El entrenamiento siguió sin nada fuera de lo común, el sol continuaba oculto tras las nubes, Lee y Charlotte hacían los deberes sobre el césped mientras miraban las jugadas. Wood les echaba miradas fugaces entre sus gritos.
Cuando comenzaba a anochecer, Wood acabó con el partido improvisado, todos empezaron a bajar de sus escobas para ir al vestuario. Una sombra cayó a mi lado, George me miró con una sonrisa cansada.
—Parece que tienes un imán para las Bludgers, Alma—dijo mientras miraba el palo de su escoba.
No quería mirar a George, estaba cansada de sus sonrisas, de sus intentos por hacerse pasar por mi amigo. Estaba cansada de que todo el mundo a mi alrededor fingiera. Lo ignoré.
—Eh, ¿se puede saber qué te pasa?
El chico aceleró su paso y se puso frente a mí, era casi igual de alto que yo.
—Déjame en paz, Weasley—lo empujé y continué con mi camino—. No sé qué es lo que quieres, pero sé que desde luego no es ser mi amigo.
El chico parecía dolido.
—Sé que no te entusiasma ser mi amiga, Alma. Desde luego una amiga no le intentaría meter a su amigo en el bolsillo de la túnica un lazo del diablo.
Me detuve en seco sin atreverme a girarme y mirarlo, fijé mis ojos en el banderín de Ravenclaw que ondeaba sobre una de las gradas.
—Sé que has sido tú, y que la broma iba para mí. Porque sabes perfectamente que yo siempre pongo mi túnica la última, ¿me equivoco?
Tragué saliva y pestañeé. Me giré para ver sus cejas fruncidas sobre sus ojos castaños.
—¿Si tan seguro estás por qué no dijiste nada?—alcé la barbilla con orgullo.
George negó con la cabeza y su pelo anaranjado relució con la luz dorada.
—Claire, de verdad, yo solo quiero ayudarte...
—¿Por qué?—lo interrumpí.
—Porque está mal lo que hemos hecho, quitarte tu trabajo y Fred no te va a pedir perdón ni se va a rendir por su maldito orgullo. Yo solo quiero ayudarte porque estás sola en esto de las bromas...
—No necesito que nadie me salve.
George me miró a los ojos y murmuró.
—Todos necesitamos a alguien, no siempre podemos solos, Claire. Confía en mí—el chico tendió su mano.
Dudé. Pero una parte de mí creía lo que decía George. Quería creerlo.
Recordé las palabras de Tonks.
"Todos necesitamos compañeros a veces."
Miré al chico a los ojos y después a su mano extendida. Asentí y alargué la mía para sellar el trato, justo cuando un grito enfurecido se escuchó detrás nuestro. Fred y Lee corrían hacia nosotros con el tarro que había dejado en mi cartera dónde estaba el lazo del diablo.
—¡Lo sabía!—gritó Fred—La hemos pillado, George.
El alma se me cayó a los pies. George solo había sido una distracción para que tuvieran tiempo para hurgar entre mis cosas. Y yo había sido tan tonta como para creérmelo.
Fred me vio junto a su gemelo y sonrió con malicia.
—Ahora si que te vas a enterar, Alma, ¿me oyes?
No podía contestar.
Me había quedado arada al suelo. Aquel chico me había vuelto a engañar.
Solo podía escuchar a George decir: " Confía en mí".
Y yo lo había hecho.
Iba a darle la mano. Estaba dispuesta a confiar en él.
Mi expresión se volvió fría como el acero cuando miré a George ignorando las palabras de Fred.
—Solo querías ayudarme, ¿no? Eres un mentiroso, George Weasley.
El chico miró al suelo con una expresión indescifrable. Desaparecí justo antes de que la primera lágrima cayera sobre la hierba.
***
Odiaba a los Weasley.
Las últimas semanas ambos bandos habíamos descuidado la competición, y solo nos dedicábamos a una cosa. Hacernos la vida imposible.
Aquella tarde después del entrenamiento mandé a Regiah a por un paquete de jabón de huevos de rana y más tarde lo conseguí meter en el baño de los chicos. Cuando los Bludgers quisieron darse cuenta, ya estaban cubiertos de ranas, dicen que incluso a Lee se le enredaron varios renacuajos entre sus rizos negros.
Así empezó la guerra.
Cada día había una sorpresa distinta, Peines Corta Pelo, Caramelos Lengua Sucia, que hicieron que Fred comenzará a insultar al profesor Kettleburn y ganara una expulsión de su clase, Zapatos Bailarines, Calcetines Mordepies, Cerveza de mantequilla con sabor a vomito, Jerseys Picapica... Una broma detrás de otra.
Aquella mañana desperté con el grito de Charlotte. Mi amiga gritaba horrorizada delante del espejo. Se había vuelto de color rosa. Rosa fucsia.
Su pelo, su piel, el color de sus ojos. Todo.
La chica se giró y abrió todavía más sus ojos al verme, vi mi reflejo tras ella.
Era dorada.
Malditos Bludgers.
—¿Qué pasa?—murmuró Emma preocupada desde el otro lado de la habitación.
Nos giramos para ver a Emma que estaba tumbada en su cama y contuvimos un grito al verla cubierta de azul.
—¡Pareces un pitufo!—exclamó Charlotte tapándose la boca para no reírse.
—Tú pareces una estrella de mar hortera y nadie se ríe—contestó Emma que tenía que estar al borde del colapso para contestar así, después se giró con sus ojos cargados de ira—.Claire, dime que tengo que hacer. Estoy harta de quedarme mirando mientras haces tú todo. Se van a enterar—dijo Emma con tono frío.
Charlotte y yo nos giramos sorprendidas, nunca habíamos visto a Emma así.
La chica fucsia asintió junto a mí.
Era cierto, la batalla era algo entre los Bludgers y yo, pero no comprendía por qué habían metido a mis amigas en esto. Ahora tendríamos que ser un equipo.
Mi ojos relampaguearon de ilusión mientras una sonrisa maliciosa se curvaba en mi rostro, el plan se empezaba a trazar en mi mente.
Era perfecto.
Charlotte imitó mi sonrisa.
—Te escuchamos.

ESTÁS LEYENDO
La Dama Dorada
FanfictionClaire es la legítima heredera del ministerio español y el francés, perteneciendo a dos de las familias más poderosas del mundo mágico. Así, se encontrará en un mundo que ella no ha elegido, rodeada de lujos, de humillaciones, de abusos y corrupción...