Capítulo 20

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Wellington despertó más temprano de lo normal, sabía el destino que tendría esa mañana y no quería pensar porqué lo haría, tan sólo se vistió con algo sencillo. Una camisa blanca de algodón abotonada por debajo de las clavículas, tirantes negros, pantalón café oscuro a cuadros ajustado en las piernas, botas de cuero marrón con hebilla brillante hasta las rodillas y abrigo marrón opaco a la altura de las botas que normalmente usaba para pescar.

Quería lo más cómodo posible y lo consiguió. Observó el reloj de su habitación notando que apenas eran las seis de la mañana, aunque para su defensa, no sabía a que hora Allen llegaba al arroyo y prefería irse temprano.

Salió de la alcoba en silencio con la boina verde pino en su derecha y en la otra su pipa de madera. Bajó las escaleras apresurado mirando hacia los lados sin la presencia de Johnson y Fox (quienes llegaban un poco más temprano), arribó a la sala donde encontró varios sobres de cartas sin abrir encima de la mesita para café, a un  lado del florero con margaritas.

Agachó su espalda y extendió los sobres de manera rápida y buscando alguna carta de Colette. Cuando la encontró, enderezó su espalda y miró hacia atrás gracias a la extraña presencia de alguien mirándole.

—Buenos días señor Collins —saludó Johnson con sus manos detrás de la espalda.

—Buenos días —Wellington se colocó la boina—. ¿Acaba de llegar o...?

—Efectivamente señor, acabado de llegar, pase por el correo para traer la correspondencia —respondió Johnson frunciendo el ceño notando un extraño comportamiento del contrario, mientras se acercaba a la puerta—. ¿Saldrá tan temprano?

—Si, iré a despejar mis pensamientos un rato —contestó Collins abriendo la puerta y colocando el pie izquierdo fuera de su hogar.

—El clima esta muy frío y la neblina esta algo densa —advirtió Sloar.

Wellington giró el rostro al exterior, donde era evidencia la neblina a lo lejos, impregnada sobre los árboles de todo tipos, el cielo era gris y el jardín tenía cierto aspecto a cementerio.

—Dígale a mi padre que vuelvo dentro de un rato —pidió Collins saliendo por completo de la casa, sosteniéndose de la aldaba para cerrar del todo.

La neblina blanca y en un poco visible moviendo cubría el bosque seco, entre pinos de diferentes tamaños, abedules y fresnos parecían desaparecer ante la bruma espesa. Wellington pasó por el jardín silencioso, acelerando los pasos mientras encendía su pipa y exhalaba el humo que se confundía con la niebla. Se adentró al bosque pisando las hojas secas y las ramitas que crujían al ser pisadas, miró hacia arriba inhalando otra calada de tabaco donde sólo notó más la capa blanca cubriendo las ramas.

Al ser un buen cazador y explorador por naturaleza, conocía muy bien la zona boscosa y era casi imposible perderse, el pueblo era pequeño a comparación de otros lugares que había visitado pero sus paisajes eran más hermosos. El viento golpeaba las ramas haciéndolas crujir, el frío enrojeció su nariz e hizo sus labios temblar, aquello no lo doblegó y siguió el trayecto hasta el arroyo.

«¿Y sí Allen decidió no ir por el frío?» pensó Wellington en un aire desanimado, deteniendo sus piernas a la mitad del camino. Miró a los lados encontrando sólo neblina mientras pensaba en la posibilidad de volver y no perder el tiempo esperando. Una fría ráfaga de viento pegó en su rostro, ondeando el abrigo y agitando las hojas del suelo.

Collins siguió su camino con el positivo presentimiento que lo encontraría a la orilla del arroyo lavando la ropa de su familia o la suya. Conforme seguía su sendero el agua pegando contra las rocas se escuchaba más fuerte, Wellington bajó su pipa ya apagada para meterla en el bolsillo de su abrigo, soltó un suspiro caliente que formo pequeñas olas de humo. Para su fuerte, se encontró con la parte más angosto del arroyo de agua clara y saltó las piedras, dándose el crédito al ingenio por calzarse botas largas.

Wellington. [LGBT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora