25. Cohetes

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La puerta de madera de la habitación se cerró tras de mí, dejándome ver cómo Charlotte y Emma miraban preocupadas algo que se sacudía sobre mi cama echando un rastro de chispas. Era un cohete de Zonko.
—¿Qué está pasando, Claire?—se giró Emma asustada mientras me volvía visible.
—Ojalá lo supiera—respondí acercándome al cohete.
El cartón del cohete tenía una espiral roja alrededor, algo estaba escrito sobre ella. Una pista.
"Las cosas no siempre salen cómo queremos. Por lo que un verdadero bromista no solo debe saber gastar bromas, también debe saber revertirlas en caso de emergencia".
Sonreí triunfante. Apagar un cohete era la última prueba para entrar, aquello era básico en el arsenal de un bromista. Cómo dijo mi abuelo en una de las  muchas  lecciones que me había dado sobre bromas:—No puedes aprender a encender un cohete sin saber apagarlo antes, es cómo ser experto en venenos y no tener ni idea de antídotos, es ridículo.
Para apagar un cohete solo había que hacer lo contrario a lo que quieres, así funcionamos los bromista. Cualquier inepto probaría con un hechizo silenciador, pero la mecha de un cohete solo se apagaría con un encantamiento.
—¡Sonorus!—exclamé apuntando al cohete con mi varita.
La mecha del cohete se apagó con un triste susurro entre mis manos, y un mecanismo hizo click en su interior. El cohete se abrió por la mitad descubriendo un mensaje.
"¡Enhorabuena bromista!
Si estas leyendo esto es que has conseguido entrar definitivamente en el juego, si no, probablemente un cohete haya explotado en tu habitación, o Filch te haya pillado en el pasillo o simplemente te hayas desmayado con los gusanos... Pero así son las cosas, el más fuerte se lleva la corona. Así que ahora empieza la fiesta.
Mañana recibiréis una carta en la que encontraréis un cromo como los que vienen en las cajas de las ranas de chocolate, allí debéis escribir con la varita vuestro nombre, y en caso de que pertenezcáis a un equipo el nombre del grupo y dibujar vuestra firma, simplemente es para teneros identificados, puras formalidades.
En ese cromo aparecerán cada dos semanas unos mensajes para que podáis realizar los cuatro retos de la primera fase, que durará hasta la noche de Halloween. Conforme avancéis de fase recibiréis más instrucciones, pero lo primero, LAS REGLAS.
1. Puntuación: cada broma os dará un número de puntos en función de su éxito y de su creatividad. De manera que una broma de calificación Filch restará puntos, nivel Peón os dará un solo punto, el nivel Caballo os ayudará a crecer con 50 puntos, después el nivel Torre os concederá 100 puntos y la última calificación y las más complicada de obtener es un Rey, con 200 puntos.
2. Firmas y nombres de grupo: si cualquiera de ellos resulta ofensivo o es de aspecto vulgar seréis expulsados del juego de forma inmediata. Lo siento por todos los miembros viriles, pero estáis fuera. No somos hombres de las cavernas, somos bromistas. ¡Hasta la vista!
3. Los bromistas como bien sabéis odiamos a los chivatos, así que cualquiera dentro del juego que informe a un profesor de este ya sea por despecho o por fastidiar una broma, será expulsado y deberá asumir las consecuencias.
4. No somos abusones, así que cualquier broma o cualquier bromista que use su posición para meterse con alguien será descalificado.
5. Nada de copiones, cualquier broma copiada tendrá una calificación Filch, si el caso se repite será eliminado del concurso.
6. Equipos: No tiene porqué haber un solo rey de las bromas, podéis ser un equipo, eso sí, con un límite de cuatro miembros, al igual que nuestro mayor ejemplo, los merodeadores.
7. Fase 1: cómo he mencionado anteriormente esta fase tendrá cuatro pruebas, cada una de ellas estará basada en un integrante de los famosos merodeadores; Cornamenta, Canuto, Lunático y Colagusano. Para conseguir pasar de fase tendréis que llegar a un mínimo de 250 puntos antes de la noche de Halloween.
Eso es todo bromistas, mucha suerte y a por la corona. Y recordad, tengo ojos en todas partes, os estaré vigilando.
Un saludo,
Su alteza bromista, Nymphadora Tonks.
***
A la mañana siguiente, Charlotte, Emma y yo nos sentamos en la mesa del desayuno con una mirada cansada. Aquella noche a penas habíamos dormido entre la emoción y la cantidad de cohetes que resonaban en los pasillos del castillo.
Charlotte se tapaba los ojos mientras la luz blanquecina que entraba por la ventana le daba en la cara, un ruido parecido un quejido escapó de sus labios, mientras su moño de color dorado se deshacía en la parte alta de su cabeza.
—Malditos cohetes y malditas bromas—murmuró entre sus manos.
—He oído que ayer castigaron a más de 50 alumnos—balbuceó Emma mientras observaba la mesa sin pestañear, estaba agotada—.Por eso todos los contadores tienen números negativos...
La profesora McGonagall pasó detrás nuestro dándonos los horarios:—Buenos días.
Todos contestamos al unísono, en una agotada versión de "Buenos días, profesora McGonagall". Charlotte cogió un horario sin mirar a nuestra jefa de casa.
—Pociones, tienen que estar de broma—se quejó mientras apoyaba la cabeza en la mesa del comedor.
—Podría ser peor—respondió Emma que adoraba la asignatura.
Charlotte y yo la fulminamos con la mirada.
—No, no podría ser peor—respondí.
Entonces el techo del comedor se vio invadido por una centena de búhos, lechuzas y un águila observé con una sonrisa. El cromo.
Regiah se posó frente a mi plato mientras extendía una garra afilada, le di un trozo de bacon como recompensa, antes de que volara de nuevo acaricié su pico, no me gustaba alejarme de ella.
Abrí el sobre mientras Regiah se alejaba, un cromo con el rostro de Nymphadora Tonks cayó en mi plato, lo metí rápidamente en uno de los bolsillos de mi túnica. Las chicas me miraron intrigadas.
—Sea lo que sea, no quiero más cohetes—murmuró Charlotte furiosa metiendo una cucharada de cereales en su boca.
Un extraño movimiento se hizo a mi espalda y sin darme cuenta cada uno de los gemelos Weasley se sentaba a mi lado, mientras que Lee Jordan aparecía frente a mí, es decir, junto a Charlotte.
—No sabíamos que Claire Isabelle Alma Castille se encontrara entre los nuestros—dijo con interés uno de los gemelos mientras me quitaba la manzana que estaba a punto de morder y le arrancaba un mordisco.Fred recordé—. Deliciosa—murmuró devolviéndomela.
Alcé las cejas.
—No tengo ni la más remota idea de lo que estás hablando, y iugh—respondí mirando la manzana mordida con asco.
El chico se encogió de hombros mientras le daba otro mordisco, su cabello naranja resaltaba contra el verde de la manzana.
—¿Cómo ha conseguido una princesita como tú, entrar al juego?—continuó el otro gemelo. George, el chico de la tienda de bromas.
Miré los ojos castaños del chico con arrogancia. No eran mejores que yo. Yo no era ninguna princesita en apuros.
—Bueno, todas las princesas van a por una corona al fin y al cabo, pero yo soy ambiciosa y quiero dos—respondí.
Charlotte rió mientras engullía sus cereales, la mesa a su alrededor estaba cubierta de gotas de leche.
—¿Sabes que comes como un cerdo, Campbell?—dijo Lee con cara de asco mientras miraba a Charlotte que estaba junto a él.
Ella lo fulminó con una mirada.
—Tengo una pregunta, Jordan...¿siempre estás dando tu opinión o solo cuando no te la piden?—respondió la chica alzando dos cejas.
Los gemelos ignoraron la interrupción.
—Solo veníamos a avisarte de que esto no es un juego de muñecas—se giró Fred hacia mí.
—Ni un cuento como los que tanto te gustan—terminó George—. Esto es una batalla y por muy nieta del gran Gabriel Stump que seas, si no estás a la altura...
—Te largas—susurró peligrosamente el otro gemelo en mi oreja.
—Cuidado, dama dorada—dijeron ambos levantándose a la vez y marchándose junto su amigo de rizos.
Emma los miró con las cejas levantadas.
—Qué dramático—susurró.
Charlotte y yo reímos, sin embargo, ahora algo hervía dentro de mí.
Estaba cansada de que todos pensaran que no era nada más que una princesa. Una chica con una corona regalada que no tenía idea de nada.
Charlotte me miró con seriedad, comprendiendo mis pensamientos.
—Claire, al diablo lo de nada de cohetes, reviéntalos con todo lo que tengas. Esto es una guerra como han dicho ellos.
Una sonrisa malévola surcó mi rostro.
Aquellos chicos iban a aprender que las princesas también podían quemar castillos.
La batalla había comenzado y los Weasley no sabían que traían un cuchillo a un tiroteo.

La Dama DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora