Keeping secrets is a bad idea

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Una parte de mí me decía que estaba bien faltar a la boda, otra me asustaba pensando en que estaba siendo muy egoísta con mi dolor y que le estaba dando demasiado espacio. Algo se estaba muriendo todavía, algo desaparecía lentamente, y ardía, quemaba, era un infierno personal del que no podía escapar aunque quisiera, aunque corriera y me escondiera siempre me empujaba al vacío de no saber dónde estaba, quien era y que era todo lo que me llenaba la mente.
Por eso estaba ahí, con Jerry, que era la única persona que me mantenía el recuerdo de Marcus y de Mason vivo, además de Catherine que aguardaba en casa.

— ¿Qué haces?— pregunté a mi compañero.
Me estaba hartando de estar en las nubes y con los ojos pegados a la salida.

— Steve no confía en la pareja de Deb, al parecer fue el abogado de un grupo mafioso importante...

— De Detroit— mencioné, entrecerrando los ojos y entendiendo las razones de McGarrett para estar alerta de esa forma—. Abre esa nota.

El chico de rizos dio click en una página de Internet periodística en la que destacaban la participación de Leonard Chyre.
No solo habían sido el abogado patrono de aquella agrupación tan peligrosa y aclamada de los 70's sino que, gracias a él, se habían librado de pisar la carcel unas cuatro veces.

— Si quieres yo le entrego tu paquete— Jerry me observó con duda y hasta alejó el sobre hasta el otro lado de su escritorio—, por favor. Iré a su casa en un rato y no tengo problema. Así no gastas gasolina y evitas usar la tarjeta de crédito de tu mamá— No me gustaba chantajear a las personas, en especial a las que no se lo merecían, pero me urgía hablar con Steve de su conducta y recapitular lo que nos estaba alejando desde la muerte de Mason.
El castaño abrió los ojos y, con cuidado, depositó el sobre en mis manos, a lo que yo agradecí y salí victoriosa.

Aún no tenía que salir de la oficina y como los demás también seguían ahí, dí seguimiento a las tareas de investigación que me faltaban, porque no teníamos una línea de investigación concreta para el homicidio de los padres de los Goldman, los niños que habían quedado huérfanos y, temporalmente, al cuidado de servicios infantiles.

— Bueno, lo del fraude piramidal no fue fructífero.

— ¿Fructífero? ¿Desde cuando usas esa palabra, Danny?— preguntó Lou al rubio, que acababa de llegar a la par de Chin.

— Yo uso palabras, me gustan las palabras, ¿hay algo de malo con que sea fan de la gramática y el léxico?

— El que le crea, levante la mano por favor.

Nadie más lo hizo a excepción de mí y el detective me señaló pensando que habría ganado esa mini partida verbal con el otro policía.

— Oh yo no levanté la mano por eso, quería saber si por fin podíamos llegar a la parte en la que nos dices las noticias relevantes— puntualicé, ganándome un chocar de puños con Grover y el virar de ojos de Daniel.

Chin abrió una carpeta digital en la computadora central en la que, si bien existía una denuncia por el fraude que los Goldman les habían hecho a sus vecino, los Fisher, no había llegado a más. La madre, molesta porque se habían desecho del fondo universitario de su hijo Cole, tenía planes para ir compensando ese dinero poco a poco y lo demostró con recibos de un préstamo bancario y una inversión pequeña que por fin le estaba resultando positiva, a eso se le acompañaron los pobres registros telefónicos y que, al momento del homicidio, los Fisher estuvieran en una fiesta familiar al otro lado de la isla.

— Investigué las finanzas de los Goldman y no van a creer esto— Kono fue la que tuvo el turno de presentarnos una oportunidad para seguir con una posible ruta que nos ayudara a resolver el caso—. Había un seguro en caso de que Jessie y Norman murieran, mejor dicho, que fueran asesinados; Michael y James iban a recibir 25 millones de dólares para tener su educación completa, sin trabas.

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