Capítulo 10

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Wellington giró su cuerpo para dar con el lado fresco de la almohada, pero tan pronto cómo lo hizo, el fuerte golpe de su mejilla chocando contra el suelo frío lo despertó.

—Will, hermano, ¿estás despierto? —Brigham dio tres golpes en la puerta. Collins levantó su mirada unos segundos, se incorporó sin problema alguno mientras acomodaba su camisón de dormir. Caminó hasta la silla en una esquina tapizada de flores amarillas y tomó la bata café de estampado verde llamativo, amarrándola en un fuerte lazo.

Brigham sonrió de oreja a oreja al momento que la puerta se abrió, notó que su hermano tenía el rostro somnoliento y el cabello alborotado. Wellington se hizo a un lado para dejarle entrar en un gesto amargo.

—¿No te sorprende mi visita? —preguntó Brigham mirando muy detenidamente la habitación ajena, cómo si jamás hubiera pisado aquel lugar. No recordaba la última vez que entró a la alcoba de su querido hermano, él se había vuelto muy ermitaño en muchos aspectos.

—Para nada. ¿Que haces aquí tan temprano? —la voz de Wellington salió más ronca de lo común y con una amargura inconfundible, que parecía querer decirle: «Lárgate de aquí»

Brigham volteó a mirarle confundido ante el tono que había usado, y prefirió ignorar. Tan sólo se sentó en el borde de la cama con sábanas blancas desordenadas y pasó la mano por su cabello recién peinado.

—Quise desayunar en la casa de nuestros padres, y bueno, por otra parte para charlar contigo —contestó el hermano menor pasando el pulgar por el bolsillo de su chaleco café. Wellington alzó las cejas gruesas con falso interés, paseándose por la extensa habitación con frescos adornos florales que Sloar Johnson (de cincuenta y ocho años) cambiaba cada cinco días sin falta.

La habitación se encontraba medianamente oscura, tan sólo la cortina dejaba entrar una débil capa de luz solar que iluminaba la frente de Wellington en donde yacía parado. Lo cual para Brigham le daba un aspecto intimidante.

—¿Sobre que sería la charla...? —Collins se sentó en la silla de tapiz con flores amarillas, manteniéndose en una posición relajada, quedando al costado derecho de su hermano menor. Brigham giró la cabeza para mirarle y abrió la boca por unos segundos, pensado que decir primero.

—Heloise..., ella está muy disgustada contigo por cómo te comportaste durante la fiesta, dice que ni siquiera le dijiste feliz cumpleaños a Theo —mencionó Brigham, a los segundos hubo un corto silencio donde sólo se escuchó la exhalación profunda de Wellington.

—Yo recuerdo que si lo hice —se defendió Collins tratando de encubrir su error, creando un falso recuerdo donde felicitó a su querido sobrino.

—No, no lo hiciste —negó Brigham.

—Sí, si lo hice —se aferró a su idea.

—No, no lo hiciste Will.

—Yo estoy muy seguro que sí

—¡Will!, mira, sólo habla con Heloise, ustedes no tienen muy buena relación —Brigham golpeó sus rodillas en desesperación ante la terquedad de su hermano mayor—. Recuerdo la época en donde éramos muy unidos.

—Yo también la recuerdo —asintió Wellington en un aire de nostalgia, rascando su frente y dando una suave sonrisa.

—¿Hablaras con Heloise? —inquirió Brigham desviando la mirada al suelo.

—Lo intentaré, esperaré a que este más calmada —Wellington suspiro mirando a su alrededor, esperando que su hermano le dijera algo más, parecía querer hablar de otra cosa.

—¿No has pensado en casarte? —Brigham preguntó de manera repentina, pero con el coraje para mirarle directamente a los ojos.

—No, y no creo que eso suceda. Ya tuve mi oportunidad —la voz de Wellington se sintió temblar por algunos segundos, carraspeó la garganta y entrelazó sus manos ante el temblor de una. Su cuerpo reaccionaba ante el matrimonio de manera enferma, casi cómo un hombre en una etapa terminal de su horrible enfermedad. Recordar el pasado lo mataba, pero aquello también abrió sus ojos ante una verdad tan adherida a él cómo los pies de las personas al suelo. Todos están adheridos a sus creencias, ¿por qué nadie podía respetar las suyas?

Wellington. [LGBT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora