A Silent Try

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Resultaba en que yo no quería ir al funeral de Mason, y estar hecha un ovillo sobre mi cama, en ropa interior, y abrazada a su chaqueta militar era lo único que sabía hacer desde la noche anterior en que Chin me avisara que ya tenían todo listo para despedir el cuerpo de mi mejor amigo.

— ¿Q-qué? ¿Mañana?— había preguntado, estando sentada en el comedor y con una taza de té de manzana que mis manos rodeaban. Marcus estaba a mi costado y a la cabeza de los lugares en la mesa, y a pesar de que yo asentí y dije que todo estaba bien, los mismos ojos marrones de mi ex pareja me anunciaron que, para él, no era así.
De pronto, como si algo se hubiera activado en mi cerebro, me puse de pie y abandoné mi bebida caliente, solo para ir por un cuaderno, estando bajo la mirada lastimera de quienes me acompañaban en el terrible luto. Y vino la histeria, una que no se había presentado desde aquel día en la escalera—. Bueno, entonces supongo que tendré que planear lo que diré, ¿no?

— Charlie, no es...

— Shh, Cat. Y bueno, ¿qué es algo apropiado? ¿Debo hablar de...? Quizá de nuestra amistad, o de cómo lo conocí, ¿no?— inquirí, caminando un poco y escribiendo, borrando y volviéndolo a hacer una y otra vez, con las lágrimas inconscientes que manchaban y, claramente, humedecían las hojas del bloc de notas—. Tengo que...tengo que cambiar a una página limpia y decidirlo bien, no puedo fallarle, díganme, ¿qué es correcto para decir en un funeral?

Nadie pronunció palabra alguna, en su lugar, el pitido incesante en mis oídos apareció en conjunto con el latido de mi corazón que acababa con mi aliento. A decir verdad, era el único par de sonidos que percibía, ni mis gimoteos llegaban a la escucha personal.

— ¿Qué es lo que se dice en un funeral?— Me detuve, y sintiendo que todo era real, de nuevo, arrojé mis anotaciones al suelo en un ruido que provocó el estremecimiento y el miedo en los presentes, excepto en Marcus, o quizá estaba tan acongojado que no se inmutó, solo pegó los codos a la mesa a la vez que agachaba su cabeza y la escondía entre sus brazos, soltando de nuevo ese mar cristalino y salado que llegaba como a diario en esos tres días.
Steve se puso de pie de golpe y me abrazó, me cubrió con una manta ligera y no me soltó, solo estuvo ahí, absorbiendo mis lágrimas y soportando que mis manos azotaran su abdomen de vez en cuando—. ¿¡Qué maldita sea es apropiado para su funeral!? No sé qué se hace.

Una de sus manos tomó la mía y me llevó hacia afuera, donde era Lou Grover y Jerry, además de Kono, que me esperaban en una banca, me dejó con ellos y pude escuchar cada una de esas palabras que siguieron haciendo la herida más grande, pero que también me hicieron saber que debía soltar todo lo que tenía y que estaba bien llorar, que así debía ser. Me sentí segura, protegida y comprendida, no lo agradecí completamente porque mis ojos no paraban de derramar ese líquido salado que ya tenía mis orbes ardientes y colorados; fueron un hombro suave y sereno que entendieron todo lo que mi boca podía proferir.

— No escondas a tu corazón, Charlotte. Nunca podríamos ser capaces de juzgar tu dolor y sábetelo que no te vamos a soltar— hablaba Kono, con uno de sus brazos detrás de mi espalda y atrayéndome hacia ella con cuidado—. Hemos pasado muchas cosas juntos, te aseguro que esta ocasión no será la excepción.

Y luego me abordó el silencio en mi habitación y en observancia de Danny. Sus ojos verdes recorrieron mi cuerpo, no me dio vergüenza, de hecho fue una sensación reconfortante, en especial porque no había algo que me incomodara, era más como un abrazo silencioso que derramaba cierta cosa paternal, y aún así, él salió y, con Catherine, me ayudaron a vestirme con algo cubriente pues extrañamente, el clima era frío.

Descendimos por las escaleras en donde la mirada perdida de Marcus Reegan se confundía con estar concentrado, y sentí que me mareaba, que algo no estaba bien y que mi lugar no iba a ser en el cementerio. Sinceramente, no iba a poder con eso, y es que, desde la muerte de Mason, la de Jenna también me estaba carcomiendo la mente, y aunque ella ya descansaba, a mí me sucedía lo contrario, y además lo de mi madre era un punto importante que seguía bombardeando los instantes en los que necesitaba un poco de silencio mental.

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