Capítulo 63

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Allen dejó escapar un fuerte bostezo mientras jugaba con lo último que quedó del guiso de verduras, observó a sus padres sentados en el comedor, ellos ya habían terminado de comer. Ahora sólo tenía que esperar que se durmieran y poder encontrarse con Wellington, lo que menos quería era irse muy tarde.

Observó la vela en el centro de la mesa, la cera blanca derritiéndose hasta que inconscientemente sus ojos cansados se fueron cerrando. Su cabeza se inclinó lentamente hacia adelante, y antes de pegar su frente contra el plato, Gregory lo retiró de inmediato, zarandeando su hombro.

—Estás muy cansado, mejor ve a dormir —aconsejó Gregory apartando la mano.

—No papá, no tengo sueño —Allen negó apresurado, acomodando su cabello alboroto y polvoso lo más que pudo.

—Sí, tienes sueño. Hazle caso a tu padre, ve a dormir —agregó Anne-Marie—. Yo me encargo de los platos.

—Gracias, y ustedes también deberían dormir —propuso Bell mientras se levantaba de la silla sosteniéndose del borde de la mesa.

—Ya vamos —asintió Gregory.

Allen salió de la cocina, se apartó del umbral mirando hacia atrás, y sacó su reloj de bolsillo para observar la hora exacta. Ocho y nueve, sus ojos viajaron hasta la fotografía de Wellington, una sonrisa ensanchada se formó en sus labios. Sin embargo aquel momento fue interrumpido por los golpes de la puerta, Bell guardó rápidamente el reloj en su saco verde oscuro y se acercó a la entrada.

—Un momento —pidió Allen mientras quitaba el cerrojo. Cuando abrió la puerta, sus cejas se arrugaron con extrañeza al ver al empleado de la familia Collins allí parado.

—Buenas noches señor Bell —saludó Fox cortésmente, manteniendo las manos detrás de su espalda.

—Buenas noches, ¿qué se le ofrece? —preguntó Allen apoyando el brazo contra el borde de la puerta, ladeó un poco la mirada para divisar el carruaje estacionado frente a su casa.

—Los señores Collins necesitan verlo con urgencias —contestó con simpleza.

Bell ahora estaba más confundido que al principio, durante cortos segundos el latido de su corazón se aceleró y un dolor en la boca del estómago lo invadió.

—¿Para qué? —inquirió Allen enderezando su postura.

—Sobre unos negocios que involucran la panadería de su padre —respondió Fox impaciente a causa del frío que lo estaba congelando.

—¿Y tiene que ser ya?

—¡Sí! Por eso me enviaron, por favor, suba al carruaje —Fox se apartó de los escalones, señalando con ambas manos el transporte.

—Bueno, si es tan urgente, le diré a mis padres. Ya vuelvo —anunció Allen dejando la puerta entreabierta para volver a la cocina donde sus padres se encontraban lavando los platos sucios.

—Brooks, ¿quién era? —preguntó Gregory sin levantar la mirada.

—El empleado de los señores Collins, dice que quieren verme con urgencia para unos negocios que involucran la panadería —contestó Bell planchando su saco arrugado.

—Será mejor que vayas ahorita mismo, no quiero que sea más noche —indicó Gregory levantando la mirada del agua con espuma blanca, mientras se secaba las manos en su pantalón.

—Cuídate cariño —añadió Anne-Marie.

—Descuiden, ya vuelvo.

Allen salió de la cocina, caminó a la puerta donde Fox seguía parado, cerró detrás suyo y ambos cruzaron la calle con pocos transeúntes. Bell subió al transporte elegante en su interior, asientos forrados con cuero, cortinas suaves, y una lámpara de gas que alumbraba tenuemente el lugar.

Wellington. [LGBT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora