Capítulo 29

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Wellington se había alistado para irse a la cama, todas las velas del primer piso estaban apagadas y él yacía con su camisón puesto en la mitad del pasillo con una vela en la mano derecha. Se había levantado para tomar agua gracias a su resequedad en la garganta, la noche era fría y el mistral entraba por alguna que otra ventana abierta en cualquier habitación desocupada.

Collins siguió su camino con los pies descalzos hasta que arribó en su alcoba, la puerta estaba cerrada y la ventana semi abierta dejando entrar gran parte del viento. La cortina blanca se movía de izquierda a derecha, la luz de la luna llena se pintaba sobre el suelo de madera. Caminó hasta la ventana donde la llama de la vela se apagó por completo, cerró la ventana con seguro y se dirigió hasta la cama, se quito las zapatillas de tela dejando la vela sobre la mesita de noche.

Se metió debajo de sus cobijas temblando de frío, hasta que su mente pensó en Allen y que era muy probable que él estuviera pasando el mismo frío. Recordó la conversación que habían tenido hace dos días, sabía muy bien lo que hacia y decía, no podía seguir con lo mismo. Sus sentimientos le dañaban incluso la salud, cada vez que se levantaba sentía más sueño y por las noches no dormía, creía firmemente estar enfermo de algo...

No sabía de qué, pero se sentía enfermo, el latir del corazón no era normal, su mente se cansaba de tanto pensar en Bell. Y aun así no podía detenerse, lo quería más cada día, anhelaba tenerlo a su lado cada vez que iba a dormir. ¿Podía ser un crimen dormir al lado de él?, lo más probable es que no sentiría esa soledad en el alma o el frío que lo mataba.

Sin saber, Allen se había vuelto una persona importante en su vida, y jamás pensó en llegar a ese punto con él. Ni siquiera los viejos sentimientos por Rachel se comparaban a lo que ahora sentía, pensando en ella se sentía preso del pasado pero al lado de Bell, había una gran libertad en ser quién sin reproches por su comportamiento. Normalmente habían ocasiones que Allen se enojaba por tonterías que hacia, pero nada fuera de lo común, él lo conoció cómo el hombre más detestable del mundo y aun así ambos se llevaban muy bien.

Allen albergaba cada parte de su vida, lo veía en todas partes, lo pensaba a cada momento e imaginaba su reacción a cualquier cosa cotidiana que él viviera. Sabía que le prometió no decir comentarios verdaderos que lo pusieran incómodo, estaba dispuesto a cumplir esa petición pero... en la soledad de su habitación podía expresarse cómo él quisiera.

Le diría infinidades de cosas que seguramente lo sonrojarían, que lo pondrían nervioso. Wellington creía que Allen había sido obra del destino, su manera de conocerse o cómo sus vidas se volvieron a encontrar cuando su madre empezó a trabajar en la casa, las ocasiones que se encontraban en el arroyo.

Y nuevamente sus recuerdos se enfocaron en los labios de Bell, pensando en la suerte que el viento tenía al rozarlos con la suave brisa, los dichosos que eran los rayos del sol iluminando su rostro, lo complacidos que deben de estar sus sábanas por acobijarlo. Lo gloriosas que se sintieron las estrellas y la luna por verle dormir, ahora él era el menos dichoso sobre la tierra por no tenerlo, ya que inclusive el agua gozaba de dicha por tocar su pálida piel.

Su piel, algo extraordinario que no tenía la fortuna de tener, se sentía un miserable a la vez por pensar en esa manera de él. No podía pasar la suavidad sobre el dorso de su mano, a pesar de tanto esfuerzo y trabajo, no parecían perder tal dulzura. Casi cómo acariciaba la seda o el pétalo de una rosa, así quería tocarlo, seguía siendo el mismo miserable que al inicio.

Su piel era fría pero quemaba, ardía contra sus yemas cada vez que tenía el privilegio de tocarla, sus dedos eran cómo pequeñas hormigas tratando de abarcar tanto camino. Juraría que podría pasar años trazando senderos en su piel que jamás tendría fin, y al momento que pensara en terminar siempre habría algo nuevo por explorar. Pero él no era dichoso, seguía siendo él mismo miserable que le pensaba día y noche.

Wellington. [LGBT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora