Capítulo 61

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Allen abrió los ojos somnoliento, soltó un fuerte bostezo mientras se incorporaba sentado sobre el suelo de madera, estiró sus brazos ante el dolor en los músculos por dormir toda la noche en esas tablas. Observó el sol caliente sobre la nieve que empezaba a derretirse, agarró su ropa interior que yacía a un lado de los pies de Wellington y se vistió apresurado.

Buscó el reloj de bolsillo en su pantalón, y cuando vio la hora que era, sus ojos se abrieron con sorpresa, más que todo temor.

—¡Wellington! —lo llamó sacudiéndolo del brazo, en cambio Collins sólo soltó un gruñido molesto apartando la mano de Allen—. Tiene que despertar, ¿sabe la hora que es? ¡Seis y treinta y dos!

Wellington abrió los ojos de golpe pero la luz del sol hizo a su vista arder, entrecerrándolos para poder ver a su alrededor.

—¿Qué hora es? —preguntó Collins confundido.

—Ya casi serán las siete si no se da prisa —contestó Bell tirando a su regazo la ropa interior junto al pantalón.

—No debería preocuparse, probablemente su familia siga durmiendo igual que la mía. Hoy es primero de enero, nadie hará nada —aseguró Wellington mientras se colocaba el traje de una pieza, abotonando hasta el cuello.

—Sin embargo, prefiero no ponernos en riesgo —contradijo Allen, colocándose el camisón y el abrigo negro encima.

Collins terminó de ponerse el pantalón, zapatos y camisa blanca; se acercó lentamente a Bell para robarle un corto beso y seguir vistiéndose como si nada. Todo lo demás lo hicieron en silencio, mirándose en cortos lapsos sin dejar de sonreír, no podían evitar besarse hasta que el amor los dejó rendidos sobre los escalones de madera.

—En serio me tengo que ir —pronunció Allen a la mitad de los besos, apartando sus labios de los ajenos.

—Váyase, no le estoy impidiendo nada —susurró Wellington quitando el cabello en la frente de Bell para besar la zona, bajando lentamente al cuello donde le dio un pequeño mordisco.

—Claro que me lo impide —suspiró Allen tomando a Collins de los hombros, queriendo alejarlo del todo.

—No se lo estoy impidiendo, ¡váyase! —rió Wellington separándose y haciendo una señal con la mano para que se fuese del lugar. Bell levantó las cejas desconfiado pero acató la indicación contraria, levantándose del escalón mientras sacudía la parte trasera de su camisón. Collins se levantó de igual manera, agarrando su abrigo negro.

—Bueno, ya me voy —anunció Allen dando la media vuelta y empezando a caminar sin decir nada más. Wellington lo siguió a zancadas hasta que logró tomarlo del brazo, con su otra mano levantó su rostro, besándolo con fuerza.

—¿Pensaba irse sin despedirse de mí? —inquirió Collins inhalando una bocanada de aire, volviendo a unir sus labios con desespero, algo de lo que Bell no pudo seguir el ritmo.

Allen intentó alejarse, sin embargo Wellington envolvió el brazo sobre su cintura, pegándolo más a su cuerpo.

—Y-Ya nos despedimos —exhaló Bell separándose del sofocante abrazo, apretando los brazos de Collins y empujando hacia atrás.

—Tiene razón —Wellington carraspeó la garganta arrugando el mentón—. ¿Nos vemos en la noche?

—No, mejor mañana.

—¿Y por qué no ahora?

—Sé perfectamente en que terminaremos, es bueno descansar un poco —aconsejó Allen—. Adiós, Wellington.

—¿Mañana? —preguntó Collins entrecerrando los ojos.

—Sí, mañana —Bell rió mientras se alejaba.

Wellington. [LGBT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora