Wellington miró detenidamente al joven impertinente con el cual había discutido el día de su accidente a caballo, era cómo si el bromista destino se estuviera riendo en sus narices. Ese hombre de aspecto sucio permanente ahora era el dichoso hijo de la nueva empleada domestica. Wellington mantuvo el rostro serio pero con las cejas alzadas y una clara expresión casi imperceptible de sorpresa, por lo contrario, Allen mantenía sus labios entreabiertos con un claro rostro sorpresivo.
—Will, ¿acaso no te he enseñado que es de muy mala educación interrumpir las conversaciones? —se molestó Eleonor apartando el brazo de la puerta que separaba a Wellington de la salida.
—Lo siento madre —se disculpó sin quitarle la mirada a Allen.
—¿Perdón? —intervino Anne-Marie soltando el brazo de su hijo—, ¿acaso ya se conocían?
—Mamá —Allen le llamó lo más rápido para que los Collins no tomaran importancia a la pregunta—. Creo que ya hay que irnos, es muy noche, sabes cómo es papá.
—Si, es mejor que se vayan ya, tengan mucho cuidado —añadió Eleonor pasando nuevamente el brazo por delante de Wellington para tomar la puerta, a lo que él tuvo que dar un paso hacia atrás.
—Que tengan linda noche señores —se despidió Anne-Marie por ultima vez. Allen la tomó del brazo cariñosamente, y Wellington se apresuró a sostener la puerta para cerrar rápido, dándole una nueva mirada al joven que se alejaba por el camino de piedras al lado de su madre.
Al momento de estar con la puerta cerrada, Wellington se dirigió al sofá donde Eleonor estaba sentada. Wellington se acercó a la mesita donde varias botellas de vino y ron estaban en fila desde el más grande al más pequeño. Tomó la botella de vidrio transparente con forma cilindrada que contenía un ron amarillento opaco, y lo vertió en uno de los vasos redondos, dejó la botella a un lado y posó el vaso sobre sus labios.
—¿Por qué miraste así al hijo de la señora Bell, lo habías visto antes? —preguntó Eleonor al momento que Wellington se sentó en el sofá a su derecha y tomó un largo sorbo de aquella bebida arrugando las cejas en el proceso.
—Lastimosamente madre, ya que...—se interrumpió para beber otro trago—...tuve el infortunio de conocerle durante uno de mis paseos matutinos, donde me hablo con tal pedantería que me dejó sorprendido.
—¿Él?, pero si lo vi bastante educado —Eleonor dudó con extrañeza en el rostro.
—Si, claro, muy educado cuando le conviene. Míralo madre, su aspecto andrajoso lo dice todo —Wellington alzó su mano al aire cómo si señalara a alguien, y se detuvo cuando Thomas entró a la sala con su bata marrón de dormir ya puesta.
—¿De que hablan? —inquirió Thomas apoyando su mano sobre el espaldar tapizado.
—Will ya conocía al hijo de la señora Bell, y no se llevan bien —explicó Eleonor sacudiendo la tela café opaco de su vestido.
—¿Y eso es un problema grave Will? —Thomas miró al mencionado en espera de una respuesta, realmente aquello sobre a quien no le caía bien Wellington ya lo veía cómo cosa de niños caprichosos.
—Deberías escuchar con la impertinencia con la que habla padre, y lo peor es que tengo que verle la cara cada vez que venga por su madre —respondió Wellington dándole el ultimo sorbo a su ron, sintiendo el ardor bajar por la garganta e instalarse en su estómago.
—Will, deja de preocuparte por crearte enemigos, tu sólo te amargas, tal vez si tuvieras la compañía de una esposa...—esta vez la sugerencia de Thomas fue más directa, él creía firmemente que a causa de esa amargura era por la vida solitaria que llevaba desde hacia buenos años.
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Wellington. [LGBT]
RomanceWellington Collins de cuarenta años, jamás contrajo matrimonio y el amor le parecía tonto. Todo gracias a una decepción amorosa en el pasado que marco profundamente su vida. Hasta que un día conoce a Allen Bell, un joven de veintiséis años de clase...