EPÍLOGO

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"No sé cuántas vidas me faltan, pero en cada una, espero encontrarme contigo".

-¡Sebastián, despierta! ¡Hijo, no me hagas esto!

Lissa chilló angustiada al ver como el pelinegro caía inconsciente frente a ella mientras los gritos de su hija Liz le ponía los pelos de punta.

-¡No ahora! ¡Voy a matarlo si no despierta, mamá! ¡Ahhhhhh!

Liz espetó a todo pulmón mientras trataba de soportar el dolor tan desgarrador que recorría todo su cuerpo. Estaba dispuesta a ir hasta aquel dramático y llorón hombre para patearle el trasero y obligarlo a abrir los ojos.

-Llegó el momento querida, tienes que pujar. No podemos demorarnos más.

La doctora Betty les informó a las rubias después de corroborar que Liz estaba lo suficientemente dilatada como para dar inicio a su labor de parto. No podían darse el lujo de retrasar la llegada de su bebé.

-¡No, no puedo! ¡No sin Bastián! !Mamá, haz que despierte! ¡Ahhhhhh!

Liz lloriqueó desesperada una vez más mientras respiraba tal y como le habían enseñado en sus clases de padres primerizos. Sin embargo, fue inevitable que la naturaleza de su estado la orillara a pujar cuando sintió que su bebé suplicaba por salir ya de su interior.

-¡Demonios, despierta ya, Bastián! ¡Te perderás el nacimiento de tu primer hijo!

Lissa sacudió a Barnes del cuello de su camiseta y sin haberlo planeado terminó dándole un par de bofetadas que lo hicieron pegar un quejido, seguido de un respingo sorpresivo y bastante nervioso.

-¡Qué! ¡Qué sucede! ¿Dónde estoy?

El pelinegro se frotó la mejilla mientras esclarecía su mirada, pero fue justamente los gritos y maldiciones de Liz lo que lo hicieron regresar al aquí y al ahora y ponerse de pie como alma que llevaba el diablo para ir junto a su mujer.

-¡No vuelvas ahhhhh, asustarme ahhhh si!

Liz gruñó entre gritos y pujidos que no pudo contener más mientras su esposo se plantaba a su lado y tomaba su mano para entrelazar sus dedos con adoración.

-Lo lamento mucho amor, no sé qué pasó... Esto está siendo demasiado duro, nena.

Barnes besó sus labios y unió su frente con la de su esposa para tratar de darle todo el apoyo que necesitaba, pero ella parecía estar algo furiosa aunque no sabía si específicamente con él o con el mundo entero.

-¿Duro? Diablos, no eres tú quien esta a punto de parir un mini Barnes... ¡Ahhhhhhh! -Liz soltó un fuerte gritó que alteró los nervios de Bastián, le partía el alma verla así.

-¡Te odio tanto! ¡Porque me hiciste esto, es toda tu culpa! Duele mucho... -Liz comenzó a balbucear entre lamentos y lloriqueos. El dolor abdominal la tenía revolcándose sobre la camilla.

-Lo sé, mi cielo... Prometo recompensarte en cuanto todo termine, anda... Se que puedes con esto y más. Te amo demasiado, preciosa.

Barnes le susurró al oído antes de llenar sus mejillas bañadas en lágrimas con sus besos, consiguiendo que Liz se calmara un poco y asintiera con la cabeza.

-¡Ni un segundo más, ya viene! ¡Puja querida! ¡Puja!

Betty anunció y tanto Lissa como Barnes tomaron las manos de la futura madre para darle todo su apoyo mientras ella pujaba lo más que podía entre sollozos desgarradores.

-¡No puedo más! -Liz lloró desconsolada y terriblemente asustada.

-Solo un poquito más, mi cielo... -Su madre la animó mientras Bastián llenaba su frente de besos.

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