CAP 39 VERDADES

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"La verdad siempre resplandece al final, cuando ya se ha ido todo el mundo".

Marbella, España
Presente

-¿Puedo ir contigo, Liz? Por favor...

Barnes suplicó con un gran puchero, tiró de la mano de Liz y la hizo caer sentada a horcajadas sobre su regazo. Llevaban pocos minutos que habían dejado de trabajar y en cuanto Liz recibió el mensaje de su madre comenzó a guardar todo para marcharse de la constructora, sin él.

-Sabes que no puedo llevarte esta vez, Bastián. -Liz se abrazó a sus hombros para dejar un beso casto en su mentón mientras él bufaba y envolvía sus brazos al rededor de su cintura.

-¿Podemos vernos esta noche al menos?

El pobre hombre bufó para después estrecharla con necesidad contra su cuerpo y sumergir la punta de su nariz en el hueco cálido de su cuello. Últimamente el olor de aquella mujer conseguía desquiciarlo por completo.

-Basta tonto...

Liz río y se encogió de hombros cuando sintió su barba recorrer la piel suave de su cuello mientras sus manos se deslizaban por su cintura para anclarse sobre la piel desnuda de sus muslos. La rubia comenzaba a creer que su nuevo deporte extremo favorito era contonearse frente a su chico con aquellos diminutos vestidos que llevaba al trabajo cada día.

-Liz, estás siendo muy mala conmigo... -Sebastián entre abrió los labios y besó su cuello con una sensualidad que hizo que toda la piel de la rubia se erizara y que sin querer un jadeó erótico escapara de su garganta.

-Claro que no, te he dejado divertirte mucho sobre este sofá toda semana.

Ambos sonrieron al recordar cada uno de los besos calientes que compartieron los últimos días y que por ley terminaban sobre aquel sofá mientras se metían mano solo un poquito. Y la verdad es que los besos ya no eran suficientes, ni las carias indecentes o los roces de sus cuerpo aún con ropa. Deseaban más y cada pequeño encuentro era más tortuoso que el anterior.

-Mentira...

Barnes reprochó sin detener los besos en su cuello y las manos de Liz viajaron hasta el borde de su camiseta para sacársela en protesta. Sólo podía pensar en acariciar ese abdomen marcado mientras sentía las grandes y cálidas manos de su chico masajear sus muslos y sumergirse descaradamente bajo la falda de su prenda.

Las manos curiosas de Sebastián no tardaron en bajar el cierre de su vestido lo suficiente como para dejar que el valle de sus senos le diese la bienvenida, solo quería desnudarla para saborear el dulce de su piel y ella no parecía estar en desacuerdo.

-Hmmm... Bastian espera...

Liz jadeó fuera de sí cuando sintió el agarre de sus manos apretarla con más fuerza contra su pecho mientras su besos bajaban con ansiedad hasta su senos. Una de sus manos deslizó la manga de su vestido mientras la otra viajaba por la estrecha vía entre sus piernas para tocar su zona íntima.

-Ohh maldición...

Barnes gruñó excitado cuando sus dedos pudieron sentir la humedad de sus bragas sobre la tela. Esa mujer iba matarlo así que antes de que hiciera una locura, reclamo por un beso en el que le devoró la boca hasta dejarla sin aliento. Sus lenguas se enredaron y los jadeos entre besos no se hicieron esperar. Lastimosamente para ambos el celular de Liz los interrumpió cuando comenzó a soñar insistentemente.

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