63. ¿ASER?

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    –¿Entonces estáis saliendo? – preguntó Charlotte.
    -No sé... ¿Supongo? –Emma cerró los ojos con fuerza–. ¡AU!
    -¡Perdón! –susurré nerviosa mientras apartaba mis manos del pelo de Emma.
Charlotte negó con la cabeza terminando su trenza.
    -Trae, anda–Charlotte me apartó para coger el pelo de Emma–. ¿Me estás diciendo que no hablasteis después del partido?
   Sus manos se enredaban entre el pelo como arañas. Terminó antes de que la chica pudiera contestar.
    –No–se encogió de hombros.
    Charlotte echó la cabeza hacia atrás soltando un bufido. Justo como hacía cuando era incapaz de seguir sus indicaciones para hacer peinados.
    –¿No habéis tenido una ASER?
    –¿Una ASER? –pregunté.
    La rubia nos miró de arriba abajo.
    –A veces me planteo si de verdad no soy yo la inteligente de las tres–suspiró–. Una ASER –cogió una revista muggle bastante parecida a Corazón de Bruja que llevaba en su mochila–es una conversación de Acuerdo Sobre el Estado de la Relación.
    Emma y yo dejamos escapar un "Ahhhh" mientras seguíamos el dedo de Charlotte que señalaba un artículo llamado "ASER: Cómo empezar tu relación con buen pie". Cerró la revista en nuestras narices.
    Al parecer yo tuve una ASER con George ayer. Casi se me escapó una risa.
    –¿Lo habéis entendido?
    Asentimos.
    –¿Y cuando dices que tengo que hablar con Roger? –preguntó Emma preocupada.
    –¡Cuánto antes!
    –¿No sería mejor esperar? –dije.
    Charlotte me miró como si hubiera tocado un instrumento desafinado. Volvió a mirar a la otra chica.
    –¿A ti te gusta Roger?
   –Claro.
    –Pues hazme caso. ¡Venga, vamos!
    La rubia sacó un brillo de labios rosa de la nada y se lo echó a Emma sin preguntar. Agarró las dos mochilas y se la llevó cogida de la túnica. Miré mi reflejo sobre el espejo del lavabo. Sonreí.
    –Charlotte Campbell, estás como una cabra–susurré.
    –Sí, pero como dice mi abuela: "Merlín los cría y ellos se juntan".
    Una risa aguda reverberó sobre los azulejos. Angelina Johnson apareció a mi lado.
    –¿Qué quieres?
    La sonrisa de la chica se curvó más al ver que desaparecía la mía.
    –Nada–se encogió de hombros–.Solo recordarte que está prohibido salir de la Sala Común a partir de medianoche.
    Mis ojos se abrieron.
    –Y, la verdad, preguntaría a donde fuiste, pero...ya lo sé.
    Otra risita de pixy escapó entre sus labios. Se acercó a mí y susurró.
    –No hay nadie. Es el viento.
    Imitó las palabras de George transformándolas en una burla. Mis dedos se cerraron sobre mi varita.
    –Eras tú.
    Se mordió el labio como una niña arrepentida.
    –Sí.
    –Y, ¿por qué me lo estás diciendo?
    La sonrisa se volvió cruel y sus ojos se oscurecieron. Sus trenzas casi parecían serpientes negras sobre su cabeza.
    –Para recordarte que lo tuyo con George no puede ser antes de que se lo tenga que decir a alguien más para que te lo recuerde–puso ojos tristes–.Ya lo dijiste ayer y solo quería decirte que las dos queremos lo mismo...Que Georgie esté bien.
        Quise arrancarle la lengua. Pero no pude moverme. Simplemente me quedé mirándola mientras cerraba la puerta: –En el fondo sabes que también es por tu bien, Alma.


    –Tierra llamando a Claire...Tierra llamando a Claire... ¡Eh!
    Una gragea golpeó el puente de mi nariz. Justo en el espacio entre mis dos ojos. Fred me miraba con las cejas levantadas y la caja de gominolas en las manos. Parecía molesto. Lee también me miraba como si estuviera esperando una respuesta.
    –Perdón. ¿Qué decíais?
    Fred puso los ojos en blanco y Lee se tiró hacia atrás con un bufido, quedándose tumbado sobre el césped. Ya era la quinta vez que me llamaban la atención por estar desconcentrada. Llevaba toda la mañana dándole vueltas a las palabras de Angelina.
    "Maldita sea".
   –Que si sabes dónde está George–preguntó Fred cansado.
    –¿Y por qué tengo que saber yo dónde está George?
    Las palabras se escurrieron sobre mi lengua antes de que pudiera pensar lo que estaba diciendo. Fred alzó las cejas sorprendido. Su cara estaba tensa, como siempre lo estaba cada vez que me acercaba a él en segundo. Cuando nos odiábamos. Estaba enfadado. Mucho.
Lee se incorporó al ver que el pelirrojo nos respondía.
    –Pues, no sé... Llámame loco, pero cuando George no está con nosotros, generalmente está contigo.
    Se le escapó una risa de incredulidad. Una de esas risotadas que hacía cada vez que Charlotte se levantaba enfurecida. Esa risa de Jordan que claramente significaba "¿Y a esta que mosca le ha picado ahora?". Lee volvió a tumbarse en el césped. Sus rizos se enredaban con las briznas verdes. Arrancó un puñado del suelo aburrido. Nos quedamos en silencio mirando las briznas que dejaba escapar entre sus dedos. Suspiró.
    –Bueno, como veo que tú no nos lo dices, te lo voy a preguntar yo. ¿Qué te ha pasado con George entonces?
    Mis cejas rozaron la línea de mi pelo.
    –¿Qué? Nada.
    Otra risa de Jordan. Fred y él intercambiaron una mirada fugaz. Ahora era Fred quién arrancaba un puñado de briznas. Lee se acercó a coger la caja de grageas. Los dos me miraban esperando a que hablara. Puse los ojos en blanco.
    –No me ha pasado nada con George.
    –Ya, claro, y a Wood tampoco le pasa nada con Charlotte. No te fastidia–Fred sonrió a Lee.
    Pestañeé varias veces. "¿Fred acababa de sugerir que a mí me gusta George?".
    Un grito de ardilla se escuchó entre los arbustos que daban al campo de Quidditch. Charlotte vino dando saltitos de alegría. Casi parecía venir flotando. No me hubiera extrañado si en algún momento hubieran aparecido un grupo de pájaros para trinar a su alrededor. Sus rizos rebotaban casi como si hubiera recibido un hechizo ralentizador y sus mejillas estaban rosadas. Parecía una de aquellas princesas muggles. O, más bien, un ángel.
   Sí, mi ángel de la guarda que venía a salvarme del interrogatorio de Fred y Lee.
    –¡Roger le ha pedido salir! ¡Roger le ha pedido salir! –la chica se tiró encima de mí riendo–. Arrodillaos, Cupido ha llegado.
    Lee la miró unos segundos sonriendo. Después, pestañeó y su sonrisa se curvó hacia a un lado. La sonrisa de un diablo.
    –Pensaba que Cupido era omnipresente y no tenía que esconderse detrás de los arbustos para enterarse de las cosas.
    –Sí, bueno, Cupido también es ciego por eso tiene que acercarse más para poder escuchar. Además, tú solo tienes envidia porque no tienes el poder del...–sacó de nuevo la revista de dentro de su túnica–AMOR.
    –Pffff–Lee se rió–. ¿Quién quiere el poder del amor si se puede tener a todo tercero y segundo detrás? –Charlotte se puso roja mientras Lee se le acercaba–.Cupido, deja el arco, los micrófonos son el futuro.
   Lee se giró y chocó a Fred que reía con aprobación. Charlotte guardó su revista, roja de rabia, mientras se levantaba.
–A veces se me olvida que eres un Bludger–oí que susurraba al desaparecer tras la entrada del castillo.

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⏰ Última actualización: Aug 06, 2021 ⏰

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