You are my friend

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Surfear no era mi fuerte.
Había hecho gimnasia olímpica y jugado voleibol, pero en definitiva, subir a una tabla y montar las olas, era lo más desesperante que alguien podía aprender.
Kono Kalakaua lo hacía ver cómo si fuera nada, hasta Adam Noshimuri que no tenía mucha práctica podía mantenerse en pie y reír de mí, al mismo tiempo.
Era mi propio pedazo de infierno personal, arena y mi poca paciencia cada que mi rostro se estrellaba contra esta...lo peor.

— No, yo me voy de aquí. Prefiero verlos desde la seguridad de mi camastro y la limonada que dejé allá.

Salí del agua todavía observando a la pareja, que seguían con sus risas tranquilas y moviendo sus manos para que les consiguiera algo de bebidas también. Iba demasiado ensimismada, cegada por la luz del sol y además molesta por no haberme podido parar más de dos segundos en la tabla que Kono me había prestado, al girar para seguir con mi camino choqué con alguien, un muchacho alto, blanco, de ojos rasgados y barba de candado pero no estaba poblada, parecía de unos días.

— Perdón, de verdad lo siento, no me fijé.

— Tranquila, yo tampoco. De hecho, solo venía a ver a alguien, y ya lo vi.

El muchacho sonrío en mi dirección justo después de echar un vistazo al agua, se giró y se fue. Por mi parte, solo me dediqué a encaminarme al camastro, al menos eso pretendía hasta que mi celular sonó.

—Catherine, domingo por la tarde no parece buena idea para llamar.

— Oye, tengo algo sobre Doris y tú madre.

Kono se estaba acercando justo después de que Adam se despidiera para irse, y apenas cruzamos miradas, supo que algo andaba mal.

—Gracias, Cat. Te veo en un rato, igual llamaré a Mason, irá en mi lugar.

—¿Aún iremos a eso? —cuestionó la morena con desdén e inquietud.

—Si, te dije que te acompañaría, solo me encargo de esto y ya. Te alcanzo y te cuento en el auto —La morena se encaminó para poder cambiarse, mientras, yo llamé a Mason para avisarle sobre el hackeo que mi madre había hecho al FBI, claro, con Doris McGarret—. Perdón, Mason, pero tengo algo urgente con Kono, no tienes idea de lo mucho que quisiera ir yo misma.

— Tranquila, estoy cerca del Palacio, ¿Segura que Steve no tiene problema en verme ahí?

Reí en voz baja y me despedí, fui a ponerme ropa adecuada y partí con Kono Kalakaua, a quien puse sobre aviso de lo que estaba haciendo Amanda Kaye, por qué si, había entrado a la base de datos del FBI junto con la madre de Steve. No tenía idea de lo que quería conseguir, pero ya tendría tiempo para ponerme al tanto.
La prima de Chin me había pedido ayuda para desenmascarar a Adam Noshimuri, su novio, y el hijo del hombre con el que me había involucrado para fingir su muerte, claro, al final sí sucedió...con Adam todavía estaba algo tensa mi relación, sin embargo, intentábamos llevarnos bien para que su novia fuera feliz también.

Habíamos llegado a una bodega, quisimos entrar pero estaba cerrado. Rodeamos el lugar y dimos con una ventana sin barrotes, pero con el suficiente espacio como para introducirnos por ahí.
Kono pasó primero y luego yo, quebramos el cristal para abrirnos camino al interior del recinto, y estando ahí nos dimos cuenta de varios barriles color arena, ella desenfundó un cuchillo oculto en su bota y destapó el contenedor.

—Dios —susurré, alargando un suspiro y llevándome la mano derecha a la frente.

Había restos óseos y algo de cabello en el interior, claramente era un cuerpo, todavía despedía cierto aroma a muerto además de la sangre esparcida y seca.
Luego, los ruidos del exterior de la bodega nos alarmaron. Mire a Kono y corrimos para escondernos de tres sujetos que, supuse, eran de la Yakuza. Estos hablaban de cosas que no podíamos entender, mientras, ambas le quitábamos el seguro a las pistolas que traíamos con nosotras, aunque, cuando ellos se voltearon y quedaron de espaldas a Kono y a mí, mi compañera alzó la voz para hacerles saber que el Cinco-0 los había descubierto.
Mala idea.
Las balas pasaron demasiado cerca de nuestros cuerpos, y corrimos en la bodega entre los estantes para buscar alguna salida o escondite, solo que los hombres de la Yakuza nos siguieron.
Me separé de Kono y me agaché detrás de un tablón, y cuando uno de los atacantes estuvo a algunos metros por delante de mí, me levanté y enrollé mi brazo en su cuello. Era muy corpulento por lo que no iba a poder dejarlo inconsciente tan fácil, así que, con el culote de la pistola, lo golpeé en la cabeza y cayó al suelo.
Corrí hacia dónde vi a Kono, al lado contrario de donde yo me hallaba, con otro asiático que caminaba siguiendo las órdenes de la chica, sin embargo, cuando noté que él no iba a bajar el arma, reaccioné para dispararle, al igual que la prima de Chin...y que el hombre.
Bajé la mirada cuando entendí lo que los ojos rasgados de Kono me habían dado a entender: le habían disparado.
Ella trastabilló y se deslizó al suelo con ayuda de un estante alto.

RevengeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora