Capítulo 32

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Era domingo, el tan esperado día para Wellington. No tenía correspondencia que responder, nada que hacer (cómo la mayoría del tiempo), sólo se concentraba en estar muy presentable. Tomó la decisión de ir a caballo, aparte de verse elegante, quería saber si Neil estuvo entrenándolo bien. Se había gastado casi todo el frasco de perfume y escogió un vestuario bastante formal de tres piezas color marrón, botines negros alto y abrigo de algodón del mismo color.

Nada ni nadie podía arruinarle su encuentro con Allen, no dejaría que el mal humor por comentarios lo molestara. Lo más importante en ese momento era Allen y nadie más. Pensaba en todo momento que conversación sacar a relucir cuando se encontraran, tenía miedo de sus propias palabras ya que podría decir cualquier tontería que lo delatara.

«Hola señor Bell, el día esta muy lindo» ensayó Collins mentalmente mientras se acomodaba el lazo café en su cuello. Pero al momento de analizar esas palabras, llegaron a sonar sumamente estúpidas. Planchó con sus manos el saco que traía puesto y se dio una última mirada al espejo, curvo los labios en forma de aprobación. Se acercó a la cama desordenada, agarró el sombrero de bombín que hacia juego con su vestuario.

Salió de la habitación en silencio, dejando entreabierta la puerta, bajó las escaleras de dos en dos. Pero cuando piso el último escalón, notó a su padre sentado en el sofá leyendo varias cartas. Thomas aun seguía con la bata de dormir puesta, y los lentes le colgaban en la punta de su nariz recta. Levantó la mirada cuando sintió la presencia de alguien más en la sala, frunció el ceño bajando la correspondencia de su rostro.

—¿Que haces despierto tan temprano? ¿A dónde vas? —inquirió Thomas tras notar lo bien vestido que estaba su hijo.

—Iré a cabalgar un rato —respondió Collins rodeando el sofá que Thomas tenía delante de él.

—No puedes irte, primero responde esta carta de la señorita Brown —ordenó Thomas sacando el específico sobre entre las demás, dejándola caer en la mesita. Wellington apretó los labios tratando de no empezar a sentir esa molestia cada vez que le hablaban de ella.

—La voy a responder cuando venga —mencionó Collins acomodando su sombrero de bombín.

—¿Acaso ir a cabalgar es más importante que responderle a ella? —preguntó Thomas en tono arisco mientras se cruzaba de brazos.

—Para mi hay muchas cosas importantes y responderle a la señorita no es una de ellas —contestó Wellington soltando una sonrisa forzada apretando los dientes.

—No sé que te esta pasando últimamente, ayer me avergonzaste frente a mis amigos y ahora... —Thomas alzó sus brazos con indignación sin saber que más decir.

—¿Y que querías que hiciera?, ¿estar de acuerdo con los disparates que hablaban? —Collins no quería enojarse y había fallado rotundamente, ahora se encontraba con el cuerpo tenso al igual que su mandíbula. Su expresión de furia era muy notoria.

—Veo que tu madre ha estado influyendo mucho en ti —bufó Thomas—. Sólo contesta la bendita carta ¿si?

—Dije que lo haré cuándo vuelva —repitió Wellington con la voz severa.

—Cuida ese tono conmigo, yo no soy ninguno de tus hermanos que dejan que les hables de esa manera —advirtió Thomas señalando con el dedo índice, su voz era muy hostil y dura.

—Si padre —susurró Wellington reprimiendo su ira interna, apretó sus manos detrás de la espalda con tanta fuerza que le dejó los nudillos blancos.

—Ve a tu tonta cabalgata, pero no tardes demasiado —permitió Thomas suavizando la mirada y la voz.

Collins no dijo nada más, se apartó de la sala en silencio, casi que corriendo hasta la puerta de salida. Allí abrió la puerta y cerró dando un sonoro portazo que molestó a Thomas, bajó los primeros escalones y el sol que empezaba a calentar le pego encima. Caminó acelerado hasta el establo, pensando en cualquier otra cosa para calmar su enojo.

Wellington. [LGBT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora