi brazo, no sería capaz de recomponerme.
Regiah ya había ocupado un lugar en mí junto a Yara.
Yo estaba dispuesta a dárselo.
De verdad quería que nos acompañara a ambas.
Entonces seguí mirándola, sin pestañear, murmurándole silenciosamente : "Quédate, acompáñame. Vuela conmigo."
Y, como si me hubiera oído, giró la cabeza en mi dirección en medio de su vuelo.
Me miró con aquellos ojos imponentes de color miel, y sin dejar de mirarme, movió la cabeza hacia abajo como diciéndome:"Lo haré."
Regiah voló hacia mí sin apartar sus ojos de los míos. Cuando estuvo lo suficientemente cerca como para tocarla, extendí un brazo. Ella se apoyó en él con suavidad. Le miré fijamente a los ojos y me devolvió la mirada. No pude evitar alzar las manos y tocar su pico . Ella aceptó la caricia cerrando los ojos, y después volvió a abrirlos. Haciendo una especie de reverencia inclinando su cabeza hacia abajo, como diciendo:"Soy tuya."
Le devolví el gesto:"Tú eres mía y yo soy tuya."
Entonces, Regiah junto su frente con la mía, agradecida. Y supe que quería decir lo mismo que yo.Regiah y yo nos volvimos inseparables después de ese día. Aún así, seguía echando de menos a Yara, pero por lo menos tenía a alguien más.
Aquella mañana en el desayuno mi abuelo me dijo que iríamos al callejón Diagon. Allí pasaríamos el día y compraríamos lo último que me quedaba para emprender mi viaje: una varita.Decidimos dejar a Regiah volar en la pradera mientras nosotros pasábamos el día en Londres.
Mi abuelo me llevó por toda la ciudad hasta que llegamos a una zona con cafeterías y tiendas.
—Por aquí, Claire—señaló mi abuelo arrastrándome hacia un pub pequeño con aspecto mugriento, mientras se arreglaba el sombrero y la gabardina gris oscura.
El Caldero Chorreante, rezaba un cartel de madera oscura del que apenas se diferenciaban las letras que en un pasado debieron de ser doradas. El exauror me condujo hacia una especie de patio trasero, donde encontramos un muro de ladrillos.
—Tres arriba... Dos horizontales—masculló mi abuelo moviendo el bigote y presionando ciertos ladrillos con su varita—¡Listo!
Los ladrillos comenzaron a estremecerse y retorcerse, separándose y haciendo un pequeño agujero que fue creciendo rápidamente. El muro descubrió una gran calle llena de tiendas de todo tipo. Todo estaba cubierto de color y de ruido. Había magos por todas partes de todos los tamaños, formas y colores. Era perfecto.
—¡Bienvenida al Callejón Diagon!—exclamó mi abuelo como si me estuviera presentando un espectáculo circense, abriendo de forma dramática sus brazos abarcando toda la calle—. No es la Place du trone, pero no está mal—murmuró guiñándome un ojo.
—No, no lo es, y por eso me encanta.
Sonreí mirando todo lo que me rodeaba maravillada. Era un sueño.
—Y por eso te quiero tanto, pequeña—rió mi abuelo—¡Vamos! Te enseñaré este sitio.
Vimos todas y cada una de las tiendas: El Emporio de la Lechuza, Flourish y Blotts, la tienda de túnicas de Madam Malkin, Artículos de calidad para Quidditch, la botica de Slug and Jigger...
También pudimos visitar el banco de Gringotts y la oficina del Diario del profeta.
Pero mi abuelo dejó lo mejor para el final. Iríamos a por mi varita a Ollivander. Después, tomaríamos un helado para descansar y para terminar iríamos a la tienda favorita de mi abuelo, que no tenía ni idea de cual era ya que todo lo relacionado con Gabriel Stump era una sorpresa.
La tienda de varitas Ollivander se cernía sobre nosotros con su gran fachada de madera negra y su cartel de letras elegantes y doradas. Estaba muy nerviosa y desde luego no ayudaba que cada persona con la que nos cruzáramos se quedara mirándonos y cuchicheando.
Susurros, chismes... Los odiaba.
Abrí la puerta y entré rápidamente para acallarlos cuanto antes. Un sonido de campanillas nos siguió.
—Buenos días—nos saludó sin mirarnos un hombre de la edad de mi abuelo con un desordenado pelo blanco mientras colocaba unas cajas—. Los atiendo en un segundo.
—No te preocupes, Garrick, sabes que yo siempre he sido muy paciente—contestó mi abuelo mirando a su alrededor mientras se apoyaba en el mostrador con un codo.
El hombre dio un pequeño salto sorprendido y se giró. Una sonrisa sustituyó su mirada de confusión.
—Pero ¿a quién tenemos aquí? Al mismísimo Gabriel Stump, ¡cuánto tiempo viejo amigo! Creí que ya no te volvería a ver por estos lares—exclamó alegre dándole a mi abuelo un gran abrazo acompañado de unos amistosos golpecitos en la espalda.
—No lo vas a tener tan fácil para librarte de mí, Garrick.
El hombre sonrió con ganas.
—Veo que no has cambiado nada. Pensé que aquella francesa te robaría la alegría.
Mi abuelo me miró sin querer.
—Bueno, gente más peligrosa lo intentó antes y no lo consiguió.
Sonreí.
Mi abuelo y mi abuela seguían casados, pero hacía muchos años que ya ni siquiera se hablaban. Él era un estallido de fuegos artificiales y mi abuela era hielo y sombras.
Una víbora como él mismo decía.
Eso nunca tuvo un futuro.
—Y esta me imagino que será Claire, tu famosa nieta. La conocida dama dorada. Veo que el nombre se debe a algo—murmuró mirando mis ojos maravillado.
Yo tenía muchos nombres, Claire, Isabelle, joven Alma, Mademoiselle Castille, mon cheri...
Pero desde luego el más conocido era la dama dorada. Evidentemente era debido al color de mis ojos, ya que mi piel no solía estar muy morena a diferencia de la de mi padre. Aunque no llegaba a la palidez de la familia de mi madre. Después teníamos mi pelo, que me acariciaba la espalda y que no tenía ni una sola onda. Era del color de las castañas, un marrón oscuro que cuando se exponía al sol adquiría tintes rojizos. Debido al pelo de mi madre, que era de un pelirrojo oscuro y al cabello de mi padre que también era de un castaño oscuro.
—Garrick, ya sabemos que te da envidia porque tu apodo el damiselo plateado no funcionó—bromeó mi abuelo haciendo referencia a los ojos plateados del hombre.
—Gabriel Stump, como siempre sigues teniendo el sentido del humor de un niño de cinco años. Ya que veo que tu abuelo no está por la labor. Me presentaré yo mismo, soy Garrick Ollivander, y creo que tengo lo que buscas—dijo levantando un dedo y mirando entre las cajas— ¿Estabas buscando alguna varita en especial?
—Mmm... ¿no?
—Venimos aquí porque tú eres el mejor, amigo mío. Esta chica necesitará tu mejor varita.
—Ya lo creo, futura ministra de Magia española y francesa,¡casi nada!—el señor Ollivander cogió una caja rectangular y la abrió mostrando una varita de un material que parecía mármol.
Abrí la boca, era muy bonita. No sabía que hubiera varitas así.
—Preciosa ¿verdad? Es de álamo temblón con un núcleo de pelo de cola de unicornio. Este tipo de madera es ideal para futuros grandes duelistas, ya que está especializada en la magia de combate y su dueño debe ser alguien determinado y decidido. Es decir, es la varita perfecta para un revolucionario... Y qué decir del núcleo, el pelo de unicornio hace a una varita ser muy leal. Produce una magia muy consistente, aunque no hace las varitas más poderosas, pero con esta madera se compensa.
Tenía muy buena pinta, cuando la toqué echó chispas de un color azulado.
—Interesante, parece que podríais llevaros bien.
Pero tenía que hacer una pregunta.
— ¿Qué me dice del núcleo de fibra de corazón de dragón?
—Buena pregunta, no es mi núcleo favorito. He de decirlo. Porque, aunque da lugar a unas varitas muy poderosas, no suelen ser las más leales... Además, son impredecibles. Tienen mucho temperamento y son las que dan lugar a un mayor número de accidentes.
—Entiendo... Pues creó que me llevaré esta.
—Desde luego, es una gran elección. Está hecha para ti.
Y justo en ese momento una caja empezó a agitarse entre el resto de cajas, como si quisiera salir corriendo. El señor Ollivander fue a toda velocidad y sacó la caja de entre las demás, se acercó hacia mí con la caja cerrada con fuerza, como si quisiera evitar que explotara.
—¿Qué sucede?—preguntó mi abuelo mirando la caja con el ceño fruncido.
—Digamos que hay una candidata más cualificada y demasiado entusiasta—respondió nervioso abriendo la caja y dejando salir una varita que acabó sacudiéndose frente a mí.—Hacía tiempo que no veía algo así. Normalmente esto sucede cuando una varita detecta a su compañero ideal. Adelante, cógela.
Estiré mi brazo para alcanzar la varita. Mis dedos se curvaron de forma natural sobre la madera de un blanco rosado. Como si la varita y mi mano tuvieran un imán. La varita era preciosa, y única con su color rosado y el extremo por el que se sujetaba estaba decorado con pequeños adornos de un color dorado que se enroscaban a su alrededor. Esta varita era más larga que la anterior y mucho más dura. Una vez mis dedos acariciaron la suave madera un pequeño estallido de luz dorada inundó la habitación.
Desde luego esa era mi varita.
—Veo que tenéis mucha afinidad, no me extraña, es una varita poderosa. Son 30,7 centímetros de madera de serbal, inflexible y con núcleo de pluma de fénix. Uno de los más raros y de los más exigentes a la hora de escoger un dueño. Son muy poderosas, aunque en ocasiones pueden actuar independientemente. Sin embargo, estas varitas son las que tienen una mayor iniciativa y una vez has ganado su confianza nunca te fallará—explicó mirando maravillado la varita—.Y que decir de la madera de serbal, es un material muy bien apreciado por su capacidad de protección. Capaz de producir hechizos defensivos poderosos y difíciles de romper, también dando lugar a que esta madera iguale o incluso sobresalga entre todas las demás en los duelos. Desde luego, el serbal es el mejor aliado de los magos de corazón puro y de mente despejada.
—Desde luego es perfecta para ti, pequeña—intervino mi abuelo—. Y echa chispas doradas, la dama dorada no puede permitirse una varita que eche chispas de otro color, ¿no?
Sonreí a mi abuelo. Esta varita era el reflejo de mi alma. Sería una gran aliada de ahora en adelante.
—No puedo dejarla escapar, de todas formas creo que me seguirá. ¿Cuánto es señor Ollivander?
—Nada, es un regalo, para mí es un placer que alguien como tú lleve una de mis varitas, y, además, has conseguido que este viejo tontorrón venga a visitarme.
—Prometo volver más a menudo, Garrick—dijo mi abuelo con una mano en el corazón.
Cada vez estaba más cerca de llegar a Hogwarts.
Salí de la tienda con mi abuelo detrás, y la varita en mi mano, incapaz de separarme de ella.
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La Dama Dorada
FanfictionClaire es la legítima heredera del ministerio español y el francés, perteneciendo a dos de las familias más poderosas del mundo mágico. Así, se encontrará en un mundo que ella no ha elegido, rodeada de lujos, de humillaciones, de abusos y corrupción...