11. King Cross

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Estaba emocionada, casi daba saltos de alegría mientras esperaba en el andén 9 3/4.
Mi abuelo, situado a mi lado con su gran gabardina negra como la noche y su traje, apoyaba una mano sobre mi hombro, mientras que yo miraba a Regiah apartando el manto que habíamos puesto sobre su jaula. El águila se movía aleteando de manera inquieta, parecía tan nerviosa como yo. Metí un dedo entre los barrotes y  acaricié dulcemente su pico, haciendo que el ave cerrara los ojos tranquilizándose.
En ese momento en el andén no había a penas gente, todo aquel silencio estaba fuera de lugar, hasta que un torbellino sacudió la estación entera acabando con este.
Un grupo de cabezas pelirrojas aparecieron en la estación, poniendo fin a la tranquilidad.
Los Weasley habían llegado, listos para comenzar su curso en Hogwarts.
Me di la vuelta incapaz de contener una sonrisa y vi como Charlie iba en cabeza junto a su padre, detrás de ellos iba Percy quien llevaba su carrito del equipaje con la cabeza bien alta mientras se erguía,y al final iban los gemelos quienes parecían estar discutiendo con su madre, mientras ésta sujetaba con un brazo a un niño, y con el otro a una niña todavía más pequeña, que miraban con admiración el gran tren.
Charlie despegó los ojos de los de su padre y me miró con una gran sonrisa.
—¡Claire!—saludó mientras se acercaba. Después miró a mi abuelo sorprendido—.Buenos días, señor Stump—murmuró mientras le daba la mano a mi abuelo—.Soy Charles Weasley, encantado de conocerlo.
El padre de Charlie vino detrás de él, y cuando reconoció a mi abuelo abrió mucho los ojos.
—¡Señor Stump! ¡Qué sorpresa, no esperaba verlo por aquí!—exclamó dándole la mano a mi abuelo con efusividad.
—Por supuesto que estoy aquí, Weasley, alguien tenía que acompañar a esta jovencita—respondió mi abuelo con una sonrisa.
—Ya veo, tú debes de ser Claire,mi hijo Charlie quedó fascinado con tus conocimientos sobre dragones, desde luego has encontrado a un buen profesor—dijo el señor Weasley dandole unas palmaditas en la espalda a Charlie con notable orgullo.
Sonreí mientras las mejillas se me ponían de un color rojo.
—Papá, creo que será mejor que vayamos metiendo el equipaje, ya es casi la hora—señaló Charlie mientras miraba el reloj que había en la estación—.No se preocupe señor Stump, yo ayudaré a Claire con el equipaje.
Charlie me ayudó a llevar mi baúl al tren,una vez lo dejamos me despedí de mi abuelo.
—Adiós, abuelo—murmuré mientras le daba un rápido beso en la mejilla.
—Hasta pronto, Claire. Ten cuidado y no te metas en muchos problemas—susurró mi abuelo guiñándome un ojo.
—Lo intentaré—respondí riendo.
—Esa es mi chica—contestó mi abuelo con una gran sonrisa que hizo que su bigote se alzara mientras me revolvía el pelo—.¡Venga,corre!
Mi abuelo miró el tren con ojos brillantes.
Corre.
Consigue tus sueños.
Yo estaré aquí, a tu lado, siempre que me necesites.
Tus sueños son los míos.
Recuérdalo.
Eso era lo que decían los ojos de mi abuelo.
Y antes de girarme para entrar en el tren, corrí y abracé a mi abuelo de nuevo.
—Te quiero—susurré contra su gabardina.
Y después corrí hacia esa puerta del tren.
Aquel tren que se dirigía a mis sueños.
***
Fui hacia el vagón donde esperaba Regiah.Cuando entré vi sentadas a dos chicas de mi edad, una frente a la otra. Una de ellas tenía el pelo ondulado de un color castaño y miraba ausente por la ventana. La otra tenía el pelo rizado, completamente alborotado y rubio. La chica rubia se giró y me miró con curiosidad.
—¿Y tú quién eres?
—Mi nombre es Claire—respondí sorprendida ante aquella falta de timidez.
—¡Mira, si esta habla!—exclamó—. Ya empezaba a creer que los magos no entendíais mi idioma o hablabais a través de algún tipo de telepatía o algo así—dijo mientras entrecerraba los ojos y movía los dedos a ambos lados de su cara—. Me llamo Charlotte, por cierto.
Una hija de muggles interesante.
Muy interesante.
—Encantada—respondí ligeramente abrumada.
Miré a la chica que miraba por la ventana, parecía tener miedo.
No me extrañaba.
Debía de ser muy tímida y si aun encima había coincidido con un torrente como Charlotte se habría tenido que sentir súper cohibida.
