Awkward

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Enero estaba pasando con una lentitud insoportable, con actitudes insípidas por parte de mis padres y el encuentro afortunado con Mason Kent, quien me había estado apoyando con el tema de la pérdida de mi hermana y consejos acerca de cómo debía hablar con mis progenitores sobre el tema doloroso que nos aquejaba.
El equipo del Cinco-0 había tomado unos días de descanso y, de forma extraña, no había recibido una visita de Steve y solo había hablado un par de veces con Danny por teléfono, sin olvidar a Chin y Kono que tampoco habían pasado por mi casa o llamado para ir por un raspado, como usualmente lo hacíamos.
Cuando terminé de desayunar escuché a Mason que aún seguía en la ducha, corrí a lavarme los dientes al baño de la habitación en la que mis ausentes padres estaban durmiendo y salí con rapidez dejando una nota pegada a la puerta del baño, prendí mi auto y me enfilé con dirección al Palacio Kamehameha, el cuartel general de los Cinco-0. Pedí entrar y, gracias a una charla anterior de Daniel Williams y Chin, pude entrar sin problema solo portando el gafete con la leyenda "visitante" en él.
Acomodé mi chaqueta y la caja con malasadas para abrirla en cuanto tuviera al equipo frente a mí, pero las expresiones preocupadas del detective, Kono, Steve, y una mujer rubia, detuvieron mi próximo saludo efusivo.

—Charlotte, justo iba a llamarte, ¿Chin no estuvo contigo? ¿Ha llamado?— preguntó Daniel, dubitativo pero con una mirada de extraña esperanza que, supongo, buscaba encontrar en mí.

—Lo lamento, lo llamé pero nunca atendió, ¿sucede algo?— cuestioné de nueva cuenta al par de hombres, mientras que Kono iba y venía de su oficina para buscar alguna información sobre su primo.

—Chin no está en la Costa Norte, llamé al hotel en el que normalmente se hospeda y dijeron que nunca llegó. Rastreé su celular y lo localicé en su casa.

Observé a la morena después de lo declarado, así que cerré la caja que llevaba entre mis brazos para asentir y seguir al equipo en la búsqueda de Chin. Condujimos para arribar a su hogar, descubriendo que no pensaba cambiarse de la casa que había estado compartiendo con su fallecida esposa, quedándose ahí a pesar de estar solo.

Seguí a Danny al garaje para ver si ahí encontrábamos algo y ver su auto solo nos puso más alerta de lo que de por sí, así que caminamos más a prisa para informarle al par restante lo que estaba ocurriendo, enfundando cada uno sus armas y teniéndome una por parte del rubio, a quien agradecí. Por separado, revisamos la casa. Con los nervios de punta y estando enfocada solo en las voces de mis compañeros, además de mi respiración, recorrí el espacio que me fue asignado solo con la mirada de Steve, que se adelantó a la habitación del hombre, y yo caminé con cuidado de no toparme algo irregular y deseando que de verdad así fuera.

Por la voz de Daniel me encaminé a la cocina, encontrándome con los demás. El rubio nos señaló la puerta de atrás y la manera en que estaba abierta, además de la rotura de cables de telefonía y una toalla usada para inhabilitar la alarma, dejando una respuesta que seguía dando dolores de cabeza al entender, que cualquiera que hubiera entrado, era un profesional con lo que estaba llevando a cabo.

Steve revisó la alarma, buscando algún tipo de indicio que nos fuera útil y relajarnos aunque sea un poco, cosa que parecía ser de dificultad extrema para Kono, quien obviamente estaba preocupada por su primo.

—Bien— comenzó el comandante—, la puerta trasera fue abierta a las 10:43, Chin me envió un texto a las 12:15.

—No lo creo, Chin no envió nada, fue el secuestrador quien lo hizo— espeté, con seguridad, viendo al trío frente a mí.

Una especie de molestia se apoderó de mí, haciendo que mi cuello se tensara y mis manos no abandonaran su lugar en mi cintura.

—Bien, llamaré a los forenses para que procesen este lugar y llevaré el celular de Chin a Fong para que revise si hay huellas dactilares en él.

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