Brigham no logró conciliar el sueño durante toda la noche, mantenía su oído a cualquier ruido de la casa en espera de su hermano; y varias veces en la madrugada se levantó para leer la carta, lamentándose por lo que le ocurriría a Wellington. Contempló el los delicados rayos del sol salir detrás de las montañas, desde las ventana abiertas de la sala, eran las cinco y cuarenta.
Sus ojos estaban rojizos, irritados por la luz y el mal dormir, mientras mantenía la hoja apretada entre sus manos, suplicándole a Dios que todo ese enamoramiento fuera algo pasajero. Pidiendo que Wellington no estuviera al lado del señor Bell como él creía, aunque eso era más que obvio. Al momento que estuvo a punto de levantarse para ir a su vieja habitación, la puerta principal fue abierta, dejando ver a Wellington sosteniendo los zapatos en su mano izquierda y con la otra, su saco verde pino enrollado.
Collins cerró la puerta lo más lento posible, pero cuando levantó la mirada, su rostro se puso pálido en una expresión llena de sorpresa, tanto como de terror. Ambos se miraron en silencio, Brigham analizaba la vestimenta arrugada y mal puesta de su hermano, tenía el cabello pegado a la frente y desordenado, parecía que fue arrastrado por Franz a lo largo del jardín.
-¿Q-Qué haces aquí? -preguntó Wellington humedeciendo sus labios nervioso, dejó caer su calzado al suelo y ordenó los mechones desordenados de su frente. El corazón le latía tan fuerte que le dolía el pecho, su respiración tembló de forma irregular, necesitaba calmarse y no entrar en pánico. Había entrado con la clara idea de ir a su alcoba para buscar el abrigo que tontamente olvidó, con la carta que pertenecía a Allen.
Brigham tragó saliva parpadeando varias veces ante el ardor de sus ojos.
-No pude dormir toda la noche... -respondió con la voz temblorosa, bastante debilitada-. ¿Dónde estabas?
Wellington se quedó en silencio, buscando lo mejor para contestar y que sonara coherente, divagando la mirada en el suelo de madera opaca.
-Estaba en el establo -respondió tratando de no darle mucho interés a la conversación, sabía que su respuesta fue muy poco creíble pero lo importante era salir de ella, y que Brigham olvidara ese asunto. Tenía cosas más importantes que hacer. Después de contestar, Wellington pasó a su lado a toda prisa, sintiendo los ojos de su hermano sobre la nuca hasta pisar el primer escalón.
-¿Con la misma ropa de ayer? ¿Dormiste ahí? -Brigham metió su mano dentro del bolsillo para apretar la carta, caminando hacia las escaleras.
-N-No supe en que momento me quedé dormido y pase la noche en ese lugar -contestó apresurado, subiendo escalón por medio tan rápido como sus palabras.
Brigham apoyó su peso contra el borde del barandal y cerró los ojos fuertemente, su hermano estaba en graves problemas de los cuales sería casi un delito para él cubrirlos. La puerta volvió abrirse, Cecil y Fox llegaron juntos.
Wellington se encerró en la habitación, goleando su frente en la puerta sin llegar a ejercer tanta fuerza, dejando caer el saco y los zapatos al suelo. Rápidamente se apresuró a llegar a la cama donde seguía su abrigo extendido, lo agarró y metió la mano en los bolsillos, no encontró nada. Inhaló y exhaló pesado, cerrando los ojos por un instante para calmarse, volviendo a buscar con más lentitud en los bolsillos.
No halló la carta, estaba completamente seguro que ahí la había dejado la noche anterior, otra vez metió la mano en el abrigo con desesperación evidente. Tiró la prenda al suelo, pasó sus manos a lo largo y ancho de la cama, debajo de las almohadas, sábanas, sin embargo no encontró nada en medio del desorden que había hecho, tirando todo al suelo y dejando el colchón descubierto.
Respiró profundo mientras apoyaba ambas manos en el colchón blanco, apretando los puños, tenía que pensar con la cabeza fría. Se dirigió al escritorio, vacío los cajones llenos de papeles sin cuidado alguno, también buscó debajo de la cama, sacó su maleta dejándola a la mitad del camino que conducía hacia la salida. Incluso buscó en el armario, desordenando la ropa, botándola para atrás sin importar donde cayera.
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Wellington. [LGBT]
RomanceWellington Collins de cuarenta años, jamás contrajo matrimonio y el amor le parecía tonto. Todo gracias a una decepción amorosa en el pasado que marco profundamente su vida. Hasta que un día conoce a Allen Bell, un joven de veintiséis años de clase...