Colette se había vuelto su mejor amiga, Wellington no podía creer que su querida hermana se iría de Abbotsbury. Richard Wales no logró ajustar el dinero para la comodidad de su familia, y desgraciadamente tuvo que dejar su cómodo trabajo que le daba ciertas libertades.
El jefe de la relojería, Phillips Kendrick, quedó en la quiebra después del horrible altercado donde casi le quitan la vida. La mayoría de sus ahorros fueron extraídos, aquello había sido declarado ante los oficiales los cuales llegaron a la conclusión que los asaltantes podrían haber conocido al señor Kendrick.
O si no, ¿cómo se explicaría que lo llevaron hasta su casa y saquearon cada rincón? Kendrick no pudo reconocerlos ya que los ladrones cubrieron su cabeza con bolsas de tela negra. Y Wales dependía del préstamo que Thomas Collins negó en darle, respondiéndole con dureza en la siguiente carta:
Señor Wales,
iré directo al grano. Dejé de juzgar su posición social para no pelear constantemente con mi hija, a pesar que eso jamás lo dejo pasar de alto. Usted debería aprender que los negocios de dinero o algún tipo de préstamos se conversan entre hombres, no mandaría a mi hija para persuadirme con la clara presión por ser de la familia, yo tendría que acudir ayudarle en su fracaso financiero.
Y lamento informarle que no podré ayudarle, señor Wales, usted siendo el hombre que es tendrá que buscar una rápida solución, mi Colette que lo ama ciegamente no sé casó con usted para tener algún tipo de carencias. Si no puede valer cómo esposo, cómo padre o cómo hombre, por favor deje que Colette vuelva a casa con su familia.
Atentamente: Thomas H. Collins.
Varios días después la carta fue respondida por Richard, quien le informó con alegría a su suegro de portar un nuevo empleo en una joyería de renombre en Londres y que no se preocupara, él podía mantener a su querida familia. Conseguir un empleo nuevo le fue fácil, tenía experiencia gracias a los siete años que trabajó en la relojería de Kendrick.
Pero para desgracia de Thomas, en la carta informaba que la familia Wales se mudaría lo más pronto posible a Londres. Richard ya no podría trabajar desde lejos cómo administrador, aunque el señor Collins siempre lo vio cómo un vulgar vendedor. Colette estaba feliz ante la noticia del nuevo empleo de su esposo, pero jamás pensó que se tenía que ir del pueblo.
No creció en Abbotsbury, más el cariño que le tenía al lugar era inmenso. Pensar en tener que volver a su ciudad natal le sacudía el estómago, nunca quiso que Henry creciera en la ciudad. Ahora tendrá que adaptarse otra vez al bullicio de los transeúntes y de los miles de carruajes.
Ahora Wellington se encontraba sentado en el sofá, frente a la ventana con el sol del atardecer pegando en su rostro. Pensaba constantemente en la inesperada partida de Colette, de lo duro que su padre había sido en la carta. Él mismo la leyó al momento que la escribió y a pesar de haberle dicho que pensara bien las cosas, Thomas no escuchó razones.
En cierta parte Wellington creía que la mudanza de Colette era culpa de Thomas, lo culpaba en silencio pero sin llegar a condenarle. Richard Wales nunca compartió algún momento con Collins, pero lo respetaba tanto cómo a Thomas. Aunque si Wellington lo pensaba mejor, jamás tuvo un momento tan sociable con Winston ni con Clarice.
Si hablara de la señorita Brown, esos momentos no serían realmente algo real, ya que todos se vieron bajo la clara presión de los señores Collins. Era tanta la insistencia que no hubo algo que saliera natural, una conversación tranquila sin que se notara el desespero de Caroline por agradarle.
Wellington lleno nuevamente el vaso de whisky, el cual se encontraba sobre la mesita frente a sus pies. Era el segundo que bebía. Creía que tal vez se debía a una manía inconsciente, cada vez que se encontraba preocupado, de mal humor o en alguna reunión organizada por Brigham, bebía trago tras trago y así calmar su humor o algún tipo de sentimientos que prefería ignorar.
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Wellington. [LGBT]
RomanceWellington Collins de cuarenta años, jamás contrajo matrimonio y el amor le parecía tonto. Todo gracias a una decepción amorosa en el pasado que marco profundamente su vida. Hasta que un día conoce a Allen Bell, un joven de veintiséis años de clase...