Goodbye, dear sister

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Había estado en las filas de Wo Fat desde hacía ya un tiempo, y se suponía que hoy por fin, Jenna y yo podríamos irnos a México para que nos perdiera la pista y descansar de todas las cosas que ese mal nacido nos había hecho pasar, más a ella que a mí, puesto que si bien seguía la mayoría de sus órdenes cuando aún estaba en la policía y como civil con mis contactos, todo lo hacía con el fin de proteger a mi hermana menor.

Hasta que la asesinó frente a mí y ese extraño SEAL de Hawaii que por tanto tiempo habíamos planeado capturar para poder escapar.

Estábamos al sur de Corea del Norte, Jennifer ya estaba en el búnker de Wo Fat con el hombre que nos había encargado buscar y atrapar, más que nada a ella. Yo no podía salir de Corea debido a que si lo hacía, mi hermana moría y yo también.

¿Cómo había accedido a estar con un hombre misterioso que tenía influencias alrededor del mundo?

Jennifer y yo laborábamos en la CIA, mientras ella estaba con los analistas, mi deber de criminalista de campo era estudiar, recolectar, embalar y proteger los indicios encontrados en una escena del crimen, además ambas teníamos reconocimientos y diplomas en combate cuerpo a cuerpo gracias a nuestro padre Jonathan Kaye.

El prometido de mi hermana había salido en una misión y no había regresado, se dio por desaparecido y luego por muerto, hasta que claro, a Jenna le llegaron pruebas de que Josh estaba vivo. La hicieron mover mar y tierra, gastar cantidades de dinero que a veces ni juntas nos permitíamos, y luego llegó Wo Fat. Él fue quien reconoció tener pruebas de que Josh estaba vivo, y que incluso estaba con él en Corea.
Por más que le pedí que no confiara en Wo Fat, ella lo hacía y cuando le mostró la sortija que su prometido llevaba con él, simplemente se cegó ante lo demás.
Tuve que apoyarla, y todo parecía ser verdad, hasta que este hombre pidió favores que nos llevaron a renunciar a nuestro trabajo por miedo a que hirieran a nuestros compañeros.
Ambas amábamos estar en la CÍA, era incluso llamado hogar.
Aun así tuvimos que estar un par de semanas como espías de Wo Fat, teniendo que borrar pruebas contundentes para poder atraparlo y diciéndole donde tenían planeado arrestarlo, de esa forma él se libraba de los planes de seguridad que se tenían en su contra y huía victorioso con nosotras cubriéndole la espalda.
Se llevó a Jenna a Hawaii y a mí me dejó como una encargada en su búnker de Corea. Nos manteníamos en contacto para saber qué haríamos, a dónde iríamos cuando esto terminara, pero no conté con que se ganara la confianza del equipo de 5-0 y que los planes se complicarían.

Habían pasado un par de horas desde que había pisado el búnker con Steve McGarret pisándole los talones. Lo habían dejado atado al techo en una habitación donde ni siquiera yo había podido entrar.

—Dios, estaba preocupada por ti— dije, con mi hermana entre mis brazos y con ella llena de culpa, lo sabia por la mueca que tenía en su rostro y porque no me miraba a los ojos. Además, yo también lo sentía.

—Creo que ya está todo listo, s-solo quiero ver a Josh e irnos de aquí— murmuró ella con una rapidez impresionante en sus palabras.

Wo Fat se aproximó a nosotras por lo que me quedé delante de mi hermana y encaré al moreno, con miedo si, pero con la suficiente valentía como para hacerle creer que no le temía.

—Ya hicimos lo que pediste...

—¿Dónde está Steve?— preguntó Jenna con la voz temblándole y con una mano aferrada a mi brazo izquierdo.

Los gritos del hombre fueron lo que nos dio la respuesta y después solo asentí con la cabeza y pestañeé un par de veces. Yo solo quería recuperar a Josh e irnos de ese maldito lugar que tanto nos había quitado a las dos.

—Necesito verlo— espetó Jennifer, solo que esta vez no se refería al comandante sino a su prometido—. Hice lo que querías, ahora entrégame a Josh.

RevengeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora