Capítulo 62

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Thomas le dio un rápido sorbo a su whisky, Wellington pasó toda la noche en su habitación, ni siquiera salió a cenar y esa mañana no tocó el desayuno. Heloise decidió irse con la esperanza de que su padre arreglaría ese problema; Colette y Brigham eran los únicos sentándose frente a él, metidos en la vieja oficina que ya no se usaba.

Eleonor fue la última en entrar, sosteniendo una bandeja con cuatro tazas de té humeante.

—Hay que hacer algo pronto —habló Colette tomando su bebida correspondiente—. Y deberíamos darle gracias a Dios que ese problema no lo supo nadie más.

—Odiaría saber que mi hermano murió por alguien como Bell —agregó Brigham dándole un sorbo pequeño a su té.

—Por favor Brigham, no menciones ese apellido —pidió Eleonor con dolor, mientras se sentaba en uno de los sofás individuales a un lado de la ventana alta.

—Sé perfectamente lo que se hará —mencionó Thomas alzando la mirada del vaso transparente. Los presentes voltearon a mirarle curiosos por lo que pensaba decir.

—¿Qué piensas hacer? —preguntó Eleonor aspirando por la nariz, no pudo dormir toda la noche, sus ojos estaban rojos e hinchados de tanto llorar, su cabello canoso estaba desordenado y las ojeras eran visibles.

—Wellington se va a casar con Caroline Brown, y lo va hacer, le guste o no le guste. Después de todo ella es una dama muy encantadora y siempre estuvo enamorada de Will —contestó Thomas reclinando la espalda hacia atrás.

—¿Y tú crees que casándose con ella, olvidará a Bell? ¿Qué te hace creer que no se volverán a ver? —concluyó Brigham apoyando los codos sobre el escritorio.

—El señor Bell se irá del pueblo, lo obligaremos si hace falta —contestó Thomas con  seguridad en sus palabras, llamando la atención de Eleonor.

—No creo que lo haga —negó Colette.

—Por supuesto que lo va hacer —Thomas golpeó la superficie del escritorio con su puño sin llegar a usar toda la fuerza.

—Tú sabrás lo que es correcto querido —agregó Eleonor acomodando los mechones grises que se adherían a su frente.

Thomas se levantó de la silla sin decir nada más, salió en dirección hacia la habitación de Wellington, mientras sus otros dos hijos le seguían. Collins abrió los ojos con dolor ante la fina capa de luz que se filtraba a través de las cortinas entreabiertas, su habitación era un completo desorden, toda la ropa yacía tirada en el suelo y las sábanas de igual manera, ni siquiera se tomó la molestia de cambiarse para dormir.

—Will, vamos a entrar —advirtió su padre antes de girar el pomo.

Collins tapó su cabeza con la almohada mientras soltaba un gruñido malhumorado, realmente en ese momento no quería ver la cara de nadie.

—Váyanse —ordenó Wellington con su voz siendo amortiguada por la almohada.

—Basta, no te comportes como un niño. Deberías bañarte, ordenar tu habitación —formuló Thomas acercándose a la cama cuidadoso para no pisar la ropa de su hijo.

—Hermano, ni siquiera has comido nada —comentó Brigham tratando de sonar lo más animado posible, tomando la bandeja donde estaba el desayuno intacto. Wellington quitó la almohada de su rostro dejando ver su rostro rojizo y sus ojos llorosos, se sentó de golpe y de un manotazo tiró la bandeja que Brigham tenía en sus manos, creando un escándalo que hizo a Colette encogerse.

—A tí es al que menos quiero verle la cara —pronunció Collins arisco, regalándole una mirada llena de odio.

—¡Dije basta! Esta tonteria terminará muy pronto —aseguró Thomas. Y Brigham se quedó en silencio mirando el desayuno esparcido en el suelo, apretando los puños y los labios.

Wellington. [LGBT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora