All I have

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Aquella mañana en la que Steve había salido de casa de Charlie, como lo había estado haciendo por las últimas tres semanas, fue capturado por un par de mujeres altas, ambas calvas y de tez sumamente oscura. Lo habían interceptado y herido en una calle amplia, a plena luz del día cuando el comandante regresaba de aquel puesto de tacos en el que a su novia y a él les gustaba desayunar de vez en cuando.
Ellas lo llevaron a una enorme bodega alejada de Hawaii, y mientras, el equipo del Cinco-0, con Charlie incluida se iban del punto de encuentro que era el Palacio Kamehameha con Sang-Min, un criminal en proceso de ser reformado y cuya ayuda era atraer a peces gordos del mundo de las drogas y la prostitución. Al parecer, ya había ayudado al equipo es decir, anteriormente a que Charlotte hubiese formado parte del Cinco-0.

Estaban algo alejados de la ciudad y solo esperaban a un ausente Steve McGarrett, sin embargo, y a pesar de que sería Lou Grover quien quisiera aplazar unos minutos más la operación para detener a Marc Finnegan, la fuerza táctica se desplegó en secreto, esperando que Marc cayera en la trampa de Sang-Min, aquel japonés alto, con un inglés y acento asiático muy notorio, además de ese sentido del humor raro que le hizo levantar las cejas a Charlotte.

— Uy, spicy, trajiste una nueva amiga y no eres de Hawaii, no de siempre— declaró Sang-Min, acercándose un poco aun cuando estaba ya esposado.

— Exacto, Washington.

— Y bueno, dale gracias a tus padres por traerte al mundo, barbeque— aduló el asiático, con una Charlie que rió por instinto y asintió con la cabeza, más por el apodo que por lo anterior.

— Creí que tenías un hijo y esposa— dijo Kono, con su codo sobre el hombro de la otra chica.

— Un hijo que bien podría tener a cualquiera de ustedes de mami.

Lou hizo una mueca de asco y Chin, junto con el par femenino, se rieron por la forma en la que Sang-Min decía las cosas. Debían admitir que su informante tenía un toque para hablar.
Y a pesar de que era un buen momento, Danny recibió una llamada que lo hizo alejarse un poco del ruido del grupo, pero la noticia lo descolocó, y los demás lo notaron.

— Que Steve sea el jefe no significa que le toque paga por esto— oyó Daniel a unos metros, pensando seriamente en lo próximo que diría, ese había sido Lou.

— Eh, oigan— Los cuatro compañeros del detective lo miraron con algo de confusión, y es que su rostro no podía dar a entender otra cosa que no fuera eso. Pasaron de lo divertido a lo serio en menos de un segundo—, encontraron el auto de Steve en la interestatal.

Ni lo pensaron dos veces cuando, con la dirección puesta, el equipo se encaminó a ver el vehículo, y efectivamente, ahí estaba el carro rojo, aquel viejo que McGarrett arreglaba para terminar lo que pudo haber hecho su padre.
Tenía la puerta del piloto abierta y ni siquiera estaba bien estacionado, incluso Sang-Min se mostró preocupado cuando Charlotte -quien lo subió a su camioneta en una forma de agilizar la situación- se detuvo en medio de la carretera y brincó de la Land Rover con su arma en mano.

Era claro que todos estaban temerosos, al final del día, aunque Steve fuera su jefe, también era su amigo, su mentor, su compañero, novio y familia. Cuando se tratara de alguno del equipo del Cinco-0, siempre iban a estar dispuestos a mover cielo, mar y tierra hasta dar con su paradero y de vengarlo si así era necesario, por eso era comprensible que los ritmos del corazón de los cinco presentes estuvieran a tope, en especial de un par que lo veía como algo más que una simple persona, o bueno, todo era un panorama diferente para cada uno.

— Hay sangre aquí y...

— Fue secuestrado— interrumpió Daniel a Chin. Todos se levantaron y dejaron de observar lo que sea que pudieran ver, y se detuvieron para analizar las huellas en el pavimento que el rubio les señalaba—, no fue accidente, vinieron por él.

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