Gregory, Anne y Allen estaban sentados en el comedor desayunando, la señora Bell había llegado por la noche con la mala noticia, Gregory no supo que decir más que consolar a su esposa y decirle que pronto conseguiría un nuevo empleo. El sol ni siquiera empezaba a salir cuando Allen se levantó de su cama y tomó el abrigo que Wellington la había prestado, y ahora se encontraba allí sentando con la prenda puesta.
—¿Y de quién es ese abrigo? —preguntó Gregory mirando a su hijo.
—Ayer te lo dije, el señor Collins me lo prestó, ya que vio que tenía mucho frío —respondió Allen sincero jugando con el trozo de pan en su plato, no tenía apetito y pasó la noche despierto.
—A pesar que el señor Collins tenga esa actitud tan arisca, siempre fue de alguna u otra manera bondadoso —afirmó Anne-Marie con cierta nostalgia.
—¡Vamos mujer!, no es la única familia que te ha caído bien, deja de pensar en ellos —se quejó Gregory rechistando los dientes y bebiendo otro sorbo de su café caliente.
—Vas a ver que pronto conseguirás otro trabajo mamá —animó Allen sonriendo de manera leve, tomando la mano ajena para así darle consuelo.
—Tal vez Bertha sepa de algún otro empleo, ella se comunica con muchas personas —sugirió Anne llevando un trozo de pan a su boca.
—Ahg, esa señora es muy chismosa, eso es lo que es —agregó Gregory.
Esa mañana la familia se había levantando muy temprano, Anne le ayudaría al señor Bell con una entrega de veinte baguetts que pidió el orfanato. Allen ya llevaba su habitual ropa para trabajar, movía los pies inquieto en espera de poder salir corriendo de la casa e ir en busca de Collins. Le diría a su padre que devolvería el abrigo a su dueño. También tenía que hablar con él y preguntarle porque despidieron a su madre de esa manera tan repentina.
¿Él ya lo sabía todo?, ¿y por qué no le contó si ellos son amigos?
—Hoy viene Katherine, ayer vino unos segundos durante la tarde y dijo que hoy vendría para hablar sobre la boda —informó Gregory mientras se servía otro trozo de pan de la canasta que estaba en el centro de la mesa.
—Hijo, si tu piensas aplazar la boda un mes más, deberías hablar con ella de una buena vez —aconsejó Anne mirándole.
—Si, eso haré. Espero que ella me comprenda y sepa el motivo por el que hago las cosas —habló Allen con la mirada sobre el plato sin tocar. Realmente no sabía por qué motivo la aplazaba más, tenía miedo de dejar a sus padres y de no tener una vida cómo la que siempre a tenido. Él ya se había acostumbrado a esto, no quería que Kate lo alejara de las personas que más amaba.
Tal vez ella decidiría irse a vivir muy lejos y él no tenga otra opción más que acceder a su petición. No quería pensar lo mal que se sentiría alejarse de sus padres no poder ayudarles, dejar a los chicos, a sus amigos y sobre todo a Wellington. Una vida ser ver a Collins era cómo respirar sin motivo alguno, Allen lo quería y no pretendía apartarse de él. Ahora estaba confundido, no sentía los deseos de casarse, ya no añoraba el matrimonio.
Quería a Kate pero sin un compromiso de por medio, prefería no casarse y seguir viviendo al lado de sus padres. Pero era obvio que jamás ellos comprenderían su angustia, sus padres anhelaban verlo casado, formar una familia y darles nietos. No quería nada de eso, tan sólo esperaba pasar el resto de sus días al lado de sus amigos, quería pasar al lado de Collins.
Prefería cualquier otra cosa antes de casarse, pero ya no tenía opción y debía cumplir con la palabra que le dio a su suegro. Collins era la única persona que podía entender su clara angustia, él tampoco adoraba el matrimonio o las parejas, quería desahogarse con Wellington y contarle lo que sentía, lo que pensaba sobre muchas cosas.
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Wellington. [LGBT]
RomanceWellington Collins de cuarenta años, jamás contrajo matrimonio y el amor le parecía tonto. Todo gracias a una decepción amorosa en el pasado que marco profundamente su vida. Hasta que un día conoce a Allen Bell, un joven de veintiséis años de clase...