Mi querido Allen:
Espero que este domingo pueda venir a mi casa, después de las nueve de la mañana. Por mi familia no se preocupe, ellos saldrán de viaje y vendrán hasta en la noche. No falte, lo estaré esperando.
Con amor: Wellington Collins.
Esa carta fue escrita el sábado doce de agosto, Wellington le había informado a su familia que no iría a visitar a su hermana a Londres. Más que otra cosa la pereza estaba presente, ya que el viaje en tren era agotador y prefería aprovechar su momento a solas con Allen.
-¿Seguro que no quieres acompañarnos? -volvió Thomas a preguntar, colocándose el abrigo y los guantes de cuero negros.
-No, prefiero quedarme aquí -respondió Collins con firmeza mientras jugaba con el nudo de su bata anaranjada.
-Cómo quieras... -Thomas alzó las cejas-. Es mejor que te quedes.
Wellington giró el rostro por encima del espaldar del sofá. Ese domingo en especial todos se levantaron temprano, incluso él, y el sol no daba señales para querer salir. Era un día muy nublado donde la suave brisa hacia temblar a cualquiera.
-Lo dices cómo si fuera un peligro para mi ir a Londres -formuló Collins soltando un pequeña risa floja, rascando su patilla derecha en el proceso.
-Para ti sería un completo peligro. No quería decírtelo por el hecho de que era tu cumpleaños, pero ese día hablé con Colette y ella me comentó que se encontró a Rachael Blanc -Thomas dejó de acomodar su corbata para observar la reacción de su hijo al hablar de esa mujer. La expresión de Wellington fue cambiando poco a poco, hasta que adoptó un rostro inexpresivo, mirando el suave movimiento de la cortina conforme el viento soplaba.
-¿Y por qué ella no me dijo nada? -inquirió después de unos segundos en silencio. Collins no podía negar que la nostalgia lo golpeó, más no significaba que seguía sufriendo por ella, tan sólo era algo que seguía abierto y no había podido cerrar.
-Cómo dije, era tu cumpleaños y ella no quería arruinarlo. Dice que Rachael sigue casada con el doctor Jacques, tienen dos hijos -informó Thomas caminando hasta el sofá y sentándose al lado de su hijo, pasando el brazo por los hombros ajenos. La palabra "doctor" a Wellington no le caía muy bien, un médico robó el corazón de su viejo amor y ahora otro era amigo del amor de su vida.
No sabía si era algún tipo de broma, pero siempre tenía que lidiar con algún doctor a lo largo de su vida. Jacques Blanc se llevó a la mujer que amó, dejándolo con un fuerte vacío en el corazón y con casi cuatro años para poder recuperarse. Constantemente estaba agradecido por el día que conoció a Allen, él le hizo saber que él amor todavía existía y no era preciso ser cómo lo dictaba la ley,
Y ahora todo ese rencor qué sentía hacia Rachael ya no existía, esa necesidad de querer tenerla a su lado se había disipado; ahora tenía algo mejor, diferente y tan real. Algo compartido por los dos, un amor mutuo que ambos recibían, más allá de las palabras o los besos. Porque el amor que sentía era tan sólo mirarlo un segundo y eso le bastaba para llenar su alma.
-¿Qué estás pensando? -preguntó Thomas al notar que Wellington no decía nada.
-Creo que todo ese tema de Rachael y... -Collins ensanchó el pecho para después exhalar por la boca-... su esposo, no es algo que me afecte. Eso quedó en el pasado y me alegro que ella sea feliz.
Thomas levantó las cejas y su frente se arrugó, sorprendido por las maduras palabras de su hijo mayor.
-Me sorprende que hables de esa manera -y Thomas apretó el hombro de Wellington-. Significa que ya has cambiado y eso se debe a la ayuda de la señorita Brown.
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Wellington. [LGBT]
RomanceWellington Collins de cuarenta años, jamás contrajo matrimonio y el amor le parecía tonto. Todo gracias a una decepción amorosa en el pasado que marco profundamente su vida. Hasta que un día conoce a Allen Bell, un joven de veintiséis años de clase...