A breaking union

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La boda estaba a escasas cuatro horas, y si bien, con la tía Deborah no había tenido ningún problema en cuanto a lo de la asistencia, aún me quedaba hablar con Steve y arreglar el dilema que tenía. Pero era muy complicado si ponía sobre la mesa la charla anterior con Catherine y los sentimientos que aún tenía para con McGarrett.

Sobraba decir que estaba algo asustada, y celosa.

Mi parte racional me aconsejaba que me calmara, que ella no estaba actuando a escondidas y que había tenido el valor como para confesar algo tan privado, además, seguido me decía a mí misma que si fuera al revés, entendería toda la situación y que solo debía respirar hondo y que las cosas pasaran como debían pasar... Empero, mi cabeza se volvió loca. Si ya de por sí tenía el tema de Mason y de que mi llanto nocturno solo podía ser aplacado por el buzón de una llamada vieja en la que mi mejor amigo había hablado con mi silencio estando de misión, el switch cerebral estaba siempre encendido con la idea de que era probable que uno de mis más grandes sostenes, si no es que el mayor, me iba a ser arrebatado sin que yo pudiera darme cuenta siquiera.

Eran las 2:30 de la tarde y el vestido rojo estaba guardado.

Pude haber llamado a Danny, pude haber llamado a Steve...pude haber llamado a Mason, y mis manos temblaban cada que tocaba el celular, mi rostro, impasible, se reflejaba frente al espejo y, por dentro, gritaba, arrojaba todo y corría hasta perderme. En su lugar, comencé a maquillarme, sin detenerme a querer pensar otra cosa que no fuera salir de esa casa que, sentía, se volvía más pequeña con cada inhalación que daba.

Comí un poco antes de irme y, al llegar al hotel en el que Deborah se casaría, me escondí en mi camioneta, estacionándome lejos de los demás vehículos y solo caminando hasta que estuve segura de que, al aparecer, todos estarían demasiado ocupados felicitando a la mujer vestida de novia y no preguntando por mi repentino arribo.

— Gracias por venir, Charlie— susurró Deborah, con sus labios pintados en un perfecto rojo brillante, volteando hacia mi y sin soltar el brazo de Steve, quien solo podía mirarme de reojo.

Solo sonreí, asentí y la insté a que avanzara hacia el altar en medio de la naturaleza, luego así lo hice yo, después de Mary McGarrett y seguida de Kono y de Grace, que fungió como el paje de la ceremonia.

Basta decir que fue tranquila, con pocas personas pero los más cercanos a la pareja y estar así, a solo unos metros de la playa, con el atardecer que llegaba justo en el tiempo en el que los novios se miraban con tanta ternura, bueno, creo que mi corazón llegó a un punto de nostalgia y melancolía que nadie más podría entender, y solo la brisa lejana pudo disipar las extrañísimas ganas que me dieron de llorar cuando escuchaba con atención los votos que Leonard y Deb compartían.

Una vez que la ceremonia concluyó y que nos organizábamos para partir adentro del salón principal para la recepción, fue que sentí la mirada de Steve puesta en mi, y aunque yo hablaba con la tía Deborah para explicarle que solo me quedaría por espacio de un par de horas, sus ojos azules taladraban mi nuca con fuerza, causando que mis rodillas temblaran y los nervios aumentaran, pues no era secreto para nadie que McGarrett y yo no estábamos del todo bien después de la charla en mi oficina.
Estuve en la fiesta, bailé un poco y luego, al estar lista para retirarme, vi la figura de Catherine que aparecía ataviada en un vestido azul rey y su cabello suelto, lacio, luciendo bonita y atractiva, hasta me intimidó verla así, me hice pequeñita en mi lugar y caminé hasta donde mi camioneta estaba estacionada.

En el trayecto, me reclamé, me regañé y también me abracé, pensando en que había hecho mal por irme de la celebración que tanto significaba, no sólo para Deb y Leonard, sino para el mismo Steve. ¿Seguíamos juntos? Suponía que si, puesto que, expresamente, no habíamos terminado nuestra relación, sin embargo, también figuré que Catherine ya habría hablado con él para decirle lo mismo que a mí, y de nuevo temblé, fue raro, inesperado. De hecho, tampoco la culpaba a ella, sabía que sus sentimientos no venían a traicionarme, ni mucho menos, con certeza sabía que Rollins me consideraba y me veía como a una amiga sincera, aunque eso no arrancó la incertidumbre que me había dejado desde su revelación.

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