"La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días".
El segundo miércoles de abril llegó y con el la esperada mudanza de la pequeña familia Evans a su acogedor, recién y remodelado hogar. La cuenta regresiva había comenzando en el embarazo de Charlotte y lo único en lo que Chris podía pensar era en acondicionar y tener listo los últimos detalles de la casa para que sus chicas y la abuela pudiesen acomodarse.
Evans sonrió frente al espejo de su habitación y terminó de acomodar el cuello de su polo blanca mientras miraba el reflejo de su hermosa mujer salir por la puerta del baño que estaba tras él.
No podía negar que el embarazo había traído muchos retos a sus vidas, pero también los había unido mucho como pareja y a pesar de los berrinches, antojos extraños, dramas, cambios abruptos en su cuerpo, el hecho de que ambos habían ganado varios kilos y de que cada vez ella se mostraba más sensible y gruñona, no le quitaba el honor de ser el ser más especial, maravilloso y dulce que alguna vez hubiese podido conocer en su vida.
Si... Era un maldito afortunado y fue inevitable que una inmensa y boba sonrisa se dibujara en su boca cuando se percató de lo terriblemente loco y enamorado que estaba de aquella pequeña sirena escandinava.
Chris soltó un profundo suspiro y ladeó la cabeza para observar mejor a la sensual rubia recién bañada que portaba un albornoz de seda rosita mientras se desplazaba con mucha elegancia y lentitud hasta su closet.
Charlotte abrió las puertas del guarda ropa y acarició la curva de su pancita mientras decidía qué ropa podría ponerse aquella mañana tan calurosa. Eligió un vestido veraniego a cuadritos azules y blancos de tela muy suave, cuyo elástico en la espalda le ayudaría a que la prenda se ajustara perfectamente bien al gran óvalo que llevaba por delante mientras que la falda un poco más suelta caería con libertad hasta sus rodillas. Tenía un encosté cuadrado y tirantes muy delgaditos que se anudaban a la altura de los hombros.
Era la pieza perfecta para sentirse cómoda, fresca y con mucha libertad.
La rubia tomó el vestido y caminó hasta la cama completamente absorta del par de ojos azules que la escaneaban a detalle.
El rubio se apoyó de la mesita del tocador y se cruzó de brazos mientras ella tiraba del moño que anudaba su albornoz para poder abrirlo, dejando a la vista un poco de su desnudez, o más bien a la preciosa barriguita perfectamente rodondeada y saltarina que ocultaba debajo. Fue justamente aquel instante en el que Chris sintió su corazón pegar un golpe de alegría contra su tórax que casi lo dejó sin aliento.
-Amor, espera...
Chris soltó con una inmensa sorpresa atrapada en su voz, consiguiendo que su chica girase sobre su propio eje para mirarlo un poco confundida. Su rostro expresaba algo que no pudo interpretar a la primera.
-¡Dios si! ¡Si! ¡Sabía que tarde o temprano sucedería!
Evans espetó eufórico y pegó una gran carcajada llena de felicidad que hizo a Lottie pegar un respingo y mirar rápidamente en la dirección en lo que su dedo índice estaba apuntando con tanta alegría.
-¿Qué pasa? ¿Veo muy mal con pancita mía tan grande?
Lottie frunció el ceño y miró hasta donde sus ojos pudieron llegar, pero fue incapaz de ver si quiera sus propios pies mientras Chris no paraba de celebrar como todo un niño bobo.
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🌊 𝝝𝗖𝗘𝝠𝗡 𝗘𝗬𝗘𝗦 🌊
Любовные романыHace exactamente 5 años que una de las familias más reconocidas de España en el campo de la construcción había sufrido una ruptura irreparable que había dejado el corazón de Christopher Evans completamente despedazado. Con tan solo 28 años de edad y...