About the music I couldn't play

132 14 9
                                    

Hacía tiempo, específicamente desde la vuelta de Catherine y su confesión de querer recuperar a Steve, que no sentía celos, o al menos incertidumbre.

Antes de dormir, los tres habíamos estado tranquilos, cosa rara desde que habíamos llegado a vigilar a la dueña de la joyería pues gran parte del tiempo nos habíamos estado peleando, o bueno, mejor dicho, ellos habían peleado por dos días, luego yo pasé a ser una especie de conciliadora, para finalmente ser una víctima más de ese par de hombres que, si bien no me caían mal (a ambos los quería enormemente de formas diferentes), si llegó un punto de desesperación terrible porque fui presa de todas y cada una de sus bromas.

El punto es que esa noche en particular, la mujer había llegado y abierto sus persianas de par en par, y comenzó a desvestirse como cualquiera lo haría cuando llega de trabajar, cansado y con ganas de andar en ropa interior por el lugar...o al menos así lo hacen algunos.

— Oye, Steve, ven acá.

Él se alejó de mi lado, en el que ambos estábamos acomodados en el sofá y con el gato en medio de los dos. El sonido de los ronroneos y el como el felino de vez en cuando nos "amasaba" con sus patas, era una sensación linda, eso y que de vez en cuando, al estar distraídos, rozábamos nuestros dedos por accidente.

— ¡Danny!— exclamó McGarrett sorprendido, además de algo ofuscado y con sus mejillas sonrosadas—. No deberías estar viendo eso.

— ¿Qué cosa?— pregunté interesada. Ese gesto en Steve no me daba una buena señal y luego, al darme cuenta de lo que al rubio le prestaba tanta atención era la mujer morena de largo y ondulado cabello negro que se quedaba solo en un brassiere de encaje negro, ciertamente, me molesté. Y todavía más porque no quitaba esa sonrisa socarrona de su rostro, como si observar la intimidad de alguien fuera lo más gracioso del mundo—. Hombres siempre serán hombres, ¿no? Muévete.

Apenas proferir aquella orden, moví la dirección en la que apuntaba la cámara, sacando un quejido por parte de Daniel, pero, al diablo. Ella podía ser una sospechosa a la que vigilábamos sin descanso, pero nuestro trabajo no era contar los lunares de su cuerpo, solo era obtener información para una exitosa aprehensión o al menos enterarnos de los delitos cometidos, o no, por ella.

— No es la gran cosa, Charlie. Estaba a punto de apagar el monitor.

— Si, claro— resoplé con hartazgo, yendo a servirme un vaso de agua—, estabas a punto, pero a punto.

— Agh, no te estreses.

— No me estreso, Daniel, me molesto.

Himbris simpri sirin himbris— dijo mi interlocutor a modo de imitar mi tono de voz al haberlo regañado—, no soy un pervertido.

— ¿Sabes? Okay, por un momento abre tu imaginación, si...

— Charlie...

— Ahora no, Steve, déjame darle una lección a mi amigo, cuyas dos cabezas no piensan en conjunto— Él quedó algo absorto por mi contestación, pero es que ya no podía evitarlo, la actitud despreocupada del detective me había agotado la paciencia en menos de lo que podría parecer—, imagina que es Grace quien está del otro lado. ¿Te parecería que alguien diga lo mismo que tu? ¿Que no es la gran cosa?

Con lo que había dicho anteriormente, el par masculino acomodó un gesto de descontento, y con lo agregado a modo de hacer conciencia de lo que significaba el acoso, el de Jersey esta vez si se enojó y, levantándose de su lugar, salió del departamento sin importarle si estaba en pijama y en calcetines. El problema fue la mirada que McGarrett me brindó, como reprochándome por lo que había salido de mi boca así sin filtro.

RevengeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora