Prólogo

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Mentir.

¿Por qué de pequeños nos enseñan que mentir está mal? Sí realmente crecemos envueltos de mentiras y de cuentos ficticios.
Crecemos creyendo que cuando seamos grandes, nuestro futuro será el mejor, que encontraremos a nuestra media naranja, que será como el príncipe azul de los cuentos Disney, que un beso de amor verdadero lo cambiará todo. Crecemos creyendo que cada 25 de diciembre, un hombre que vive en el polo norte nos trae regalos solo por el hecho de ser buenos y no ser malos, cuando ese reconocimiento se lo deberíamos dar a nuestros padres, quienes se pasan todo ese mes luchando para que sus hijos puedan disfrutar, aunque sea, de una de todas las cosas que han puesto en la carta.

Yo soy la ilusa que creía en todos esos cuentos de hadas. Creía que al encontrar mi media naranja todo sería un camino de rosas, que sería feliz para siempre, cuando en realidad hay que superar muchos baches para poder llegar a eso que llamamos, y vivieron felices para siempre.

Ahora mismo, creo que no necesito ninguna media naranja, yo soy mi naranja completa, lo que sí necesito son frutas que al juntarlas sepan de puta madre y se puedan combinar siempre que lo desees.

El amor, eso ya es otro tema.

De pequeños nos cuentan que los niños se forman cuando una mama y un papa se quieren mucho, pero eso queda muy alejado de la realidad. Sinceramente dudo que mi padre llegará a amar alguna vez a mi madre, dudo que alguna vez amara a alguien que no fuera una botella de alcohol. Los niños se crean del placer, del fruto de dos personas que se sienten atraídas acaben consumidas el uno por el otro.

Pero, yo después de todo, me he dado cuenta de que el amor, no se basa en dárselo solo a otra persona, a veces basta con dártelo a ti mismo, porque no hay nada más bonito que el amor propio. El quererte a ti mismo es el primer paso para poder llegar a querer a alguien más. Y si el amor propio es bonito, el dar amor y recibirlo por otra persona, eso es lo más.

Yo siempre he sido una persona que creía que si lo hacía todo bien tarde o temprano todo me iba a ser devuelto. Por eso nunca mentía y siempre decía la verdad, porque si no me crecería la nariz como a Pinocho, o dios no me dejaría entrar en el cielo. Nunca me han ido las farsas, ni el fingir algo que no es.

Es irónico el hecho de que no me vayan las farsas, pero en realidad estos últimos meses ha sido en lo que he vivido, intentando ocultar una realidad que realmente hablaba a gritos. Pero ahí me sentía diferente, sentía que valía la pena, porque estaba tan enamorada que me daba igual lo de mi alrededor. Aun así ¿Realmente merecía la pena?

Joder si la merecía... Tanto, que por primera vez en la vida hacía algo con lo que yo me sentía a gusto, hacía cosas con las que era feliz y podía ser yo misma. Me hacía feliz, me hacía olvidarme de todo, y sabía hacerme cosas que estoy segura de que algunas son pecado, pero me importa una mierda pecar, si el pecado es con él. Yo era de esas personas que creen en un cielo y un infierno, en un dios y un demonio. Pero ahora creo en el punto medio. Me gusta hacer las cosas bien, saber que estoy haciendo algo positivo. Pero también me gusta ese sentimiento de adrenalina y de saber que estoy haciendo algo que no esta tan bien, pero que a mí me sienta genial. Ahora entiendo por qué Adam y Eva comieron de la manzana, y porque Romeo y Julieta seguían juntos a pesar de tener a todos en contra. Yo también he estado cometiendo pecados, uno tras otro, pero... ¿Y lo bien que sientan? Lo bien que sienta tener a alguien que te desea, que se muere por cada poro de tu piel, que espera que nadie escuche para hacer que el deseo que hay entre los dos crezca solo con rozarse y acabe en orgasmo, y sobre todo que lo daría todo por verte feliz. Dylan es mi Adam, mi Romeo, mi Jack, mi Bestia, mi Javier... Pero sobre todo es mi Dylan. Ahora me da igual si dios no me acepta en el cielo por ser feliz y hacer las cosas que me llenan el alma. Prefiero mil veces un limbo, ese en el que te dejan ser tu mismo, en el que el bien y el mal no están ni tan bien, ni tan mal. Un sitio sin prejuicios, y sobre todo un sitio donde poder estar con Dylan sin importar nada.

Dylan Brown ha cambiado mi forma de ver las cosas, mi forma de vivir, mi manera de quererme... Me ha cambiado a alguien quien siempre había soñado en ser. Una persona que se siente a gusto consigo misma sin darle tanta importancia a lo que los demás piensen de ella, porque eso al fin y al cabo no importa. Mi vida es mía, solo la voy a vivir yo.

Lo amo, y no hay algo que quisiera más ahora que gritárselo, pero eso solo le pondría en peligro a él y a mí. Si él está haciendo todo esto por protegerme, yo me tendré que callar y aguantar y protegerle a él.

Your DestinyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora