Capítulo 8

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El día de la famosa fiesta había llegado, Theodore Thomas McCory cumplía cuatro años de edad. Thomas se encargo de invitar a los conocidos de la familia, Colette Collins (ahora de apellido Wales) le advirtió que llevaría a su esposo Richard Wales, ya que al señor Collins no era de su agrado por el hecho de su labor cómo vendedor de joyas y no tener su negocio propio, llamándolo un simple "vendedor".

Aquello genero una pequeña brecha en la relación de padre e hija, pero después de todo trataba de ser tolerable. La familia Brown asistiría a la fiesta, normalmente Brigham también estaría allí con Clarice Collins. Los empleados domésticos empezaron a decorar con tiras de colores sostenidos de las paredes, un cartel en la entrada de tela roja con letras pintadas en blanco le brindaban feliz cumpleaños al menor.

Varios platillos deliciosos y costosos fueron preparados esa mañana, camarones en salsa blanca cómo un aperitivo, pastelillos de arándanos, vainilla, chocolate y fresa, la cena principal consistía en carne prensada al fuego lento, puré de papas y espárragos al horno. Wellington yacía en el vestíbulo esperando que los invitados entraran a la sala para saludar al cumpleañero que estaba en los brazos de Winston McCory, no los saludaba de la manera más vigorosa pero tan sólo sonreía a medias.

Caroline llegó en la tarde con su hermana, acompañadas de Brigham, quien vestía un impecable traje de seda negro de tres piezas, con su cabello muy bien peinado hacia atrás. Los sirvientes de apellido Fox y Johnson vestían con sus trajes de mayordomos planchados, llevando las bandejas de plata de aquí para allá con las copas de champaña borbujeante. Tan pronto la elegante casa de la familia Collins se vio llenas de amigos, parientes y varios compañeros del trabajo de Brigham, el humo de las pipas formaba una capa densa de humo en la sala donde los colegas jubilados de Thomas charlaban entre risas.

Colette dejó a su pequeño Henry en el hogar al cuidado de una niñera, no quería exponer a su hijo a estar despierto a altas horas de la noche. Eleonor se cercioraba que todo en la cocina estuviera funcionando muy bien al mando de la señora Bell y otras dos chicas contratadas a ultimo momento.

—Cecil, tenga más cuidado que los espárragos no se quemen —pidió Eleonor en un tono alto ante el bullicio de las ollas y las charlas de los invitados.

—Si, señora Collins —respondió la novata cocinera de cabello recogido y delantal blanco.

—Anne, no deje que esa niña queme la comida —la señora Collins volteó su mirada para notar a Anne-Marie sozonar la carne que sería llevaba al fuego lento.

—No se preocupe —aseguró Anne sin quitar la mirada de la preparación, pero en su mente estaba la constante preocupación que esa noche saldría tarde por culpa de la fiesta.

Eleonor suspiro tratando de aliviar su preocupación porque la fiesta terminara en desastre. Salió de la cocina al momento que Fox entró con la bandeja de champaña vacía. Acomodó su pequeño sombrero rojo y le sonrió a varios de los colegas de Brigham, haciendo remarcar sus arrugas en el rostro.

Richard Wales hablaba con Winston sobre la crianza de sus hijos, mientras Wellington yacía sentado en el sofá con la copa de champaña vacía en espera que se le fuera llenada nuevamente. Thomas exhaló el humo de su pipa por la nariz el cual viajo para desgracia al rostro de Wellington, quien tan sólo frunció el ceño con molestia.

No había nada más aburrido que esa fiesta de cumpleaños, tan sólo se acercaban al pequeño Theodore para desearle gran prosperidad en el futuro y éste lloraba guindando sus brazos del cuello de Heloise. Los amigos de Brigham no hacían más que hablar de dinero y cómo la bolsa de valores había subido ese año.

A lo lejos captó la mirada de Caroline mirándole con zozobro, parecía querer acercarse para hablarle ya que movía sus pies inquieta. La señorita Brown llevaba un vestido azul oscuro con cuello de encaje blanco, guantes blancos hasta los codos y joyería que hacia juego con el vestido, y su cabello en un moño rizado con flequillo también rizado. No podía negar que la dama se veía hermosa, pero no sentía nada más allá al verla.

Wellington. [LGBT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora