Cuando terminamos de hacer el equipaje esperamos como el resto de alumnos de Gryffindor en la sala común, mientras los elfos recogían cada una de nuestras pertenencias para llevarlas al vagón.
George le enseñaba a Emma unas postales mágicas que había conseguido en una apuesta. Al parecer si las tocabas entrabas en la foto y sentías como si estuvieras en el lugar por unos minutos. No podía dejar de mirar al chico pelirrojo mientras cerraba los ojos, trasladándose a esa playa paradisíaca. El único contacto que había tenido con el después del "incidente" había sido en el comedor y había vuelto a ignorarme por completo. Quería hablar con él, que me enseñara sus postales. Quería seguir siendo amiga de George. Pero él parecía no querer tener cuentas conmigo.
—¿Te pasa algo, Alma?—Fred se sentó a mi lado chupando una piruleta ruidosamente.
Levanté la cabeza como si me despertara de un sueño.
—Ah no, nada, solo estoy cansada...
Fred alzó una ceja.
—Solo estoy cansada, sí, un clásico. ¿De verdad crees que no me doy cuenta?—me miró seriamente, el pelo de mi nuca se erizó, nos había pillado—. Estás triste porque te toca volver a tu aburrida vida de princesita y vas a echar de menos al increíble e irrepetible Fred Weasley.
Sonreí aliviada.
—Más bien insoportable—respondí.
Fred alzó un dedo para pedir mi silencio.
—Calla, no lo estropees. Ya sé que es duro eso de estar sin mí, ni yo mismo sé si podría pero tienes que aprender a hacerlo Claire.
Puse los ojos en blanco con una sonrisa tonta.
—Eres un egocéntrico, Fred Weasley—reí alzando una mano y apartando su cara con ella.
Reímos juntos, en el momento en el que miré hacia el suelo encontré la mirada de George. Parecía...¿molesto? Apartó la mirada y volvió a sonreír mientras hablaba con Emma.
—¡Te vas a enterar renacuajo!—gritó alguien detrás nuestra.
Un niño rubio de primero corría delante de un Lee furioso.
—Tendrás que pillarme para eso—le contestó el niño con malicia saltando sobre unos estudiantes de cuarto.
—¿Qué pasa?—preguntó Fred.
—¡Me ha robado el cromo!—contestó Lee intentando atraparlo mientras salía de la Sala Común.
—¿En serio te pones así por un maldito cromo, Jordan?—gritó una chica de tercero a la que había estado a punto de pisar.
Un cromo no. El cromo.
Se había llevado el cromo y como alguien lo viera sabría quién somos.
—Maldito mocoso—gritó Fred que de repente salió corriendo.
George y yo compartimos una mirada segundos antes de salir corriendo detrás.
El chico entró a la Biblioteca, que estaba vacía para nuestra sorpresa. Corrió entre varias estanterías antes de parar. Llegamos a los estantes, donde ya no había ningún chico, si no cuatro Hufflepuffs y una joven. Nymphadora Tonks.
—Aquí están mis ganadores—anunció con una sonrisa.
Mi corazón frenó en seco por la sorpresa.
La chica nos miró y empezó a reír.
—Menudas caras, si lo llego a saber no os doy el premio a vosotros.
Los chicos tras ella sonrieron. Entonces me fijé en cada uno de ellos, Simon Westbrook, James Chamberlain, Isaac Davies, Jackson Myers y Cedric Diggory, todos ellos hufflepuffs de nuestro curso.
—¿Qué hacen estos aquí?—preguntó Lee mirando con recelo al metamorfomago con el que no se llevaba nada bien.
—Venimos a darte tu corona de princesita, Jordan—respondió Myers sacudiendo su pelo azul marino y sacando una sonrisa de Chamberlain.
Tonks lo fulminó con la mirada.
Los chicos volvieron a mostrar un semblante serio.
—Estos son mis vigilantes, todos de mi casa y con la ventaja de tener a un metamorfomago que se podía infiltrar en todas las casas—miró al chico con orgullo.
Sus vigilantes. Claro.
Eso explicaba porque siempre me topaba en algún sitio con Cedric, en el pórtico, en herbología, en la biblioteca... Su misión era vigilarme.
Sus ojos grises me atravesaban como una daga. Mantuve la mirada hasta que una esquina de su boca se curvó hacia arriba.
Myers entonces transformó su rostro, su nariz se redujo, su cara se redondeó, su piel dejó su tono moreno y pasó a ser de un blanco pálido, además de su pelo que se volvió de un rubio casi blanco.
—Aquí tienes tu cromo, Jordan—rió maliciosamente con una voz infantil mientras le lanzaba el cromo al chico.
—Eres un...
—Ya basta—ordenó Tonks.
—Una pregunta... has dicho que nos tenias que dar el premio, ¿eso significa que hemos ganado todos?—preguntó George.
Tonks lo miró con una sonrisa.
—Eso mismo, eres un chico atento, no me esperaba menos.
—Pero no es posible solo puede ganar uno—dijo Fred confundido.
—¿Y eso quien lo dice?—preguntó Tonks.
—Las reglas—contesté.
La metamorfomaga curvó más su sonrisa.
—¿Y desde cuando los bromistas siguen las reglas, Claire?
Abrí la boca sin respuesta, justo antes de sonreír con alegría. Tenía razón.
—Primero de todo, quería felicitaros porque habéis sabido dejar vuestras diferencias atrás y os habéis convertido en un grupo imparable y segundo—la chica echó aire ruidosamente—. Gracias por machacar a los Serpents, no sé que habría hecho si hubieran ganado esos idiotas abusones.
—Tenían a todos los críos atemorizados—murmuró Chamberlain.
—Son unos cobardes—dijo Cedric.
Su mirada volvió a chocar con la mía.
—Estoy totalmente de acuerdo y por fortuna no han podido ganarles—sonrió Tonks.
—Vuestra broma final ha sido una pasada—dijo Simon subiéndose las gafas.
—Lo sé—contestó Fred con su acostumbrada prepotencia.
—Bueno, ya que está todo dicho, os toca firmar en el estante de la nobleza.
En ese momento me fijé en que habían apartado todos los libros de un estante, y allí, en sus tablas habían cientos de firmas relucientes. Vi la de Canuto, la de Cornamenta, la de Lunático y la de Colagusano, también estaba la de Tonks en un rosa vibrante. Mientras, los chicos firmaban busqué un garabato con la mirada.
—Aquí está—señaló una mano unos centímetros hacia mi izquierda.
George señalaba la firma de mi abuelo.
Unas alas garabateadas, ese era la firma de bromista de mi abuelo, por su nombre. Gabriel, el nombre de un ángel, como decían los muggles.
Sonreí agradecida pasando el dedo sobre esa forma de un azul claro.
—Gracias.
George sonrió mirando como dibujaba una corona de tres puntas junto a la firma de mi abuelo. Una mano se apoyó sobre mi hombro. George miró hacia mi lado antes de volver con sus amigos.
—Él y yo estamos muy orgullosos de ti—susurró Tonks junto a mí.
—Les he enseñado que las princesas también podemos quemar castillos—contesté recordando sus palabras del año pasado.
—Literalmente—sonrió—. Este año habéis aprendido muchas cosas, pero ahora que vuestros caminos se han unido vais a ser imparables. Los seis.
Fruncí el ceño.
—Emma y Charlotte no servirán para hacer bromas pero son elementales en vuestro grupo.
—Lo son—asentí con una sonrisa.
—Nos tenemos que ir—dijo James Chamberlain apareciendo a nuestro lado.
Tonks asintió.
—Mucha suerte, Claire—susurró la chica antes de abrazarme.
Después Fred se puso junto a mí y rodeó mi hombro con su brazo, salimos riendo como locos por la puerta de la biblioteca, dejando atrás el castillo.
Dejando atrás a aquella chica de pelo rosa que ya venía venir en lo que nos íbamos a convertir.
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La Dama Dorada
FanfictionClaire es la legítima heredera del ministerio español y el francés, perteneciendo a dos de las familias más poderosas del mundo mágico. Así, se encontrará en un mundo que ella no ha elegido, rodeada de lujos, de humillaciones, de abusos y corrupción...