—Hola—saludé a la chica con voz amable—.¿Cómo te llamas?
—No te va a contestar...
—Emma. Emma Robinson—susurró sin dejar de mirar por la ventana.
Charlotte abrió sus grandes ojos verdes.
—Bueno, yo soy Claire, y ella es Charlotte.
—Hola—respondió Charlotte levantando una mano—.Llevo como veinte minutos intentando hablar contigo pero creo que no te habrás dado cuenta...
Miré a Charlotte, esa chica no tenía filtros. No pude evitar negar con la cabeza mientras sonreía. Emma seguía mirando la ventana. Quería ayudarla, ella solo necesitaba un empujoncito.
Volví a dejar caer mi mirada en Charlotte. Teníamos que conseguir que se soltará. Charlotte asintió, comprendiendo las ideas que se dibujaban en mi mente. Esta chica y yo nos íbamos a llevar estupendamente.
—¿Y de dónde eres, Emma?—preguntó Charlotte.
—De Londres—contestó rápidamente—.¿Igual que tú, verdad?—preguntó tímidamente.
—Sí—respondió con una sonrisa, entonces Charlotte dirigió sus ojos verdes hacia mí.
Iba a hacer la pregunta temida. Pensé que al ser hija de muggles iba a poder ocultar un poco más mi secreto. Me equivocaba.
—¿Y tú, Claire?—continuó Charlotte.
—Bueno... Lo mío es complicado...
Entonces el tren giró bruscamente y tiró varias maletas al suelo, haciendo que la tela que cubría la jaula de Regiah cayera también.
Emma despegó los ojos de la ventana y miró a las maletas del suelo, después dirigió su mirada a Regiah y abrió levemente la boca mientras se giraba hacia mí rápidamente.
Cuando nuestra mirada se chocó caí en la cuenta de que no le había visto todavía la cara.
Era muy guapa, tenía unos ojos azules grisáceos, la piel morena, como si hubiera estado en la playa hace poco y unas pequeñas pecas cubrían su perfecta nariz, un pequeño flequillo caía sobre el lado derecho de su frente.
—Eres tú—murmuró fascinada.
Sin embargo en vez de desvelar mi identidad Emma se levantó y recogió unas maletas.Miré a Charlotte que miraba a Regiah con los ojos muy abiertos y la mandíbula casi desencajada.
—¿Qué-qué es eso?—murmuró señalando la jaula con un dedo sin apartar su aterrada mirada.
Yo sonreí y me acerqué la jaula.
—Charlotte, esta es Regiah—dije acariciando el pico del ave—. Es inofensiva... bueno,siempre que esté conmigo o con alguien de confianza. Mira, acaríciala.
Cogí la mano de Charlotte y la acerque hacia los barrotes, la chica acarició lentamente al animal, Regiah comenzó a cerrar los ojos y tocar el dedo de Charlotte con su pico.
Una sensación agradable pasó por mi mente.
Sí, definitivamente a Regiah le gustaba esa chica.
—Es un águila imperial... creía que los magos solo utilizábamos búhos—murmuró Emma asombrada mirando a Regiah.
—Bueno, normalmente siempre se utilizan búhos para la comunicación pero Regiah es especial—respondí con una sonrisa.
—¿Puedo tocarla?—preguntó Emma con cierta timidez.
Cuando Emma comenzó a acariciar a Regiah, apareció una anciana con un carrito de golosinas. Charlotte la saludó con una gran sonrisa y le pidió unas extrañas piruletas de cereza rellenas de chicle, mientras yo volvía a dejar a Regiah en su lugar para que durmiera.
—Has tenido suerte, querida,solo quedaban tres—sonrió la mujer estirando su brazo ofreciéndoselas.
Justo en ese instante se escuchó el sonido de un grupo de personas corriendo, dos cabezas pelirrojas y una azabache aparecieron junto a la mujer.
—¿Podría darme una como esas?—preguntó el chico de rizos negros señalando las golosinas de Charlotte.
—Lo siento, cariño, solo quedaban tres—miró los dulces que descansaban entre los dedos de Charlotte—. Pero puedo darte unas grageas, unos caramelos ácidos, ranas de chocolate...—fue señalando la mujer con voz amable y maternal.
—No importa, seguro que llegaré a un trato con la señorita del cabello alborotado—contestó el muchacho mirando a Charlotte con una sonrisa ladeada.
—Pues si has acabado, Lee—dijo Fred apartando al chico de piel oscura—. A nosotros ponganos unas grageas y dos ranas de chocolate, por favor—siguió con una sonrisa mellada que lo hacía parecer un niño inocente.
La mujer le dio a Fred lo que pidió y después se alejó por el pasillo con su carrito.
—Señoritas—saludó Lee agachando la cabeza y apoyándose con un codo en la pared quedando muy cerca de Charlotte—. Me gustaría hacerte una oferta, un trueque, te cambió una piruleta por esta otra. Su sabor es incomparable no la puedes rechazar—murmuró el muchacho sacando algo de su bolsillo.
Lee sacó una piruleta rarísima, no había visto ninguna igual en mi vida, tenía la forma de la cabeza de un camaleón , era de color blanca y estaba cubierta de manchitas de todos los colores del arcoíris. Parecía deliciosa, pero algo en la mirada del chico me decía que no debería cogerla.
Charlotte miró la piruleta concentrada, entrecerrando sus grandes ojos y moviendo la boca de un lado a otro como pensando.
—¿Cómo sé que esa piruleta está buena? Porque si estuviera tan buena como dices te la comerías en vez de cambiarla—respondió la joven alzando una ceja.
El muchacho alzó las cejas levemente impresionado.
—Tenemos aquí a un hueso duro, ya veo, me gustas...
—Charlotte—le interrumpió cruzándose de brazos.
—Sí, Charlotte, mira no quiero esta piruleta porque me he comido ya varias y estoy un poco cansado del sabor—Lee sacó la lengua que estaba cubierta de manchas de colores como las de la golosina—.¿Ves? Si no me hubiera comido por lo menos dos seguidas no estaría así—continuó con expresión aburrida.
El argumento del chico no terminaba de convencerme, miré hacia la puerta del vagón donde estaban los gemelos Weasley esperando a su amigo con gesto de impaciencia.
—De acuerdo, espero que sea la mejor piruleta que he probado porque si no... Lee—pronunció su nombre con una nota de advertencia—Vas a deberme una piruleta.
El chico levantó ambas manos con gesto inocente y le tendió la piruleta. Charlotte la cogió y le dio una de las suyas.
—Espero que merezca la pena—dijo mirándolo mientras abría el envoltorio y se llevaba el dulce a la boca.
—Desde luego—contestó el chico con una sonrisa que no me gustó nada, si yo hubiera sido Charlotte la hubiera tirado inmediatamente como si se tratara de un explosivo.
Pero Charlotte se metió la piruleta en la boca, la chica comenzó a saborearla.
—Está un poco ácida pero está muy buena...—de repente los ojos de la chica se abrieron y empezaron a girar como locos, después su piel comenzó a cambiar de color.
Rojo, amarillo, rosa, turquesa, azul eléctrico... Los colores se arremolinaban en su piel como si fuera un lienzo, rayas, puntos, estrellas, alegres estampados también la cubrían.
Charlotte escupió la piruleta.
—¡Charlotte!—exclamamos Emma y yo.
Los ojos de Charlotte dejaron de dar vueltas y ella miró sus manos, los ojos de la chica se agrandaron de temor.
—¿Qué es esto?¿QUÉ  ME ESTÁ PASANDO?
Los chicos no paraban de reír.
—¡TÚ! ¡TE VAS A ENTERAR!—gritó Charlotte mientras se lanzaba contra Lee.
El muchacho se apartó rápidamente mientras reía.
Los gemelos que reían a carcajadas se giraron de repente, alguien venía por el pasillo y por su expresión podía imaginarme quien era.
—¿Se puede saber a que viene todo este ruido?—preguntó Charlie entrando al vagón, la mirada del chico calló sobre Charlotte.
La chica se giró y dijo: —Este idiota me ha dado una piruleta y...¡Mírame!
Charlotte estaba completamente furiosa, y no me extrañaba, yo misma me había asustado y estaba acostumbrada a bromas así, ella que venía de familia no mágica debería de estar aterrada.
—¿Qué le habéis dado?—preguntó Charlie con curiosidad.
—Un dulce camaleónico—respondió George—. Dentro de una media hora se le pasará, mira a Lee, está perfecto y le hemos dado una hace...
—Veinte minutos—prosiguió Fred—. Si bebe agua fría se le pasará antes.
—Sí, todo perfecto menos la lengua—volvió a sacar la lengua—.¿Ves?
—De acuerdo, no pasa nada, tranquila, Claire—me sobresalté al escuchar mi nombre de su boca, pensaba que ni me había visto—.Tráele una botella de agua fría del carrito. Vosotros tres venís conmigo.
Los chicos agacharon la cabeza y siguieron a Charlie, pero al salir por la puerta Lee se giró con una gran sonrisa mientras los gemelos le daban algo que parecían monedas, el muchacho abrió la piruleta y se la llevó a la boca justo antes de guiñarle un ojo a Charlotte mientras cerraba la puerta del vagón.
Desde luego ese iba a ser un año interesante.

La Dama DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora