Deadly words

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Cuando el jefe de la unidad Swat, Lou Grover, nos abordó a gritos, nos dimos cuenta de que, efectivamente, teníamos las de perder en cuanto a la localización de ese cartel, sin embargo, gracias a Chin y a las cámaras de la ciudad fue que pudimos dirigirnos a un estadio, exactamente el estadio principal de Hawaii.

Nos dividimos, o más bien, Steve se separó de nosotros y nos dejó, a Danny, Chin, Cat y a mi en la parte exterior del lugar por si acaso querían escapar.

- Ese Grover parece un gorila...-susurré, aunque todos a mi alrededor parecieron escuchar a la perfección.

- Te concedió tomar el arma que querías y...

- Catherine, eso no quita que me haya apuntado a la cara, es más, a todos y, ¡mira!

Justo encima de nosotros se veía un helicóptero (supongo que en el que escaparían nuestros objetivos), y luego, la figura de un hombre que caía de espalda al pasto del estadio. Todavía en las alturas, Steve forcejeaba con otro sujeto, luego, algunos disparos aceleraron el palpitar de mi corazón pensando lo peor. Ni siquiera estaba apuntando hacia arriba con el rifle, rezaba a Dios con la mano en el pecho para que el comandante saliera ileso, y así fue.

Steve se las ingenió para aterrizar el helicóptero y estuvo fuera del peligro que todo había representado, además de Grover que nos informó sobre el cartel y cómo se habían estrellado y fallecido en un momento de una persecución en auto.

- Eres una máquina de provocar infartos, Steve- dije al hombre, quien pasaba uno de sus brazos por mis hombros y así no caer mientras caminaba.

- Eh, bueno, viniendo de ti, me halaga.

Un día más en la oficina, aunque aun no terminaba.

Cuando tuve la oportunidad de llegar a casa junto con Danny, el sermón telefónico de Mason me hizo caer en cuenta de, que lo que menos necesitaba, era un nuevo reproche hacia mi rubio amigo, por lo que me detuve una cuadra antes de mi hogar para poder calmarme y pensar con claridad, sin embargo, la llamada de Steve diciendo que nadie abría mi propia puerta, me hizo arrancar de nuevo y estacionar en la pequeña cochera.

- Créeme, lo que menos quiero después de haber sido privada de mi libertad es verte otra vez- hablé, al tiempo que giraba la llave y le permitía entrar al par de hombres.

Ellos se abrieron paso y se acomodaron en el sofá, luego, me dirigí a mi habitación para darme una ducha bajo la indirecta de que así me calmaría y que, tanto Steve como Danny, prepararían algo de cenar. No tardé demasiado, más había demorado en ponerme las pantuflas y en acomodar el pequeño comedor, y el par masculino ya estaba algo enterado de lo que podrían decirme o no.

- Están misteriosos y tú no viniste solo a cocinar, ¿qué tienes?

El par de hombres se miraron por un segundo, ni siquiera terminaron de comer y a mí me pidieron que no me detuviera al estar masticando la pasta que habían hecho.
Steve se veía realmente intranquilo y Danny no quitaba sus ojos verdes con preocupación, sin embargo, cuando el comandante abrió la boca y emitió sus primeros sonidos, el toquido familiar de Mason me sacó de aquel momento tenso.

—No voy a abrir después de lo que pasó, sigue hablando...

—¿Podrías abrir?

Rodé los ojos y me dirigí a la puerta, empero, detuve todo el acceso con mi pie, porque si, seguía molesta por la actitud incierta del que se supone era mi mejor amigo.

—¿Podemos hablar? Es urgente —preguntó el moreno con impaciencia, aunque no le iba a resultar tan fácil.

—Oh, noches, porque buenas habrían sido si me dejaras seguir cenando...

RevengeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora